“La lista de mis deseos” es la segunda novela del escritor francés Grégoire Delacourt, que ha sido un gran éxito, no solo en Francia, sino en muchos otros países.
En esta novela Delacourt nos presenta a Jocelyne, apodada Jo, dueña de una mercería, casada con Jocelyn, también Jo. Nuestra protagonista ve como su vida da un giro inesperado cuando sus amigas las mellizas, la convencen para que juegue al Euromillón, y casualidades de la vida, le toca. Se encuentra, de repente, con dieciocho millones de euros en las manos, y la posibilidad de tener todo lo que quiera. En ese momento es cuando Jo decide empezar a escribir una lista, enumerando todos sus deseos, desde una lámpara para la mesa de la entrada hasta una nueva cortina para la ducha; porque, para su propia sorpresa, ya no está del todo segura de si el dinero realmente trae la felicidad…
Esta historia nos la relata la propia Jocelyn; es un relato íntimo, personal, de todo aquello que acontece en su vida, sus sentimientos, sus miedos y sus deseos. Poco a poco la vamos conociendo íntimamente, y veremos que su vida no ha sido fácil, y que en su pasado nos encontramos con algún que otro cadáver, no solo de uno de sus hijos, sino también de sus sueños, de aquellas ilusiones y esperanzas que tenía antes de casarse y que las ha tenido que guardan en el cajón, al lado de todos sus malos recuerdos. Delacourt nos describe a una mujer sencilla, sin demasiadas pretensiones en la vida y que acepta tranquilamente lo que ésta le depara; yo no he terminado de encariñarme con el personaje ya que me ha parecido demasiado pasiva, pareciendo que nada le emociona, y a pesar de todos los sentimientos tristes y amargos que ella va reflejando en cada página, yo no he conseguido empatizar con ella.
Cuando se encuentra con todo ese dinero ella guarda el cheque, ya que no sabe muy bien que hacer con él. No le dice nada a nadie, lo que me pareció más bien raro, supongo que consecuencia de ese carácter cerrado de la protagonista. Jo comienza a hacer listas, para saber en que debería invertir el dinero. Sus listas de deseos van cambiando a medida que cambia la propia Jocelyn. En los inicios son más bien aquellas cosas que necesita para la casa o los caprichos que a su marido le gustaría tener, pero nunca nada para ella misma. Después también nos encontramos con listas más profundas sobre ciertos temas que le preocupan a Jo, porque tal vez lo que a ella le gustaría es comprar tiempo para poder estar con los suyos, lo que por supuesto sabemos, el dinero no nos lo concede.
Al final de la novela, se nos propone, a imitación de Jocelyn, hacer nuestras propias listas de deseos. Yo os invito a que lo hagáis, tal vez os sorprendáis de vosotros mismos.
Se trata de una novela sencilla, fácil de leer y entretenida. Aunque no es una gran obra, tiene su encanto. Una historia narrada en muy pocas páginas, que leeréis en un par de horas. Realiza una reflexión sobre la felicidad o más concretamente, cuales son los factores que nos la otorgan. Viene a recordarnos que el dinero no da la felicidad, ni recupera a aquellas personas y amores que perdimos. Porque hay determinadas cosas en la vida que el dinero no puede comprar, bien sea el amor o la felicidad, o incluso el tiempo y es que es necesario “saborear cada gota de vida que Dios nos da”.
En esta novela Delacourt nos presenta a Jocelyne, apodada Jo, dueña de una mercería, casada con Jocelyn, también Jo. Nuestra protagonista ve como su vida da un giro inesperado cuando sus amigas las mellizas, la convencen para que juegue al Euromillón, y casualidades de la vida, le toca. Se encuentra, de repente, con dieciocho millones de euros en las manos, y la posibilidad de tener todo lo que quiera. En ese momento es cuando Jo decide empezar a escribir una lista, enumerando todos sus deseos, desde una lámpara para la mesa de la entrada hasta una nueva cortina para la ducha; porque, para su propia sorpresa, ya no está del todo segura de si el dinero realmente trae la felicidad…
Esta historia nos la relata la propia Jocelyn; es un relato íntimo, personal, de todo aquello que acontece en su vida, sus sentimientos, sus miedos y sus deseos. Poco a poco la vamos conociendo íntimamente, y veremos que su vida no ha sido fácil, y que en su pasado nos encontramos con algún que otro cadáver, no solo de uno de sus hijos, sino también de sus sueños, de aquellas ilusiones y esperanzas que tenía antes de casarse y que las ha tenido que guardan en el cajón, al lado de todos sus malos recuerdos. Delacourt nos describe a una mujer sencilla, sin demasiadas pretensiones en la vida y que acepta tranquilamente lo que ésta le depara; yo no he terminado de encariñarme con el personaje ya que me ha parecido demasiado pasiva, pareciendo que nada le emociona, y a pesar de todos los sentimientos tristes y amargos que ella va reflejando en cada página, yo no he conseguido empatizar con ella.
Cuando se encuentra con todo ese dinero ella guarda el cheque, ya que no sabe muy bien que hacer con él. No le dice nada a nadie, lo que me pareció más bien raro, supongo que consecuencia de ese carácter cerrado de la protagonista. Jo comienza a hacer listas, para saber en que debería invertir el dinero. Sus listas de deseos van cambiando a medida que cambia la propia Jocelyn. En los inicios son más bien aquellas cosas que necesita para la casa o los caprichos que a su marido le gustaría tener, pero nunca nada para ella misma. Después también nos encontramos con listas más profundas sobre ciertos temas que le preocupan a Jo, porque tal vez lo que a ella le gustaría es comprar tiempo para poder estar con los suyos, lo que por supuesto sabemos, el dinero no nos lo concede.
Al final de la novela, se nos propone, a imitación de Jocelyn, hacer nuestras propias listas de deseos. Yo os invito a que lo hagáis, tal vez os sorprendáis de vosotros mismos.
Se trata de una novela sencilla, fácil de leer y entretenida. Aunque no es una gran obra, tiene su encanto. Una historia narrada en muy pocas páginas, que leeréis en un par de horas. Realiza una reflexión sobre la felicidad o más concretamente, cuales son los factores que nos la otorgan. Viene a recordarnos que el dinero no da la felicidad, ni recupera a aquellas personas y amores que perdimos. Porque hay determinadas cosas en la vida que el dinero no puede comprar, bien sea el amor o la felicidad, o incluso el tiempo y es que es necesario “saborear cada gota de vida que Dios nos da”.