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Reseñas 2x1: "DÍAS SIN HAMBRE" de Delphine de Vigan y "DISTANCIA DE RESCATE" de Samanta Schweblin

Publicado el 01 octubre 2021 por Marianleemaslibros
Reseñas 2x1:
“Come para salvar su cuerpo, porque no quiere morirse. Conoce ahora de fuentes científicas el umbral que no puede traspasar sin que peligre su vida. Basta llegar hasta ahí y mantenerse en ese peso, en equilibrio entre el plato y la basura. Delante de ella, un plato vacío. ¿Por qué ha llegado a ese punto?
En el espejo, se miraba sin verse, se felicitaba de las ojeras, de la delgadez como de una victoria. El cuerpo que se vacía y parece poder vaciarse sin fin. No podía imaginar el sufrimiento que la esperaba cuando no quedara otra cosa que roer que su alma. Ha vaciado el cuerpo de toda vida, ha apurado los límites, hasta quedarse sin fuerzas."


Reseñas 2x1:
“Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara.
Lo llamo «distancia de rescate», así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería”Reseñas 2x1: "DÍAS SIN HAMBRE"
La prosa de Delphine de Vigan (Francia, 1966) no es nueva para mí, ya leí no hace mucho “Basada en hechos reales”, una novela que me gustó y me dejó con ganas de repetir. A veces los libros te buscan, no los buscas tú a ellos y eso me ha ocurrido con “Días sin hambre”, que me di de bruces con él en el momento idóneo, en el mejor momento para abordar el tema de la anorexia. Porque cuando algo te toca de cerca, parece que te apetece saber más sobre ello, leer sobre ello. ¡Qué terrible palabra!!! Anorexia. . . ¡qué terrible enfermedad! sufrida no solo por quién la padece, sino también por padres, hermanos, familia al completo.
Al llegar a casa, Laure se miró en el espejo del cuarto de baño, no vio nada, ni la muerte en su rostro ni sus hombros puntiagudos como picos helados. Había dejado de verse. Era demasiado tarde. Se había vuelto inaccesible al miedo y a la rebeldía. Se sentía bien. Mucho más ligera. No quería morirse, sólo desaparecer. Esfumarse. Disolverse.

De Vigan se estrenaba en el mundo literario con esta novela autobiográfica publicada por vez primera en año 2001 , pero lo hacía bajo seudónimo (Lou Delvig, se hizo llamar), para evitarle sufrimiento a su padre. Porque “Días sin hambre” es la propia historia de la autora vivida en la adolescencia, pero está contada en tercera persona, estableciéndose de esa forma cierta distancia entre la narradora y la protagonista, una protagonista llamada Laure, pero que en realidad es Delphine de Vigan a los 16 años.
Compartiendo con el lector su intimidad, su privacidad, la autora construye un relato valiente y estremecedor sobre el tiempo que estuvo ingresada por voluntad propia en el hospital (ella supo reconocer que necesitaba ayuda), siendo alimentada a través de una sonda nasogástrica y en tratamiento psiquiátrico, por una anorexia nerviosa que casi se la lleva al otro barrio.
La sonda impone lo imposible, lo inaceptable, calorías por cientos, insidiosas, un licor saturado destilado gota a gota en su lastimado vientre. Pero la sonda no conlleva gesto alguno, sabor alguno, placer alguno. La sonda no crea dependencia. Hace el trabajo sucio, casi en silencio.


Una historia en la que solo se cuentan los hechos, los sentimientos, los miedos tanto a curarse como a no curarse, los autoengaños que intentan burlar a los demás y también a su propio cuerpo, pero sin profundizar en las causas ni en cómo se llegó hasta ahí, aunque sí pincela algunas de las razones por las que dejó de comer. Todo ello sin utilizar un argot científico, psicológico, ni médico. Una historia sencilla que pudiera ser la de cualquier chica adolescente con ese trastorno alimentario, que además da fe de los estrechos vínculos que se crean en el encierro hospitalario. Relaciones estrechas entre pacientes, entre los familiares que pasan allí los días, las semanas, los meses, acompañando a hijas, sobrinas, nietas. También entre enfermos y enfermeras y médicos (Laure crea un vínculo muy especial con su doctor, podría decirse que medio se enamora de él)

Laure se encariña con quienes la rodean. Poco a poco reconstruye a su alrededor una familia, formada por parientes pobres y primos lejanos, que deambulan en pijama y contemplan la ciudad a través de los ventanales.


