LA LADRONA DE FRUTA
Título: La ladrona de fruta.
Autor: Peter Handke (Griffen, Austria, 1942). Premio Nobel de Literatura 2019, es todo un clásico contemporáneo de la literatura en lengua alemana. Su medio centenar de novelas, ensayos y obras de teatro tienen en común la angustia de la soledad y la incomunicación, con un estilo original que nunca renuncia a la creación cerebral. También ha escrito algunos guiones cinematográficos para Wim Wenders y dirigió la película La mujer zurda, basada en una novela homónima. Entre los numerosos numerosos premios que ha recibido a lo largo de su carrera es de destacar el Georg Büchner, equivalente al Cervantes de las letras alemanas. Handke también es autor de Contra el sueño profundo, La tarde de un escritor, Carta breve para un largo adiós, Desgracia impeorable, El miedo del portero al penalty o La noche de Morava entre otros.
Editorial: Alianza Editorial.
Idioma: alemán.
Sinopsis: Alexia, a la que todos llaman "la ladrona de fruta" va a emprender una "Expedición-de-una-sola-mujer" por la Picardía francesa en busca de su madre. Antes de partir, su padre le da algunos consejos para el camino. Pero el relato se inicia con Alexia, sino con el narrador, que parte un día de agosto de la "bahía de nadie": ¿para qué?, ¿para observar a "la ladrona de fruta"?, ¿para acompañarla en silencio? No: para dar fe de sus experiencias y aventuras en su viaje iniciático.
Su lectura me ha parecido: densa, meta literaria, actual, pesimista, crítica, cálida, detallista, abrumadora en su lenguaje así como en datos, épica desde lo contemporáneo, reflexiva, un viaje (explícita e implícitamente) … En su híbrido ensayo la también Premio Nobel de Literatura Olga Tockarczuk - cuyo nombre sonó junto al del autor que ocupa la presente reseña delante del solemne portón dorado y frente a una nube de periodistas procedentes de medio mundo - hacía una pertinente distinción. Para la autora polaca lo volátil, lo móvil, en definitiva, lo errante, es civilizado según nuestra propia concepción europeísta y etnocentrista. Mientras que lo directo, ese lugar que se fija en el mapa para ir por el motivo que sea, se antoja más una conquista que cualquier otra acción. Los turistas invaden, llenan monumentos, dejan dinero en la ciudad y se van. Un poco como los bárbaros (o lo que desde una posición, de nuevo, no exenta de prejuicios consideramos como tal) al efectuar sus incursiones de conquista. Porque sí, los turistas conquistan, en una época concreta del año, pero a diferencia de los pueblos que acabaron por tomar Roma - por citar un ejemplo - o bien no vuelven nunca más o repiten, en sus ansias por seguir atesorando recuerdos, vivencias, instantáneas que ilustrarán los álbumes familiares del primer estante de la biblioteca del comedor. Siguiendo la opinión de Tockarczuk el verdadero viaje sería el no planificado, el que se emprende no por placer sino por conocimiento, el que supone un ejercicio de autodescubrimiento, el que no sigue la corriente - o el que escapa de las vías de turismo más tradicionales - y, por supuesto, el que no atiende a coherencia, horarios, necesidades generalizadas o plazos. Si bien es cierto que, para emprender una travesía como la que Tockarczuk nos expone en Los errantes, tendríamos que haber superado las trabas que el capitalismo más salvaje nos pone y, tener un nivel económico lo suficientemente solvente y, por supuesto, que la sociedad en general viese con buenos ojos otras opciones menos planificadas y más austeras (y no solo a nivel material). Dicho esto, fue una casualidad casi prodigiosa el toparme con esta conexión entre la escritora polaca - famosa por su literatura a caballo entre la crítica ecologista y un realismo mágico propio - y el autor austríaco de apellido casi cinéfilo - lo sé, Handke y Haneke no se parecen en nada, pero en mi cabeza parece ser que sí - de polémicas y despreciables declaraciones - sus opiniones negacionistas acerca del genocidio de Sreberinca causaron bastante revuelo - de innumerables galardones literarios - incluyendo el Nobel de Literatura del año 2019 - y de una producción literaria larga y potente. Esta, mi primera incursión en su universo novelístico, os aseguro, no será la ultima. La ladrona de fruta: viaje iniciático, observación y la Picardía francesa.
