Título: La interpretadora de sueños
Autor: Rafael R.Costa
Editorial: Espasa
Número de páginas: 400
ISBN: 9788467042078
Precio: 20 €
Puntuación: 6,5
Sinopsis:
Cuando la joven Sarah Georginas Parker embarca en el Titanic, poco puede imaginar que sus planes cambiarán para siempre. Son los años veinte, una época especialmente dura para una mujer judía con un hijo pequeño en una ciudad como Praga. Ante las circunstancias adversas que le depara el presente, pone rumbo a Estados Unidos, donde trabajará como interpretadora de sueños, de acuerdo con las enseñanzas de Sigmund Freud. Su gabinete pronto será frecuentado por lo más granado de la alta sociedad neoyorquina y su vida dará un giro.Sin embargo, al cabo de veinte años, Sarah vuelve a Europa: tiene un asunto pendiente. Pero son los años cuarenta y estalla la Segunda Guerra Mundial.
Opinión personal:
Este libro lo gané en un sorteo en el blog Carpe Diem (por cierto, el primer sorteo que gano en mi vida) y había leído muy buenas reseñas de él, por lo que tenía ganas de leerlo, además de que la sinopsis era muy prometedora. La verdad es que me habría gustado poder disfrutarlo más, pero por unas razones u otras no ha sido posible.
Antes de nada decir que lo leí en época de exámenes. Sí, mala idea. Aunque no es una lectura pesada, podía leer muy poco o nada cada día, por lo que reengancharme a la lectura era costoso y muchas veces ni me acordaba de lo que había pasado en el capítulo anterior. Sin duda la principal razón por la que no me ha gustado tanto como podría ha sido por esto.
Por otra parte, el comienzo del libro no es precisamente arrollador. Tarda bastante en despegar y es la parte más lenta, por lo que esto aumentó más mis dificultades para leerlo. Sin embargo, aunque el ritmo en general es pausado, a partir de los primeros capítulos comienza a coger más fuerza y agilidad, y hubo partes que consiguieron engancharme.
Lo que más me ha encantado de la lectura ha sido la ambientación, que es digna de admiración. La forma de describir Praga del autor enamora, todo está lleno de detalles que hacen que te lo imagines a la perfección pero sin recargar. Además, la época no hacía más que añadirle encanto y personalidad a la narración, describiendo las ropas, las costumbres y las formas de viajar. El punto fuerte de La interpretadora de sueños es la cantidad de lugares en los que se desarrolla y además la inclusión de algunos famoso escritores como Scott Fitzgerald (autor de El gran gatsby) o Frank Kafka (autor de La metamorfosis), un recurso de lo más original que me sorprendió mucho.
Aunque la trama y la historia en general están muy trabajadas, otro de los factores que no me gustaron fueron los personajes. Están muy definidos, es cierto, pero, por alguna razón, no fui capaz de conectar con ninguno. Ni siquiera con la protagonista, Sarah. Ya digo que no es que los personajes estén mal construidos ni poco caracterizados, nada de eso, sino que fue cosa mía. Yo, por alguna razón, no conseguí identificarme con ellos o sentir empatía. No sé, tampoco digo que me dieran totalmente igual, pero un poco indiferentes sí que me eran. Y por eso, aunque la historia y el argumento sean geniales si no hay ningún personaje que te guste o que te llame la atención, pues... digamos que la lectura pierde bastante.
Hacia el final, el ritmo sí que empieza a acelerarse y los últimos capítulos fueron los que más rápido leí, aunque tampoco es que haya acción desbordante, sino que sigue en su línea. Las últimas páginas consiguieron impactarme. Realmente es un final estupendo y felicito al autor por tener la valentía de finalizar así esta novela, porque realmente es algo que la hace muy muy original.
Analizándola en conjunto, es una lectura que, si la llego a coger en otro momento, me habría encantado. Esos lugares, ese final... para mí chirrió un poco de personajes pero igualmente hubiera sido un libro estupendo. Es una pena que yo estuviera más pendiente de otras cosas. Supongo que hay libros que simplemente los lees en un mal momento y aunque tengan todos los ingredientes para gustarte, al final te dejan indiferente, casi sin saber si te han gustado o no.