Revista Cultura y Ocio

RESEÑA: La memoria del aire.

Publicado el 11 abril 2019 por Jimenada
LA MEMORIA DEL AIRERESEÑA: La memoria del aire.
Título: La memoria del aire.
Autora: Caroline Lamarche (Liège 1955). Novelista, poeta y autora de piezas para radio.A pesar de haber nacido en Bélgica, pasó su infancia y juventud en España y Francia. Tras viajar a África para enseñar francés e inglés, se instaló en Bruselas. Ha publicado recienteente con Gallimard Carnets d´une soumise de province (2004), Karl et Lola (2007), La Chienne de Naha (2012), La mémoire de l´air (2014) y Dans la maison un grand cerf (2017). (Fuente Editorial)
RESEÑA: La memoria del aire.
Editorial: Tránsito.
Idioma: francés.
Traductora: Raquel Vicedo.
Sinopsis: La memoria del aire comienza con un sueño. La narradora, la propia Caroline Lamarche, ve a una mujer muerta: es ella misma pero hace más de veinte años, «como si hubiese estado todo este tiempo muriendo». Este sueño abre una brecha hacia el pasado: desde entonces, cada día la narradora va a visitar a la muerta y conversa con ella. Los recuerdos afloran en forma de monólogo: su relación durante siete años con un hombre depresivo e iracundo, la crueldad de los juegos amorosos que vivió con él y, finalmente, la historia de cuando escuchó de otro hombre: "si lloras, te mato".En este relato autobiográfico, tan rotundo y estremecedor como onírico y poético, Lamarche ahonda en la vulnerabilidad de la infancia, en las relaciones de poder que forman la dependencia afectiva y, sobre todo, en esa violencia que nunca debería de ser consustancial al amor y que, sin embargo, tan a menudo lo es. (Fuente Editorial).
Su lectura me ha parecido:
   Intensa, necesaria, breve, precisa, con una sensibilidad poética admirable, reflexiva, descarnada, un ejercicio de autocomprensión... En tiempos en los que la gente corre más que nunca, en los que es difícil encontrar a alguien que mire los acontecimientos a través de los ojos y no de una pantalla, en los que existe una obligación de estar presente en el mundo, en los que debes de estar constantemente al día y en los que, en el terreno de la literatura, cada vez más libros llevan como complemento la etiqueta "fast"; existe esperanza. Nadie dijo que fuera fácil, y menos entre tanta portada atractiva e historia que te vende la idea de "tensión hasta el último párrafo". Pero todavía existen editoriales (valientes y kamikazes al mismo tiempo), que lejos de obedecer las doctrinas de nuestro tiempo tan cambiante, apuestan por la calidad, en otras palabras, por rozar con los dedos la piel de los lectores. Todas y todos conocemos esta clase de libros. Cuesta encontrarlos en la librerías, normalmente no se encuentran en sus grandes escaparates, sino en las abarrotadas estanterías, junto a otros títulos. El lector común no los encontrará, ya que, muy a nuestro pesar, sólo se detiene frente al expositor que con el que se topa nada más entrar por la puerta de cualquier templo literario. Entre ellas puede haber algún texto excelente, sí, pero para avanzar de nivel, para no llevarte autenticas decepciones, para encontrar joyas que de verdad merecen la pena; debes pasar de largo, dirigirte a la estantería y repasar los lomos de cada uno de los libros. Sé que es una tarea compleja, que una o uno puede perderse entre la inmensidad y que en ocasiones dicha tarea puede resultar desesperante. Como buscar una aguja en un pajar. Pero sólo así se descubren los tesoros, esas historias que relucen entre sus humildes envoltorios estéticos, esas que, probablemente, acaben alojándose en tu memoria nada más finalizar su lectura. Eso sí, una advertencia, requieren tiempo, una involucración que va más allá de la propia trama, una necesaria digestión y finalmente una conclusión a partir de las reflexiones suscitadas. Ese y no otro fue el camino que seguí, casi sin darme cuenta, con La memoria del aire de Caroline Lamarche, la segunda novela que la joven editorial Tránsito publicó hace ahora unos meses.
