Tres serán los remitentes de esos correos: Samuel hijo mayor y propietario del hotel junto a su hermano Tristán, el cuál también envía correos, y Emma, una violinista que no está pasando su mejor momento. Los dos primeros, Samuel y Tristán, envían los correos a su madre Martha, una editora que vive en Londres. Emma le manda los correos a su amiga Ana, ella le ha encontrado el trabajo en el hotel como camarera de pisos. Serán estos últimos los más frecuentes y los que nos darán más información sobre lo que sucede, una especie de diario que le envía a su amiga. Dos cosas me llamaron la atención, los asuntos de los correos muy relacionados con los remitentes, y la otra es que nunca leeremos una contestación a esos correos.Emma es la nueva, el resto del personal ya se conoce, es ella la que llevará el peso de la narración y sobre ella girará la mayoría de la trama. Y es a través de sus impresiones que iremos conociendo al resto de personajes, a los que iremos tomando cariño, y que nos acogerán con los brazos abiertos y nos sentiremos tan cómodos que será difícil decirles adiós.Me ha gustado mucho la forma que tiene la escritora de contar la historia, te va envolviendo de tal manera que se hace difícil parar la lectura, te conquista, te lleva de la mano y apenas sin darte cuenta habrás llegado al final y la sensación que se te queda una vez terminada la novela es maravillosa.Las descripciones son precisas, todo el libro está impregnado de un aire muy inglés que le da esa pausa y tranquilidad y que te hace desear tomar el té de las cinco.Lo que hace la historia tan particular, es la camaradería que se crea entre las personas del hotel, el ambiente de cada día, esa casita rosa al lado del hotel, el jardín inglés, todo invita a quedarse y pasar un tiempo entre esos árboles y perderse en el bosque y a la vuelta degustar ese chocolate caliente acompañado de alguna delicatessen preparada por el chef, o escaparse a la biblioteca y perderse entre alguno de sus libros.Sería maravilloso que todos al menos una vez en la vida pasáramos unos días en ese hotel, donde disfrutaríamos de la compañía de los amigos, de la soledad, de la música, de la lectura, del paisaje, y de una buena comida, sin prisas, sin agobios, sólo pensando en ese momentos, vaciando la mente de mil y una cosas que muchas veces no nos dejan disfrutar el presente. Sentir realmente lo que estás viviendo y apreciarlo con cada uno de los sentidos.Pero no desesperéis ese hotel lo podemos construir y habitar cada uno de nosotros, pues los ladrillos que lo forman los vamos encajando cada día en nuestras vidas: amor, amistad, familia, lealtad, sentimientos y vivencias que nos colman de dichas. “Un hotel en ninguna parte” es una novela intimista que nos habla de los sentimientos, del amor y de la amistad, y de cómo a veces por muy perdido que estés, perderse un poco más te puede llevar a encontrarte. Una lectura muy recomendada.
“Dicen que el amor es ciego, pero creo que el desamor es muchísimo peor: una nulidad total de los sentidos.”
“En este lugar, cualquier cosa es posible, con un poco de imaginación y la voluntad necesaria como para sentirse casi feliz en medio de ninguna parte.” “Y por un momento, apenas un instante, durante el fugaz roce de sus dedos de jardinero sobre la piel más vulnerable de mi carótida, creí que iba a besarme.”
“Hasta que llega un momento, inesperado, en el que te das cuenta que recordar ya no duele como antes, y que algunas cosas han vuelto a encoger hasta ocupar el pequeño lugar que les correspondía y otras casi han desaparecido en la distancia.”
De esta reseña se ha hecho eco CULTURAMAS
“Un hotel en ninguna parte” lo he leído gracias al reto de “Serendipia recomienda”, novela sugerida por partida doble:Margari de Mis lecturas y más cositasLidia Casado de Juntando más letras