Everything, everything, de Nicola Yoon.AutoconclusivoEditorial: SM | Número de páginas: 317Precio: 14.50€
Agradecimientos a la editorial
Madeline Whittier es alérgica al mundo exterior. Tan alérgica, de hecho, que no ha salido de su casa en 17 años. Aún así, su vida transcurre feliz y tranquila hasta que el chico de ojos azules como el Atlántico se muda a la casa de al lado. El flechazo surge por mensajería instantánea y va creciendo y complicándose a través de un sinfín de conversaciones, anhelos, viñetas, sensaciones, ilustraciones, sueños...El amor lo vale todo. Todo, todo. Y este libro es eso. Amor puro. Cuando cerré el libro hará unos días me quedé un rato pensando en qué había sentido al acabar el libro e intentar tener un poco claro cómo encauzar esta reseña.
Y es que resulta difícil volver a la rutina de siempre con todos los ruidos que llegan de fuera. De repente, Maddy es consciente del cotilleo de los pájaros y de los rayos de sol que se cuelan por sus contraventanas. Y cuanto más trata de separarse del mundo exterior, más empeñado parece en entrar...
¿Qué tendrá Olly que lo hace tan impredecible? ¿Y tan... especial? ¿Qué tendrá Olly para hacer que la realidad de Madeline se tambalee?
Nicola Yoon nos presenta a Madeline, una chica que tiene que vivir encerrada en su casa debido a una enfermedad bastante dura: inmunodeficiencia combinada grave; enfermedad que no le permite tener contacto con el mundo exterior ni tocar a nadie, por lo que vive en una burbuja. Para que una persona pueda entrar en su casa y verla (que eso se suele reducir a su enfermera casi), tiene que descontaminarse para evitar cualquier tipo de contagio a Maddy. Aún así, ella es una chica, dentro de lo que cabe, bastante feliz y optimista, que a pesar de la vida que le ha tocado, no pierde la sonrisa. Vive con su madre que además también, con la que se lleva muy bien; y Carla es la enfermera que la cuida y con la que mantiene una muy buena relación de amistad. Madeline dedica sus días a jugar a juegos de mesa con su madre, o a leer libros, y cree que no necesita nada más.
Y un día todo cambia. Un día Madeline ve un camión de mudanzas en la casa de al lado y no puede evitar sentir curiosidad acerca de quienes van a ser sus nuevos vecinos, y cuando ve a Olly, el chico de la familia, no puede evitar que le llame la atención. Desde ese momento, siendo vecinos de ventana, Olly y Madeline se empiezan a comunicar mediante chats, en los que se van conociendo un poco más y se cuentan todo tipo de cosas. Pero llega un día en el que Madeline quiere más, no se conforma con hablar con Olly mediante un ordenador. Y más allá de eso: quiere ver el mundo.
En cuanto a los personajes, la verdad es que me hubiera gustado que la autora hubiera profundizado más en ellos. Olly es un chico normal que carga con una situación familiar bastante dura, pero no pierde la sonrisa, y eso es lo que me ha enamorado de él. Además, su manera de preocuparse por Madeline y su necesidad de protegerla a toda costa, sus constantes bromas y su forma de ver la vida son cosas que le han sumado muchísimos puntos. En cuanto a Madeline, he de decir que si bien al principio la admiraba mucho por cómo sobrellevaba su enfermedad y situación, he terminado por acabar cogiéndole un poco de manía. Ha habido ciertas actitudes que no me han acabado de convencer, y si bien es cierto que la trama desemboca en una situación bastante complicada su actitud no me ha acabado de gustar y no he podido llegar conectar con ella del todo.
La relación entre ambos, como he dicho, nace al principio de los mensajes de chat que se envían. Sinceramente sí me ha parecido un poco precipitado cómo se ha desarrollado la relación (ojo, que no digo que no me haya gustado), porque al fin y al cabo no se conocían de nada, pero sí que la he visto natural. Tampoco creo que con el tiempo que ha pasado hayan podido llegar a enamorarse, pero sí que he notado esa atracción que hay entre ambos y la química entre los dos es palpable.
En cuanto al final he de decir que me lo esperaba. Para mí era bastante previsible el final después de una situación que se produce en la novela, pero es un final que sí me ha gustado (quitando ciertas cosillas). Y antes de acabar la reseña tengo que recalcar una cosa: la edición es una maravilla. Son capítulos cortos, y muy amenos. Además, me ha gustado muchísimo la tipografía de los títulos y las ilustraciones que van apareciendo a lo largo de la novela: chats, billetes de avión, recibos de compras, incluso spoilers de libros como El principito o El señor de las moscas,... Sin duda alguna, consigue que el ritmo no decaiga y que la lectura sea mucho más ágil y entretenida.
En definitiva, Todo, todo es un libro muy cuqui que consigue hacerte sonreír como una boba y disfrutar de una novela ligera, amena y muy entretenida. Aunque, bajo mi punto de vista, el final es algo precipitado, vale mucho la pena darle una oportunidad.