   A veces la humildad es el elemento más importante a la hora de editar libros. Esta bien querer aspirar a más y pretender asaltar los cielos en cuanto se atisbe la más mínima oportunidad. No obstante, también se puede alcanzar la gloria, y lo más importante, el corazón de los lectores a base de escoger buenas historias, ofrecer una impecable traducción y por último abrigarlas de ediciones que, aunque no llamen la atención a primera vista, basta con echarle un vistazo a su interior para saber que merece la pena. Eso mismo fue lo que me llamó la atención de Tránsito editorial y la razón por la que decidí leer y reseñar la presente novela. Su combinación de historias la mar de apetecibles (algunas de ellas consiguen entrarte por los ojos como ese suculento postre al que es imposible resistirse) y unas portadas cuya sencillez es un ejemplo para muchas otras editoriales del panorama literario actual. Monocromáticas y collages más sugerentes que reflexivos, los cuales incentivan al lector más despierto a imaginar su significado. En el caso de La memoria del aire, la portada en si no nos ofrece muchas pistas (a pesar de su originalidad), algo que por el contrario si ofrece su título.
   La crítica de La memoria del aire podría abordarse desde distintos puntos de vista, pues a pesar de su extraordinaria brevedad (cuando el lector llega al final se queda con ganas de más a pesar del largo y pedregoso camino que ha recorrido desde su inicio hasta la última palabra), deja un poso para poder referirse a ella de muchas formas. La memoria del aire podría considerarse, en primer lugar, como una novela personalista y centrada por tanto, en ese subjetivismo en la literatura del que ahora somos testigos y que ha ido en aumento en los último años. Esa novelización del "yo" no deja de ser sintomática de una sociedad en la que cada vez damos más importancia al individualismo, y por consiguiente, a todo lo que eso afecta. Nuestra felicidad, nuestra tristeza, nuestra opinión, nuestra preocupación, nuestra desdicha, nuestra fortaleza... Nuestra vida en general. Pero la "literatura del yo" no muestra una historia en la que la o el protagonista, con X conflicto interno, se relaciona con una serie de personajes secundarios, sino que debería ofrecer una exploración, lo más exhaustiva y profunda posible, de ese agujero en el interior del corazón, el estómago o la cabeza del protagonista de la historia. Lejos de caer en topicazos o temas excesivamente manidos, Lamarche sumerge al lector ya no en una exploración, sino en una búsqueda, en un viaje, en un tren que desciende hasta el germen de todo. Y lo encuentra, ¡vaya si lo encuentra!, en lo que hasta hace unos años estaría completamente invisibilizado: una traumática y tóxica relación de pareja.
   Es en este punto donde, además de una oda al subjetivismo bien construido y justificado, deberíamos estar hablando de novela con tintes claramente autobiográficos. No es un secreto que muchas escritoras y escritores se han basado en su propia vida para escribir algunas de sus novelas más famosas y que a la larga han resultado trascendentales. De una relación amorosa con tintes platónicos surgió la Divina Comedia, uno de los textos más importantes de la literatura universal y que Dante dedicó única y exclusivamente a Beatriz, su amor, su inspiración, su luz, capaz de hacerle recorrer el Infierno, atravesar el Purgatorio para finalmente ascender al Paraíso donde poder, al fin, reencontrarse con ella. No es este el caso de Caroline Lamarche en La memoria del aire, pues si de algo es memoria este libro es de las oscuras sombras de una relación (por fortuna finalizada) y el recuerdo amargo de ella una vez transcurrido el tiempo. Por medio de brevísimos retales, Lamarche nos disecciona los recovecos de un amor brutal, violento, en donde la protagonista sufre todo tipo de descréditos, golpes y puñaladas contra su propia autoestima. Dividida en dos partes, la autora no duda en hablarnos en primer lugar (desde un estilo preciso pero enormemente poético) de aquel hombre con la justa frialdad que requiere esta reflexión a posteriori para luego, en segundo lugar, retornar a un recuerdo traumático de su pasado que vuelve con fuerza a su vida a raíz de esta terrible situación sentimental. Su lectura, como ya apuntaba al principio de la presente reseña, necesita tiempo, dedicación, detenerse unos instantes tras leer un capítulo, uno de los muchos testimonios que la autora vierte sobre los ojos del lector. Pero también, por si fuera poco, La memoria del aire necesita reposo, el necesario para que, una vez asentada y digerida toda la información, éste consiga extender sobre la mesa (o sobre el teclado del ordenador, según se mire) esa huella imborrable y eterna. Personalmente, la experiencia de encontrarme por vez primera con Lamarche y su literatura ha sido de entendimiento, de comprensión, e incluso de compañía. Jamás me he visto en la situación que la autora belga narra con tanta vehemencia y delicadeza. Ojalá no conozca nunca esa clase de miedo, cuyo olor a muerte y terror de seguro conseguirían estremecerme. De lo que sí estoy segura, por desgracia, es en el hecho de que muchas mujeres pueden haberse identificado con su protagonista.