Este libro no es lo que parece. Eso os lo comento ya de antemano. Ni siquiera la brevísima sinopsis que nos encontramos en la contraportada refleja el mamotreto literario al que debe enfrentarse el lector si su objetivo es hincarle el diente para saciar cualquier apetito placentero o intelectual. Handke no es un escritor fácil, de hecho, está en las antípodas de lo que podríamos considerar literatura del montón. Handke viene de lo incómodo, de una posición de insumisión célebre dentro del conjunto literario europeo, de la experimentación, así como de un frontal rechazo a cualquier servidumbre de carácter comercial que implicase una traición a sus propios valores, y por tanto, a su propia forma de escribir y de concebir la literatura. Aún así y a pesar de sus polémicas opiniones de carácter político - de las cuales he citado un ejemplo en el primer párrafo - eso no ha evitado recibir en la última década aquellos galardones que acaban por engrandecer o condenar la carrera de un escritor. Esto no quiere decir, repito, que ser Premio Nobel sea sinónimo de escritor de difícil comprensión (de hecho, otras y otros galardonados se han caracterizado por poseer un estilo más accesible para el gran público tales como Svetlana Alexiévich, Alice Munro, Patrick Modiano o Kazuo Ishiguro entre otros) pero en el caso de Peter Handke hay que informarse previamente, aunque sea a través de reseñas u opiniones varias - hasta en caliente diría yo -, no vaya a ser que pensemos que nos vamos a topar con la típica historia veraniega para entretenernos sin pensar mucho cuando (y aunque lo estival está muy presente) es mucho más. Sí, La ladrona de fruta se ambienta en la estacijón más calurosa. Sí, el lector será testigo del viaje que emprende Alexia - cuyo apodo da título a la presente novela y confieso que me encanta - a lo largo de tres días en los que recorrerá parte del territorio francés hasta llegar a la Picardía. Y sí, existe un objetivo, el de encontrarse con su madre además de suponer una especie de viaje iniciático, de un acceso a la madurez desde la juventud. Pero, La ladrona de fruta es eso y mucho más. Podríamos pensar, antes de adentrarnos en sus páginas, que Alexia será la que lleve la voz cantante, la que nos guíe a través de las ciudades y pueblos que deja a su paso, que conoceremos su historia a través de sus pensamientos. Sin embargo, la sinopsis nos da la clave de que esto no va a ser tan fácil. Que es probable que disfrutemos de la novela, pero que el camino será largo, algo denso e introspectivo, muy introspectivo. Para empezar, Alexia - alias la ladrona de fruta - resulta ser el personaje más llamativo de cuantos se encuentra el verdadero narrador, quien parte de un lugar desconocido y la acompaña, en silencio, sin estridencias, observando sus pasos, decisiones, lugares por los que pasan. Todo para dar fe de su recorrido, del viaje que emprende y que, al mismo tiempo, le sirve a él de reflexión interna como viajante, escritor, intelectual y persona que le importa el contexto que tiene lugar a su alrededor. ¿Veis como no era simplemente un libro sobre unas vacaciones soñadas entre cobertizos, ríos y atalayas medievales?
