Era yo apenas un chaval cuando conocí la obra de Tim Powers. Entré por las Puertas de Anubis, navegué En costas Extrañas. Hice Cena en el palacio de la discordia. Y quedé fascinado para siempre. Me dejaba empapar por todo lo que me llegaba de este autor, que es de hecho una de las razones que me animaron a juntar palabras. Y de repente, en el 2003, se cortó el grifo con Declara. Él seguía escribiendo, pero no nos llegaba nada. Cero. Incluso escribí a su editorial española preguntando por publicaciones futuras, sin respuesta. Y, de repente, hace un año y pico, aparecieron de golpe Tiempo de sembrar piedras y Ocúltame entre las tumbas. Ambos libros son continuaciones de otro de sus grandes clásicos: La fuerza de su mirada, uno de los favoritos de la afición (y de mí). El primero como un relato largo que enlazará con el segundo, que hoy nos atañe. Qué puedo decir sino aleluya. Los dos a la estantería y a leerlos con calma no vayan a pasar otros 12 años hasta poder leerlo de nuevo
Los tres libros conforman el así llamado ciclo de los poetas malditos de Powers. Las bases quedarían establecidas en el primero y mejor de ellos, La fuerza de su mirada. En él se especula con que la inspiración de algunos de los grandes artistas de diferentes épocas proviniera directamente de criaturas sobrenaturales, que vampirizan a los elegidos intercambiando vitalidad por creatividad. Además (y sobre todo), el americano reescribe en esta clave fantástica la historia de algunos de estos memorables artistas. En primer lugar jugaría maravillosamente con los poetas románticos ingleses (Byron, Shelley, Keats) y su grupo de amigos. En el relato Tiempo de sembrar piedras continuaría brevemente con un secundario de la anterior, Edward Trewlany como protagonista, una forma de hacer tabula rasa y dar pie a esta última novela. Ahora, cambiemos románticos por prerrafaelitas y la mesa está servida.
Powers sacará todo el partido a este grupo creativo, encabezado por la familia Rossetti (centrándonos en su labor poética mucho más que en la pictórica, que quizá resulte tanto o más reconocida hoy día). La historia girará en torno al conflicto (muchas veces confrontación, pero no siempre) de los artistas con los vampiros, aunque los protagonistas narrativos serán humanos "normales", John Crawford (hijo del Michael protagonista de la original) y Adelaide McKee, una mujer de armas tomar a la altura de sus enemigos, mirando directamente a un Polidori (el médico de Byron y creador del mito del vampiro romántico) que lleva muchas décadas haciendo de las suyas por el mundo (y sobre todo el inframundo) londinense. Por encima de todos estos personajes, destacará en carisma el citado Trewlany, y es que cuando aparece, las páginas ganan enteros, la acción intensidad, y los diálogos calidad. Siempre medrando, pero más como granuja simpático, temerario y peligroso que como malvado.
A quienes se lo pregunten, los tres libros son relativamente independientes y se pueden leer sin conocer los anteriores, pero desde luego a quien no los conozca, yo recomendaría La fuerza de su mirada para empezar, y si entusiasma, ya pasarse a este para seguir con un universo fantástico que, aunque no sea idéntico, parece otra versión de la misma reflexión sobre la inspiración, el éxito, la gloria y la desgracia.
Por último, hay que poner un pero. Solo uno, pero importante. Trewlany y los "protas" si están a la altura, pero hay que reconocer que los prerrafaelitas, aunque tengan sus fortalezas, no son ni de largo tan interesantes como los románticos de la primera novela, y es que Byron es mucho Byron.
No obstante, una gran novela que hace desear que sigan llegándonos las creaciones de Powers.