   El amor romántico mata, lo dice Lamarche, lo digo yo y lo dicen infinidad de intelectuales y voces anónimas a las que la historia, de seguro, algún día pondrá en su lugar. Y es que desde bien pequeñitas se nos ha metido en la cabeza la idea de que los príncipes azules existen de verdad y que somos nosotras las que debemos ser rescatadas de los dragones (o lo que es lo mismo, de cualquier adversidad que se nos presente en la vida). Sin embargo, todavía es más interesante ver como la propia Lamarche, en un ejercicio de autocrítica y reflexión más allá de que los ojos ven, bucea, se sumerge, consiguiendo llegar hasta los mismos cimientos de la construcción del patriarcado universal. Observa cada una de las patas que lo sostienen, deteniéndose especialmente en una, la que lleva por nombre "culpa femenina". Y es que Lamarche tiene razón cuando en La memoria del aire dice que gran parte de la desigualdad entre hombres y mujeres se ha construido a base de minar la autoestima de la mujer haciéndole creer que la culpa de todo es suya. Así como el instinto de supervivencia aflora en cada uno de nosotros en el caso de necesidad, el de culpa surge de manera innata en el sexo femenino como si fuera algo normal, cuando en realidad no lo es. Por no hablar de, en relación con esto último, la creencia de que el hombre es el único capaz de hacer entrar en razón a la mujer cuando ésta niega esa culpa. "La sociedad es cómplice del hombre", ese debería ser el nombre de otra de las patas que con firmeza han sujetado siglos de salvaje patriarcado. La normalización de la superioridad del varón en todos los aspectos de la vida confirma a la propia Lamarche lo que ya se temía, que es necesaria y urgente implantar una perspectiva de género en los principales resortes de defensa jurídica, sanitaria y policial para afrontar ciertos procesos en igualdad de condiciones. Algo que, si echamos un vistazo a nuestra actualidad más acuciante, está lejos de ser una realidad.
   El rojo es el color protagonista de la presente portada, así como el de la sangre y como el de la capa de Caperucita Roja. Libro que, por cierto, acaba de ser retirado de la biblioteca escolar de un colegio de Barcelona por considerarse sexista según una noticia de la que ayer se hicieron eco incontables medios de comunicación de este país. El machismo está presente en muchos libros infantiles (en parte porque fueron escritos en épocas pasadas en las que éste estaba a la orden del día y estaba más aceptado). Por tanto, es un error pensar que sólo por leer La cenicienta, La sirenita o Los tres cerditos las niñas y los niños van a adquirir automáticamente comportamientos machistas. Si algo me ha enseñado la lectura de Lamarche ha sido a que, sí, los referentes culturales pueden influir sobre los comportamientos de las futuras generaciones pero... ¿Un padre o una madre no lo son más? ¿No puede el niño llegar a desarrollar comportamientos machistas a partir de lo que observe en el entorno familiar? ¿Y si el problema, en realidad, no son tanto los libros como una educación doméstica sesgada entre niños y niñas? Creer en príncipes azules no es bueno, pero tampoco lo es asumir que a ti te toca fregar los platos mientras tu hermano se sienta a ver la tele.
La memoria del aire: una historia de desgarro, evidencias, denuncia, autocomprensión, reflexión, necesaria lectura y debate... Las profundas heridas del amor romántico.
Frases o párrafos favoritos:
"Querida muerta, mantén los ojos cerrados si quieres, pero abre bien las orejas: aquel a quien amé durante siete años no consideró necesario comunicarle a su madre que yo existía, que era, como él decía, la mujer de su vida (...) Sin embargo, este hombre, el hombre de antes, que a partir de ahora llamaré, por simplificar, Deantes, Deantes, pues había acabado de conocer a toda mi familia."
Cortesía de Editorial Tránsito

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