“Volverá a verse delante de la ventana, una figura apacible en la brisa del crepúsculo, mirando el cielo y esa noche que iba cayendo como le gusta a ella que caigan las noches. Lenta y gratamente. Esa noche se funde con la luz del día dejando estelas de color de rosa y malva y naranja.
Ese cielo, encima de los tejados, parece un trozo de seda tornasolado, piensa, y le hace ilusión que ese tornasolado, que hasta ese momento solo había encontrado en las páginas de los libros, acuda a ella sin mayor esfuerzo.”
“Estar desaparecido no es lo mismo que estar muerto. En cierto modo, es peor. La muerte reviste un carácter definitivo. Nos permite llorar la pérdida, celebrar actos en memoria del difunto, encender velas y colocar flores. Decir adiós.
Estar desaparecido es como estar en el limbo. La persona se encuentra atrapada en un paraje extraño y sombrío donde la esperanza brilla con luz tenue en el horizonte, y la angustia y la desesperación sobrevuelan en círculos, como buitres."
"EL CIELO SOBRE EL TEJADO"
Nathacha Appanah (1973, Mahébourg, isla Mauricio) es una escritora y periodista francesa de origen hindú que ha obtenido varios premios con sus novelas, siete desde que empezó a publicar en 2003. “El cielo sobre el tejado” es la más reciente de ellas (2021) y la he disfrutado tanto, que ha sido acabarla y preguntarme ¿cómo he podido estar tanto tiempo sin leer a Nathacha Appanah?
La trama sin spoilerLa trama no es gran cosa, realmente es bastante sencilla, que no simple. No es peculiar, ni curiosa, pero es magnética, emocionante, y está escrita con una belleza que sorprende, luminosa, con una prosa elegante, que embelesa.
Éliette fue una chiquilla infeliz, muy rubia, muy guapa, de una belleza extraterrestre, una chiquilla de postín que todo se le daba bien, siempre expuesta a las miradas de los demás por unos padres que solo pensaban en tratarla como una atracción de feria, pero de darle amor. . ., nada de nada. Ella no soportaba esa vida, se sentía como “una muñeca mecánica en una caja de plástico que se tiene guardada en una estantería y de vez en cuando se saca y se le da cuerda para que cante y baile y todo el mundo aplauda”. Y un buen día decidió que hasta ahí había llegado, que no aguantaba más, se largó rompiendo drásticamente con todo, tanto que incluso cambió de nombre, Fénix se hizo llamar desde entonces.
Ahora Fénix es madre, una madre fría e inflexible que siempre quiso no cometer los mismos errores con sus dos hijos, Paloma y Lobo, a los que tuvo que criar ella sola y aunque lo intentó, tampoco consiguió quererlos y tratarlos como una buena madre debería querer y tratar a sus hijos. Paloma hace diez años que también se fue de casa, que se hartó y los dejó solos a Lobo y a ella. Y Lobo es, digamos que un chico que hay que tratar con delicadeza, demasiado sensible, peculiar, que sufre frecuentes ataques de ansiedad porque no sabe gestionar su estrés y se pasa días sin hablar. Un chiquillo que no consigue aceptar el abandono de su hermana a la que estaba muy unido.
Ella, en cambio, no lo había hecho, ella no había decorado el cuarto de cada uno con pósters de color rosa o azul, no los había disfrazado, no los había expuesto a todas las miradas, no había comprado muñecas ni ropa bonita para emperifollarlos, les había puesto nombres de fiera y de ave, les había dado garras y alas, pero eso no había servido de nada. Sus hijos eran puro sentimiento, debiluchos y miedosos, les daba miedo la casa, les daba miedo el socavón del jardín, querían que los cogiera en brazos, que les dijera palabras amorosas.
Lobo ya tiene diecisiete años y ha cogido el coche de su madre sin tener carné de conducir para ir en busca de su hermana, provocando un accidente. Detenido y trasladado en un furgón policial a una cárcel de menores, él solo quiere hablar con Paloma, con nadie más, solo con ella. Y comienzan los acercamientos, los reencuentros, entre madre e hija que deben aliarse para ayudar a Lobo, y entre los dos hermanos. Es curioso como a veces lo que en principio parece una auténtica desgracia, puede llegar a convertirse en algo bueno, y fructífero.
Una madre y su hija, aguzando el oído, en silencio, a ambos lados de una puerta negra. Aún puede pasar de todo.
