Los niños están mirando de Laird Koenig y Peter L. Dixon es una agobiante historia con unos niños como protagonistas. El libro fue publicado originalmente en 1970, dato muy importante para entender la ambientación y las costumbres de la época.
Un thriller con unos niños que no son las víctimas en esta espeluznante narración. Entonces, ¿serán los malvados?
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Argumento
El resplandeciente sol californiano baña las playas de Malibú durante la última semana del verano. Los cinco hijos del matrimonio Moss, una pareja de actores que está terminando de rodar en Italia su última película, se encuentran solos en casa, enganchados a la pantalla del televisor. Sentados estáticos frente a los tubos catódicos, los cinco hermanos Moss parecen vivir dentro del universo de los sueños que se fabrica en el otro lado de las colinas, en un Hollywood decadente y violento. ¿Quién cuida de ellos? La niñera acaba de ser encontrada muerta, flotando en el mar.
Encerrados en su propio horror secreto, siempre con las persianas a medio bajar, los niños insisten en mantenerse ajenos a un mundo adulto de entrometidos que pretenden invadir su hogar aporreando la puerta: la policía, los carteros, los vecinos y un misterioso hombre que los vigila cada noche a través de las cortinas.
Mi opinión personal (sin destripes)
Ha sido una gran sorpresa y un sabroso disfrute lector encontrar en esta lectura a unos niños que no aparecen como víctimas en un thriller. Y creo que este planteamiento tan inquietante es para resaltar el poder y la crueldad que se encuentra en lo aparentemente inocente y cotidiano.
En todo momento inquieta y fascina la historia por su complejidad psicológica. Por esa duplicidad en los niños, pureza frente a maldad. La construcción de los personajes es una genialidad; conseguida para resaltar la dualidad que toda persona encierra, y un niño también. Sabemos de la existencia de caracteres diferentes en una misma persona y en esta historia están resaltadas y acentuadas por las influencias de todo lo que los niños protagonistas absorben incontroladamente de la televisión (todo el día encendida).
La atmósfera de tensión y miedo irracional no desaparece en ningún momento, afectando a la vida cotidiana de unos niños que deciden actuar según sus propias normas; guiados (repito) por los modelos de televisión que consumen diariamente. Fijaos en el que os transcribo a continuación.
«Restalló un disparo. El hombre se agarrotó y jadeó, tratando de respirar.
La niña que sostenía una concha en la cuenca de la mano la presionó contra sus finas costillas a la misma altura que el hombre que tenía delante se aferraba el pecho con una mano veteada de sangre. Ella cerró los ojos e intento imaginarse la sensación que produce una bala al romper hueso»
¿Qué os parece? Inquieta el comienzo de la lectura muchísimo.
Me ha gustado la atmosfera oscura y misteriosa que se crea en la California hippie de los años 70. Sentí que a pesar de no existir un castillo viejo y abandonado con pasadizos secretos todo en la casa y en la ambientación era muy tenebroso y muy siniestro, todo para aderezar sabiamente la trama y conseguir una complejidad que me mantuvo enganchada hasta el desenlace de la historia.
Cuando leo una novela de suspense bien construida y que me atrapa sin poder dejar de leer me asombra y siempre me quedo con la misma pregunta: ¿Cómo lo ha conseguido? Un thriller psicológico no es nada sencillo y más cuando el autor, autores en este caso, desean transformar esta experiencia lectora en un aprendizaje o en una llamada de atención hacía la educación de nuestros niños.
Niños que yo, a pesar de sus actos y de las consecuencias de ellos, termine queriendo.
Giros inesperados para aumentar el suspense y la tensión propios de este género. Y una narrativa sencilla y ágil para llevar al lector sin pestañear hasta el final.
Leed este libro y os meteréis de lleno en una espiral de alta tensión, intensificada de un modo brutal al mismo ritmo que avanza la trama. Genera en todo momento emoción y excitación, me hizo vibrar de un modo cautivador.
Laird Koenig. Estudió Literatura y Psicología en la Universidad Estatal de Washington, trabajó como publicista en Nueva York y se mudó en la década de los 60 a Los Ángeles, donde comenzó a trabajar como guionista. Escribió su primera novela, The Children Are Watching (1970, de próxima publicación en Impedimenta), en colaboración con Peter L. Dixon, y la obra saltó a la gran pantalla en 1978 con el título Attention, les enfants regardent, producida y protagonizada por Alain Delon. Su segunda novela, La chica que vive al final del camino (1973), también fue llevada al cine en 1976, protagonizada por Jodie Foster, Mort Shuman y Martin Sheen. Falleció en 2023 en Santa Bárbara, a los noventa y cinco años.
Peter L. Dixon nació en Nueva York, pero pronto se trasladó a la costa del Pacífico, donde se convirtió en uno de los pioneros del buceo moderno con bombonas. En verano hacía surf y trabajaba como socorrista en Santa Mónica, donde conoció a Sarah, su mujer desde hace casi setenta años. También trabajó como especialista acuático en series de televisión como Sea Hunt y Viaje al fondo del mar. A los veinte años se mudó a una casa en la playa de Malibú, donde crio a sus tres hijos, y comenzó una larga carrera como novelista y guionista trabajando en series legendarias como Flipper, Los Walton y La casa de la pradera. Es autor, junto a su amigo, el también guionista Laird Koenig, de la novela Los niños están mirando. El matrimonio reside en la costa de Nueva Zelanda, donde Peter L. Dixon sigue escribiendo.
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