LO QUE MAISIE SABÍA
Título: Lo que Maisie sabía.
Autor: Henry James (1843-1916), escritor americano, nacionalizado británico, está considerado uno de los grandes novelistas de finales del siglo xix y principios del xx. De su extensa obra cabe destacar novelas y relatos tan conocidos como: Daisy Miller (1878), Washington Square (1881), Retrato de una dama (1881), Las bostonianas (1886), Los papeles de Aspern (1888), Otra vuelta de tuerca (1898), Las alas de la paloma (1902) o La copa dorada (1904). (Fuente: Editorial).
Editorial: Gatopardo.
Idioma: inglés.
Traductor: Sergio Pitol.
Sinopsis: Lo que Maisie sabía cuenta la historia de Maisie, una niña que a causa del divorcio de sus padres se ve obligada a vivir un periodo de seis meses con cada uno de ellos. Entre madre, padre, madrastra, padrastro, institutrices y niñeras, Maisie intentará comprender, con mirada inocente y mente perspicaz, el complejo mundo de los adultos, en el que la ambigüedad, la hipocresía, el engaño y la culpa constituyen su entramado emocional y sentimental. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido:
Concentrada, a ratos densa, oscura, con un narrador adecuado para esta historia, profunda, humana, bien escrita (no es para menos), terriblemente actual... Resulta muy curioso que se me ocurriera una tarde, mientras aguardaba en la habitación de un hospital junto a mi hermano, iniciarme precisamente en la lectura de Otra vuelta de tuerca, la novela con la que me enamoré de Henry James. Estadounidense de nacimiento, británico como rebelión. Barroco en sus novelas, accesible en sus relatos. Retratista del alma humana por las mañanas, autor de terror gótico por la noche. Aunque dicha obra (la cual un siglo después Amenábar adaptaría con gran acierto y con una Nicole Kidman en uno de sus papeles más icónicos) se adecuase a lo segundo más que a lo primero - a pesar de esa radiografía psicológica marca de la casa - poco me importó en cuanto tuve la oportunidad de leer la primera página. Desde entonces, y siempre que puedo, trato de reunir en mi biblioteca todo lo que puedo de él - el leerlo de inmediato, como sucede con todo lector, es otro cantar -. Sin embargo, con la novela que tengo de nuevo entre mis manos es diferente, pues tanto su extensión (317 páginas de Henry James pueden ser una gloria o un pequeño suplicio), así como su temática - dura hasta decir basta a pesar de su aparente simpleza - me hacían replantearme una y otra vez su lectura. Hasta el punto de enfocar mi interés en títulos menores del autor a sabiendas que ésta era una de sus mejores novelas. Desvíos claramente intencionados e injustificados que desembocaron, como no podía ser de otra forma, en una oportunidad muy bien aprovechada, digerida, llorada y por supuesto leída. Lo que Maisie sabía: una niña como escudo y testigo de los cristales rotos de un espejo llamado matrimonio.
Adentrarse en la prosa de Henry James es similar a adentrarse en un laberinto. Nunca sabes si vas a conseguir salir de él rápidamente o, por el contrario, tardaras en encontrar la salida y te perderás entre callejones sin salida o caminos que parecen conducir a ninguna parte. Lejos de alarmaros (ya que a Henry James hay que leerlo sí o sí tanto si eres un lector común como si tu sueño es poder vivir algún día de la escritura), lo que pretendo con mis palabras es aportar toda la sinceridad del mundo. Los clásicos no son fáciles, y menos cuando superan las 300 páginas, y en el caso de Henry James son palabras mayores. Ya nos lo avisó la que fuera su discípula, amiga y confidente durante muchos años - la grandísima Edith Wharton - al admitir que algunos pasajes de su extensa obra resultaban bastante incomprensibles. La admiración implica sinceridad, algo que todas y todos los que nos dedicamos a la crítica literaria deberíamos tatuarnos en la piel, o si no queremos llegar a esos extremos, al menos prestar atención a la relación entre maestro y alumna - aventajada en este caso - en lo que intercambios de impresiones se refiere. Con respeto, pero sin dejar de lado la verdad. Dicho esto, no puedo estar más de acuerdo con Wharton, ya que en esta obra en concreto, en ocasiones - debido a un barroquismo inusitado - al lector se le hace bola. Sin embargo, para que el efecto derivado de su estilo inusitadamente barroco fuese más leve - ya que en este caso es imposible aportar un remedio - como lectora me concentré en lo que James me estaba contando, y a partir de ahí dejarme llevar. No hay nada más efectivo que cambiar el chip de "lectora común" a "lectora-historiadora" para acabar maravillándome de su atemporalidad, porque sí, lo que sucede en Lo que Maisie sabía podría bien estar aconteciendo al otro lado del rellano.