Es curioso como aquí, la psicosis maniaco-depresiva que padecía su madre muerta Lucile, aparece de fondo en el argumento y, según he leído, en su siguiente novela también autobiográfica, la que la encumbró de forma definitiva (“Nada se opone a la noche” publicada diez años más tarde), se nombra el internamiento por la anorexia de la hija. Dos novelas que parecen complementarse, narrando fragmentos de vida de la autora.

No quiere curarse porque sólo sabe existir a través de esa enfermedad que la ha elegido, esa enfermedad de la que hablan en los periódicos y en las conferencias, una búsqueda ciega y oscura que comparte con otras, anónimas y titubeantes cómplices de un crimen silencioso contra sí mismas.

Resumiendo: “Días sin hambre” es un retrato de cómo se vive, se siente, se sufre desde dentro la anorexia, esa odiosa enfermedad que es una auténtica lacra en nuestra sociedad actual, tan difícil de tratar y de curar. Y a pesar de ello, a pesar de saber que hay recaídas, que no hay que bajar la guardia nunca después de la recuperación, he sentido esperanza. He sentido esta obra, he sentido este testimonio, optimista y esperanzador.
El frío es interior, un frío que le impide permanecer inmóvil. Un abrazo que se asemeja al de la muerte, lo sabe, la muerte dentro de ella como un bloque de hielo. No necesita morirse para renacer.

Mi nota es la máxima:
Reseñas 2x1:


"DISTANCIA DE RESCATE"
En La Cadena Ser haya una sección, 'Te receto un libro', dentro del programa Hoy por Hoy de los viernes, en la que un escritor conocido prescribe libros para los que mandan sus dolencias. Es una idea que me encanta y siempre lo escucho, cuando puedo en directo, y sino, a través de los podcasts que cuelgan en la app. En este último programa, la escritora colombiana Pilar Quintana (tenéis la reseña de su novela Los abismos, que fue Premio Alfaguara, aquí) se puso la bata blanca de libróloga. Una oyente le pidió alguna pócima para comprender mejor la soledad de la maternidad, el lado oscuro de la misma, ese lado que nunca nos cuentan, que no se cuenta. Quintana, le recetó esta novela por haberle resultado perturbadora y por definir según ella a la perfección lo que es la maternidad. Y yo me quedé con la copla y la leí en una tarde (es cortita 128 páginas), más bien la devoré aprovechando que estaba disponible en la biblioteca.
“Distancia de rescate” (2014) es la primera obra de la escritora argentina Samanta Schweblin, (Buenos Aires, 1978) por la que ganó el Premio Tigre Juan en 2015, un galardón literario que se concede a la mejor obra narrativa en español publicada en los doce meses anteriores a la convocatoria del certamen. Y sí, me ha resultado perturbadora, pero no cómo esperaba. Porque todo en esta novela es peculiar, para empezar la forma como está escrita, el estilo, con varias voces narrativas. La más sorprendente, la voz de Amanda en segunda persona, que agonizante en un hospital y a través de flashbacks le cuenta a un niño, a David, lo ocurrido desde que ella y su hija pequeña Nina llegaron de vacaciones al pueblo, instalándose en una casa cercana a la de David y su madre Carla.
David le hace preguntas a Amanda para identificar “el punto exacto en el que nacen los gusanos” (esa frase repetida la he entendido como una metáfora de cuando tomaron contacto con el veneno que las ha enfermado a ella y a Nina) y para ello, David guía el relato de Amanda hacia donde él quiere llegar, a “lo importante”, el descubrimiento del momento en el que Amanda y Nina se intoxican. 
Al principio no tienes ni idea de quién es David, ni que pinta conversando con Amanda en su lecho de muerte, pero enseguida se descubre que es el hijo de Carla, vecinos ambos de Nina y Amanda en la casa que eligieron para pasar unos días en el campo. Le cuenta las buenas migas que hicieron los cuatro y el relato estremecedor que Carla le contó un día, confesándole que tiempo atrás, para salvar a su hijo de una muerte por intoxicación al haber bebido agua del río contaminado, lo lleva a la “casa verde”, la casa de una curandera que realiza migraciones de almas en los niños afectados por los agrotóxicos. Y migró una parte del espíritu de David a otro cuerpo, para que pudiera sobrevivir, y a su vez, David recibió un espíritu desconocido en su cuerpo. 
Amanda le explica también qué es y porqué es tan importante para ella “la distancia de rescate”, la distancia variable que la separa de su hija, ese hilo invisible que se tensiona y la une a ella para protegerla, para no perderla nunca de vista, ese hilo que nos conecta a nuestros seres queridos y que nos permite acudir en su ayuda si lo necesitan. Pero ¿Qué ocurre si se estira demasiado? ¿Qué ocurre si el riesgo no se detecta a tiempo? Pues que se rompe el hilo, como les sucedió a estas dos madres con sus dos hijos.
«Contame más sobre la distancia de rescate.
Varía con las circunstancias. Por ejemplo, las primeras horas que pasamos en la casa quería tener a Nina siempre cerca. Necesitaba saber cuántas salidas había, detectar las zonas del piso más astilladas, confirmar si el crujido de la escalera significaba algún peligro. Le señalé estos puntos a Nina, que no es miedosa pero sí obediente, y al segundo día el hilo invisible que nos une se estiraba otra vez, presente pero permisivo, dándonos de a ratos cierta independencia.
Entonces, ¿la distancia de rescate sí es importante?
Muy importante».

