El día de hoy presentamos una reseña del libro "El libro y sus poderes (siglos XV-XVIII)" de Roger Chartier. El libro ha sido traducido al español por Jesús Anaya Rosique y ha sido publicado por la editorial de la Universidad de Antioquia en Colombia en 2009.
Roger Chartier historiador de la cuarta generación de la escuela francesa de los Annales es un experto en historia del libro y ediciones literarias. Nació un 9 de diciembre de 1945 en Lyon. El texto que hoy se trae a colación titulado “El libro y sus poderes (siglo XV-XVIII)” traducido al castellano por Jesús Anaya Rodríguez hace parte de los estudios que el autor ha realizado a lo largo de su vida. El texto es dividido en 9 ítems: -el libro y sus poderes (siglos xv-xviii), -los poderes del manuscrito, -libro, obra y literatura, -autoridad del texto y placer de la lectura, -lo sagrado, la magia, el sentimiento, -poderes del impreso, poderes del codex, -¿muerte del libro?, -el orden de los discursos y -pantallas de escritos. En un primer momento Chartier nos dice que el propósito de su texto se argumenta en un doble cuestionamiento: el cómo pensar las relaciones entre la impresión y otras formas de publicación y de difusión de lo escrito (como el manuscrito) y por otro lado como situar los poderes propios del libro en relación con otros objetos escritos. Estas dos preguntan dan inicio a sus palabras. Roger resalta como la llega de la imprenta pese a ser una revolución en las formas de difusión de los textos no gozó en sus inicios de mucho respeto por parte de escritores de la época y más personas afines a este nuevo tipo de conocimiento, y distintamente a lo que podía creerse, la imprenta no acabo con el manuscrito, es más, en un momento pareciese que esta permitiese que las obras a mano mantuviesen su prestigio y respaldo de académicos. Las empresas dedicadas al proceso de imprenta en una instancia inicial se dedicaban a publicar libelos, panfletos, solicitudes, carteles, recibos y más, mas no libros. Este llegaría más adelante a ser constantemente incluido en el stock de estas entidades. Sin embargo en las calles de grandes ciudades se vislumbraba en gran manera el apogeo de la imprenta. Los muros y espacios públicos comenzaron a llenarse de información y circulación de comunicación comercial, es este punto en el cual Chartier menciona que nace la necesidad de reformular la oposición entre ‘cultura escrita’ y ‘cultura impresa’. Como contrapeso a la rápida difusión de la imprenta, vemos en el manuscrito un ‘poder’ especial. El autor alude a este poder en dos puntos uniéndolos al fenómeno que significó la llegada de la imprenta: el primero es la utilización creciente de la escritura como instrumento de gobierno y administración, mientras que el segundo es el vínculo estrecho entre experiencia religiosa y uso del escrito. Es curioso denotar que pese a esa posible rivalidad entre la imprenta y el manuscrito muchas veces se complementaban puesto que por ejemplo páginas dejadas en blanco en la imprenta eran especialmente rellenadas a mano. Esto especialmente nos hace llegar a la conclusión de que el texto impreso está abierto a la movilidad, flexibilidad y variación, algo que antes quizá solo era pensado en el hecho a mano y sus bondades. Más adelante en su texto Chartier nos cuenta anécdotas interesantes como las malas costumbres de los libreros que estigmatizaron a la imprenta, la más notable de ellas fue la malinterpretación, atrevimiento o manipulación que los editores hacían de textos de autores que veían ideas cambiadas o palabras no expresadas por ellos que eran incluidas como propias, además de vender a escondidas los libros de estos autores con el fin de lograr ganancias añadidas. (les decían que habían impreso 1500 copias cuando en realidad eran 3000). Sumado a todo esto la masificación de los libros más que alegrar a los escritores causaba en estos estupores al pensar que ahora cualquiera podía acceder a sus escritos y no solo el público para el que había sido pensado. Creían incluso que no era conveniente que cualquier “ignorante” accediese a sus libros. Estas dos fuertes razones serian el peso con el que muchos autores desearon recurrir de nuevo al manuscrito pues en este hallaban más control en la difusión de sus contenidos y más facilidad de que sus textos circularan en la clandestinidad que estos querían. Es decir, el poder de controlar sus contenidos fue la razón central de la favorabilidad de escritores reconocidos o no a las obras manuscritas. Por ende no es sorpresa hallar en el manuscrito obras del libertinaje erudito de la época e incluso publicaciones alternativas a las corrupciones introducidas por la imprenta. Por su parte la imprenta veía entre sus prioridades y ventajas el poder de recopilación de obras de un solo autor en un mismo volumen, además de esto la atención a favor que los entes de autoridad tenían en esta, facilito la publicación de gran cantidad de textos. El paradigma de la Nueva Historia de las ciencias justificada en tres objetos: las negociaciones, las convenciones y las controversias logró difusión en la imprenta. Pese a esto la imprenta no dejaba de tener errores que autores como Cervantes y Lope de Vega atestiguaban, en ambos casos la omisión de frases o incongruencias les llevó en muchas ocasiones a hacer correcciones que en ocasiones como la de Cervantes decía ser propias o en el caso de Lope de Vega pertenecían al impreso. Chartier no deja de recordarnos en su texto que el libro tiene poder y da ejemplos como el de libros sagrados que han sido objeto de “usos propiciatorios y protectores que no suponían necesariamente la lectura de su texto, sino su presencia material en la cabecera del enfermo o de la mujer que está pariendo”. (pág. 24) Es esa carga de sacralidad y en su antípodas la posesión diabólica en otros textos (por citarles solo de ejemplos) las que podrían ocasionar locura provocada por el exceso de lecturas según el autor. En sus palabras: “la lectura sin control es juzgada peligrosamente porque asocia la inmovilidad del cuerpo y la excitación de la imaginación… el rechazo de la realidad, a la preferencia dada a la quimera”. Con la idea de que el impreso y el libro han transformado profundamente las prácticas sociales, el autor se acerca al final de su argumento, le llama al libro una fuerza poderosa e inquietante y menciona que pese a todo en la historia de la humanidad nunca han sido producidos y vendidos tantos libros como ahora. El libro es el producto de un arte mecánico y un objeto material, un discurso dirigido al público por un escritor. El libro es objeto y obra, una unión entre la inmaterialidad de la obra y la materialidad del texto. En ese orden de ideas el autor nos habla de tres innovaciones fundamentales en la historia del texto y libro, la primera: las hojas y páginas que reemplazaron al rollo o volumen, la segunda: la aparición del libro unitario y la tercera: la invención de la prensa de impresión y los caracteres móviles. Cierra su texto haciendo mención a las nuevas formas de lectura y difusión de textos, los medios virtuales. Todo este mundo digital ofrece un sinnúmero de variedad de contenidos que podría verse tanto ventajoso como desventajoso. Para Chartier, no debemos considerar la pantalla como una página, sino como un espacio en tres dimensiones, dotado de anchura, altura y profundidad.para citar el libro:Chartier, Roger. El Libro y sus poderes (Siglos XV-XVIII). Jesús Anaya Rosique (Traductor). Editorial Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia. 2009