Los puntos fuertes de la novela
Grata sorpresa me he llevado con esta autora y esta obra, me ha encantado descubrir la pequeña joyita de unas 130 páginas que es “El cielo sobre el tejado”. Una novela preciosa, pero al mismo tiempo bastante perturbadora por la dramática realidad que nos muestra, y tan peculiar, por el estilo y la prosa de Appanah, por la manera de desvelarnos la historia, en capítulos cortos, poco a poco, con un cruce de voces e intercambios de tiempos pasado y presente, como si fuera un cuento. De hecho comienza así: "Érase una vez un país que construyó cárceles para niños...".
Y magníficos los tres personajes protagonistas, que buscan por encima de todo sentirse queridos, Fénix, una madre que no recibió amor en su infancia y ahora es una madre que no sabe darlo, y Paloma y Lobo, unos hijos que se rebelan porque no lo tienen, porque no tienen lo que más desean en el mundo.
¿Quién dice que las cosas están escritas con antelación, quién dice que somos peleles y quién puede saber lo que va a pasar en la vida?.
"LA OTRA GENTE"
Me sonaba Tudor por la novela “El hombre de tiza” de la que en su día se habló bastante, aunque es cierto que nunca me atrajo especialmente. Di con “La otra gente” y me apeteció leerla, me apeteció un thriller psicológico y lo pillé sin pensarlo demasiado y la verdad es que me enganchó con ganas. La trama sin spoilerLa trama es oscura y original. Un narrador en tercera persona nos cuenta lo que va sucediendo desde que Gabe, un padre de familia se dirige a su casa después del trabajo y llega tarde para variar. Parado en un atasco, imagina los reproches que le van a caer de parte de su mujer, cuando inesperadamente, le parece ver en el coche de delante a Izzy, su hija de cinco años. ¿Como es posible?
Intenta seguirlo, pero lo pierde. Preocupado, decide parar en un área de servicio para telefonear a su casa y quedarse tranquilo, pero le contesta al teléfono la policía contándole que algo horrible le ha sucedido a su esposa y a Izzy, las han asesinado. Él está convencido de lo que vio, a su hija en el coche de un extraño y tres años después sigue rastreando y rastreando la autopista en su autocaravana, buscándola sin descanso.
Hay también tres hilos argumentales adicionales, que imaginas en algún momento tendrán que confluir:
-- Fran y Alice, una niña de ocho años que sufre narcolepsia y que cada vez que se asoma a un espejo ve a una chica pálida y rubia que la incita a dormir. Ambas huyen permanentemente de un hombre al que denominan “El hombre de arena” o “el hombre malo”. Desde el principio sabemos que Fran no es su madre, y que está protegiendo a la niña de algo o de alguien.
--Katie, una camarera de una cafetería de la autopista con dos hijos que suele dejar al cuidado de su hermana cuando tiene turno de noche. Sabremos que a su padre lo mataron de una forma cruel y que su hermana mayor se largó hace varios años y nunca regresó.
--Una chica pálida y rubia que vegeta, rodeada de máquinas en una habitación blanca y varios enfermeros como Miriam, que la cuidan día y noche
Luego está “La otra gente” que habita en el submundo de la internet oscura y profunda, gente muy peligrosa que se rige bajo el lema del “ojo por ojo, diente por diente”, si has hecho algo malo, pues lo pagas. Gente que da mucho miedo, da miedo pensar que puede existir algo así en nuestro mundo real.
Los puntos fuertes de la novela
La historia es muy intrigante, te mantiene en vilo desde el principio por sus múltiples, increíbles e inesperados giros, y los secretos que todos guardan y que se van destapando poco a poco. El final en general me ha gustado, aunque os reconozco que sentí cierta decepción en una parte del desenlace, porque me pilló desprevenida, no me lo esperaba. Y es que encaré la novela sin saber que los libros de la autora se caracterizan sobre todo por ser thrillers psicológicos con tintes paranormales. Seguro que no me hubiera pasado, si lo hubiera sabido desde el principio, porque no me desagradan los toques de irrealidad en las novelas si sé que me los puedo encontrar, si estoy advertida. Así que advertidos quedáis, que conste. . .
Aún así, la he disfrutado, es una lectura muy adictiva y desde que la empiezas, no puedes dejarla.
Muy pocos mostramos nuestro rostro auténtico al mundo, por miedo a que el mundo se nos quedé mirando y se ponga a gritar.
Las dos novelas me han gustado, pero os recomiendo de forma más especial la primera, fabulosa. ¿No conocéis a Nathacha Appanah? Pues ya estáis tardando….
Mi nota es la máxima para ambas: