Un hombre atraviesa un pasadizo. Detrás de él, vemos una pared llena de imágenes de personas desaparecidas, retratos en blanco y negro. Las fotografías parecen ser infinitas. El hombre avanza en paralelo al muro, casi de espalda a ellas. Luego, en algún punto, los retratos se terminan, salen del cuadro, desaparecen. Las fotografías han estado en un “primerísimo” segundo plano y ahora no están más. La escena narrada, que podría ser la más significativa del filme, le pertenece a NN del director Héctor Gálvez, que vuelve a la ficción con una historia, como él ha tenido a bien nombrar, de fantasmas. Fantasmas personales, a decir verdad, que se desprenden, a su vez, de otros fantasmas un tanto más reales. No se trata, sin embargo, de una película fantástica. El hombre que camina es un antropólogo forense, y las fotografías que deja atrás, los desaparecidos, son sus fantasmas. Los fantasmas, finalmente, de un país.
NN, segundo largometraje de ficción del cineasta peruano (su primer acercamiento a la dirección fue con un largometraje documental, no hay que olvidarlo), centra la mirada en un grupo de forenses que deben exhumar restos de personas asesinadas durante el conflicto armado interno y entregarlos a sus familiares. Es un trabajo duro, sin duda, a nivel emocional. Y se agrava cuando los restos de uno de los desaparecidos no puede ser identificado: el NN. La historia se desarrolla desde la figura de Fidel, el antropólogo a cargo del equipo, que parece particularmente tocado por este suceso, pues tras este hallazgo aparece Graciela (Antonieta Pari), una mujer que cree encontrar en estos restos a su esposo desaparecido 25 años atrás. Fidel, interpretado por Paul Vega, debe lidiar con ella y con el aparato burocrático que posee absoluta competencia sobre los restos no identificados. A partir de aquí, una historia que podría abordar el tema de los desaparecidos desde una perspectiva general (no necesariamente la mejor opción), se centra en su personaje principal y un gran dilema que debe resolver. Una estructura narrativa simple, en realidad: un personaje al que se le presenta una adversidad, en este caso ética, que debe superar de algún modo, no sin perder algunas batallas.
El tema central, por lo tanto, no gira en torno a la búsqueda de desaparecidos, o las consecuencias que la lucha contra el terrorismo le trajo al Perú, sino en el modo en que un personaje debe tomar una decisión que reconcilie a otros, aun dejando de lado sus principios. Desde esta perspectiva, lo que hace Fidel es inmolarse. Él carga con el peso de no saber a quién pertenecen no uno, sino muchos NN, y observa, con frustración, cómo el paradero de estos es el olvido.
La fortaleza de la película de Gálvez radica en la atmósfera que genera, sobre todo desde la fotografía; al modo en que sus personajes transitan dentro de la historia, al silencio y los gestos contenidos de sus protagonistas. Sin embargo, es una historia que no da margen a la sorpresa, al giro narrativo, y que no consigue golpear como debería al momento del desenlace, tal vez porque la exposición prolongada de las labores del grupo forense y los planos en su mayoría estáticos y abiertos no representan con certeza el dilema interno que vive el protagonista, además de distraernos del conflicto en sí, y hacen que el paso a los momentos finales de la película se vuelva débil. Justo cuando el ritmo y la historia debieran ser contundentes, esta se uniformiza, y no para bien.
No obstante, NN es una película interesante y que, junto a Magallanes, abordan un tema sensible en un contexto particular: la excarcelación de varios de los terroristas que protagonizaron la época más cruenta de nuestra historia reciente. No existe, por supuesto, una asociación directa entre ambos sucesos, y no significa que la película deba ser vista por este motivo (una obra de arte debe sobrevivir a la anécdota), pero vale la pena mencionarlo.
Efraín Bedoya es artista audiovisual. Adicto al cine online y los viajes con mochila. Vive en Lima.