Esta novela es rara de narices, pero curiosamente me ha transmitido sensaciones muy dispares. Al principio no entiendes qué te están contando, no tienes ni idea de por donde van los tiros, pero llegas al final, y tampoco es que lo hayas comprendido todo al cien por cien, no tienes claro que has tenido entre manos, qué has leído. Pero, a pesar de ello, y de las variadas interpretaciones que se puedan hacer sobre el argumento, reconozco que la he disfrutado mucho. Me he sentido a ratos fascinada, embriagada, hechizada, y en otros momentos absorta e incrédula, pero siempre enganchada a esta rareza, sin poder parar de leer. Y cuando paras, porque has llegado al final, necesitas releerla detenidamente porque tienes la sensación de haberte perdido cosas. 
Hay muchos temas de fondo que se tocan aquí: hay denuncia social que parece querer retratar el estatus del campo argentino en la actualidad, con el tema de los amplios terrenos fumigados con pesticidas para el cultivo intensivo de la soja transgénica y todos los problemas de salud graves que conllevan, como niños que nacen con malformaciones, y un pueblo en general enfermo por la exposición y sus secuelas de por vida. Y hay  metáforas, alegorías, ambigüedad en la narración.
Resumiendo: “Distancia de rescate” es a mi entender una novela de denuncia por la toxicidad de los transgénicos y la contaminación medioambiental, del medio natural y sus horribles consecuencias en la salud de las personas. Pero, contada a modo de rompecabezas, es, sobre todo, una historia de madres e hijos y de la protección o sobre protección que las madres necesitan proyectar hacia sus hijos, de los miedos inherentes a la maternidad y de la solidaridad entre mujeres.
Una novela que os recomiendo, aunque quizás no a todo el mundo guste. Me he enterado después, indagando, de que ha sido adaptada a la gran pantalla por la cineasta Claudia Llosa hace nada, en 2021, una película que quiero ver. 
Mi nota es la máxima:
Reseñas 2x1:

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