Dividida en dos partes, La ladrona de fruta se presenta como una especie de continuación de una novela anterior - Por la sierra de Gredos (2002) y de la cual no entraré a hablar - y en la que al parecer hay un cambio de papeles. Si en Por la sierra de Gredos la historia giraba entorno a una madre en busca de su hija, en La ladrona de fruta es una hija la que emprende el viaje para encontrarse con su madre. Una odisea que, como ya he anticipado en el anterior párrafo, tiene un profundo poso de autodescubrimiento y confecciona el marco perfecto para que su autor, Peter Handke, exponga reflexiones entorno al conocimiento, la vida en general, el errante caminar - de ahí la conexión con Tockarczuck - los males de la sociedad actual así como sus reflexiones desde su posición de intelectual y escritor. Con un detallismo casi exhaustivo, Handke detalla los preparativos para el viaje del narrador - su alter ego - así como su condición de outsider social. Más adelante, vemos como éste va anunciando la aparición de Alexia hasta que finalmente se encuentran en un pueblo. A partir de ese momento, el narrador sigue los pasos de la ladrona de fruta en su viaje de "expedición-de-una-sola-mujer" por una tierra salpicada de castillos y arquitectura medieval. Es en ese momento en el que el narrador se echa a un lado para otorgarle cierto protagonismo, que no todo, a Alexia en su particular odisea. Dicho esto, observamos como Peter Handke, en palabras de la traductora Ana Montané, trata en La ladrona de fruta de redefinir, o de actualizar, el género de las epopeyas medievales. Aquellos textos que en prosa o en verso buscan narrar las aventuras del protagonista, un caballero y a menudo acompañado de un escudero, en la búsqueda de un objetivo concreto. Que la novela transcurra en la Picardía francesa - famosa por sus fortalezas góticas e impresionantes construcciones de la Plena y Baja Edad Media - ya nos sumerge en el mismo paisaje (aunque restaurado y visto con los ojos de alguien que habita el siglo XXI). Por no hablar del sentido del viaje, más allá de las reflexiones entorno a si se debería o no perseguir una motivación para emprenderlo, y ese joven que aparece en el tramo final, convirtiéndose en ese "escudero" contemporáneo que le faltaba a la historia. Aquí el caballero andante - tan celebrado y popularizado unos siglos después por Miguel de Cervantes - es en realidad una mujer decidida, fuerte y que está dispuesta a llevar a cabo su empresa. Por otro lado, Handke nos adentra en senderos poco transitados dentro de la literatura de viajes donde emergen los debates más candentes de la sociedad actual, así como su visión más deprimente: la indefensión de los inmigrantes ante la injusticia que se comete contra ellos, una población cada vez más "empantallada" o la vulneración de los espacios naturales. De este modo, lo que parecía un viaje al interior de Francia se convierte en un viaje al interior de la mente del escritor. Una cabeza en plena ebullición, en busca de una historia, de la inspiración, de aquello que haga fluir la tinta de la pluma. Algo que Peter Handke parece encontrar en Alexia, en la literatura medieval - especialmente la del escritor alemán Wolfrang von Eschenbach - y en la certeza de que, observando (ojo a las pormenorizadas descripciones de la novela) conseguirá culminar su obra magna.
La ladrona de fruta: una historia de etapas, paisajes de otro tiempo, adalides, aprendizajes, iniciación, fascinación, deambular, acontecimientos insustanciales que acaban marcando un antes y un después... Una vuelta de tuerca contemporánea a uno de los géneros literarios más antiguos de la historia.
Frases o párrafos favoritos:
"Y, además, el fuego, también preparado ya hacía raro, ardía, crepitaba, crujía, chisporroteaba y rugía en la chimenea, que, de nuevo, no era ni demasiado pequeña ni demasiado grande, tenía justo las proporciones adecuadas para esta noche. ¿Un fuego de chimenea en verano? ¿Y qué? ¿no estaba la mesa, que no era de ébano, o de mármol, pero tampoco de contrachapado o de plástico, puesta, no con porcelana de Limoges y cristal de..., pero tampoco con... ?: todo eso, como solo en las historias antiguas, muy antiguas. "¿Solo?" ¿Entonces eso quería decir: que a diferencia de en la vida, en realidad? ¡No! También en la vida sucedían cosas así, de vez en cuando y justo en el momento adecuado, y también en la realidad; lo real de la realidad."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Alianza Editorial