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Lo que Maisie sabía debemos empezar por algo capital, algo que confiere de originalidad la presente novela, algo de lo que muchas veces no nos damos cuenta y que resulta imprescindible para cualquier historia: la particularidad de su narrador. Acostumbrada a toparme con narradores en primera persona o con narradores omniscientes capaces de conocer hasta los sentimientos más ocultos de los personajes, de pronto, Henry James me sorprende con un interlocutor en una tercera persona muy poco convencional. Lo podemos catalogar como frío, impasible, pero personalmente creo que el adjetivo más adecuado para definirlo es el de "distante". Es decir, nos narra la historia pero sin llegar a involucrarse al 100% en ella, dando la sensación de que tiene opiniones propias - las cuales no duda en verter ante el asombro del lector - y sobre todo, que no quiere - por deseo personal - contar más de lo que realmente sabe del asunto. Este narrador no cae bien, no busquéis empatizar con él, no forcéis la maquinaria, pues ahí está la magia de esta novela, en la originalidad de un autor que ha decido contarnos lo que pasa desde la distancia, algo que por cierto, encaja perfectamente con el argumento y la trama. Lo que Maisie sabía cuenta, como habéis podido leer en la sinopsis, la historia de un matrimonio que se rompe con una hija en común. Una historia a la que el lector asiste con verdadera vergüenza, estupor, impotencia e indignación al descubrir como, tanto el padre como la madre, usan a la pequeña para fastidiarse el uno al otro. Y mientras tanto Maisie, de tan solo seis años, acaba entrando sin ella quererlo en un mundo de emociones adultas que ni ella misma comprende. Resulta abrumador como el lector consigue empatizar con la niña, hasta el punto de sentir la misma tristeza, la misma confusión y misma la sensación de estar perdida/o en una dinámica que no le corresponde para su edad. Lejos de solucionarse el problema con una custodia compartida - seis meses con cada uno - los tiras y aflojas entre sus padres recién separados continuarán. De esta forma, Maisie deberá acostumbrarse a vivir en dos realidades diferentes - sus padres consiguen rehacer sus vidas - con dos familias que no siempre tienen ganas o tiempo para ocuparse de ella, ya que la propia Maisie simboliza el recuerdo del fracaso matrimonial. O al menos eso es lo que nos quiere transmitir el narrador desde su "objetivo" punto de vista. A medida que vas avanzando, el lector asiste al proceso de crecimiento y maduración de Maisie, quien sobrevive como puede a la situación, algo que prolonga la angustia y la preocupación del lector, el cual acaba odiando a los padres y sobre protegiendo - como si fuera su propia hija - a la pobre Maisie. Por último, y antes de pasar al siguiente párrafo, me gustaría destacar la magnífica habilidad del autor a la hora de confeccionar y dotar de psicología a los personajes infantiles. Ya lo demuestra en Otra vuelta de Tuerca - Miles y Flora aún me siguen dando escalofríos - y de nuevo encontramos a Maisie, una niña que ya tiene padres, pero aún así, Henry James consigue que queramos adoptarla, sacarla de aquella casa, llevárnosla para cuidarla en un lugar mejor.
Resulta decepcionante comprobar lo poco que el ser humano ha cambiado. Sobre todo respecto a algunos temas, los cuales, por arraigo social y cultural, parecen no evolucionar nunca. Dicho esto, es importante comentar que la obra de Henry James resulta bastante pionera en ese sentido. Ya no sólo en lo que al argumento de la misma se refiere - que de seguro devino en escandalo - pues por primera vez el lector pudo adentrarse en la espesura y en la oscuridad que en ocasiones reinan en lo privado, en la casa, en ese hogar que desde el XIX nos han intentado vender como idílico. También desde el punto de vista universal ya que, como podemos observar tanto a nuestro alrededor como nada más poner la tele, las relaciones tras el divorcio - y más cuando hay uno o más niños en común - no siempre son buenas. Algunas series de televisión muy conocidas en este país se lo toman a humor - hasta llegar a lo histriónico - pero la realidad es que los que más sufren en ese sentido, los niños, ven afectado su mundo en un momento crucial en sus vidas, en pleno desarrollo y siendo testigos de los rifirrafes entre sus propios padres. Sin embargo, a pesar de su avanzado planteamiento narrativo, no debemos olvidar que Lo que Maisie sabía es hija de su tiempo, como lo fue el propio Henry James. ¿Recordáis mi insistencia entorno al particular narrador de esta novela? Sí, pues en ese caso ¿no estamos entonces ante un narrador que, social y culturalmente, podría también ser un arquetipo de su época? ¿Esa frialdad y esos posicionamientos partidistas que en la mayoría de ocasiones otorga al padre no lo delatan? Y lo más importante ¿nos está queriendo su autor lanzar un mensaje de que, en cuestiones de divorcio, el hombre es el que siempre gana? ¿Crítica social entonces? No lo creo ¿reflejo de los cambios y resistencias de una época? Respuesta correcta.
Lo que Maisie sabía: una historia de enfrentamientos, tristeza, impotencia, infancia alterada, incomprensión, egoísmos, desconcierto... La trascendencia de un debate social en constante ebullición.
Frases o párrafos favoritos:
"Así, la fuerza principal de la niña procedía de su aguda sensación de ser espectadora, de la larga costumbre de ser, desde un principio, motivo de discusiones y en contra la violencia de estás -tenía una cierta idea del juego de fútbol- una especie de compensación por el hecho de verse condenada a tan peculiar pasividad. A menudo esa sensación le permitía ser espectadora de su propia vida, como si la observase con la nariz aplastada detrás de una ventana."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Gatopardo Ediciones