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Reseñas 2x1: “LOS OJOS CERRADOS” de Edurne Portela y “HUMO” de José Ovejero.

Publicado el 25 abril 2021 por Marianleemaslibros
Reseñas 2x1: “LOS OJOS CERRADOS” de Edurne Portela y “HUMO” de José Ovejero.
“Vuelvo no sé de dónde, de qué pensamiento o de qué sueño y me da la impresión de que he pasado mucho tiempo con los ojos cerrados, como si hubiera estado muerto un tiempo porque no sé dónde he estado ni con quién, si he pensado o me he movido, si he comido o he cagado.
Siempre he podido hacer eso, ver lo que hay detrás de los ojos. Desde niño, cuando empecé a sufrir esto de cerrar los ojos mucho tiempo, he visto más que los demás. Veo incluso lo que hay detrás de los ojos de los muertos."


Reseñas 2x1: “LOS OJOS CERRADOS” de Edurne Portela y “HUMO” de José Ovejero.
“La llegada de ese aire helado me produce todos los años una sensación de desaliento y de rabia a la vez. Me paraliza durante horas en el interior de la cabaña. Me hace pensar en la huida o imaginar un milagro -⁠mentira, ni siquiera puedo imaginarlo⁠- que venga a resolver mis problemas. Con la entrada del invierno nuestra vida se vuelve aún más precaria si cabe, más incierta. Otra vez el hielo. Otra vez la nieve. Sobre todo, otra vez el hambre. ¿Tendrán temores parecidos los pocos animales que habitan estos bosques?
No hay momento en el que no pueda ocurrir cualquier desgracia: el hambre, una intoxicación, las abejas, una helada brutal, un merodeador. Hay cosas a las que no puedes anticiparte, sólo actuar con cautela.”
Antes de contaros mi opinión sobre estas dos novelas, me gustaría explicaros cómo y porqué decidí leerlas y reseñarlas juntas: me gusta escuchar “Hoy por Hoy”, el programa de Angels Barceló en las mañanas de la Cadena SER, cuando puedo, cuando me cuadra. Cada lunes de 10:30-11:00, la escritora, ensayista, profesora, investigadora y filóloga Edurne Portela, colabora conversando sobre cosas, ideas, gentes que “Merecen la pena” y hace poco, unos cuantos lunes atrás, el equipo quiso darle una sorpresa dedicando el programa (el podcast aquí) a hablar sobre su última novela “Los ojos cerrados”. Entre otros invitados que dieron su opinión después de haberla leído (Sara Mesa, Marta Sanz y su editor Joan Tarrida), habló su pareja y también escritor José Ovejero. Contó cómo se ayudan entre ellos y son los primeros en leer y valorar lo escrito por el otro durante el proceso de creación de la novela. Me pareció romántico y práctico, curiosa la imagen mental que me vino a la cabeza: dos buenos escritores aislados del mundo en plena naturaleza (en la Sierra de Gredos donde viven), escribiendo y ayudándose con sus primeras valoraciones, consejos y críticas.
Suele pasar que una cosa lleva a la otra y ello me llevó a descubrir una entrevista a ambos en “Página dos” donde además de hablar sobre sus recientes publicaciones (‘Los ojos cerrados’ y ‘Humo’), se habla sobre la España vacía y las parejas formadas por escritores. Me gustó mucho y si ya tenía decidido leer a Portela (cuya prosa ya conocía), quedé con ganas de hincarle el diente también a la obra de Ovejero y decidí leerlas a la par. 
"LOS OJOS CERRADOS"
A principios de 2019 reseñé “Mejor la ausencia” de esta misma autora. Me encantó, quedé fascinada por su prosa y por la historia que contaba. Ahora leo “Los ojos cerrados” y ha quedado igual de fascinada o más.
La tramaA Pueblo Chico llega una pareja, Ariadna y Eloy. El padre de ella acaba de fallecer y las cosas no están nada bien entre ellos, pero tienen la esperanza de que allí, perdidos en ese pueblo de lindes invisibles, las cosas podrían llegar a arreglarse. Pero no es únicamente por eso por lo que están ahí.
Las lindes del pueblo, donde acababa la vida y empezaba la nada, eran invisibles, no obedecían a las leyes de la naturaleza. Algunos pensaban, incautamente, que el río y la montaña marcaban el territorio, pero la realidad era otra muy diferente. La frontera entre estar y no estar, entre vivir y desaparecer no siempre se situaba en el mismo lugar y por eso los habitantes del pueblo tenían que estar siempre atentos. Si uno se equivocaba y traspasaba la linde, no había vuelta atrás; si daba el paso equivocado, simplemente desaparecía.

Intuimos desde el principio que a ella le mueve un motivo familiar aunque no sabemos exactamente cuál. Y es que a Ariadna su padre le ha contado poco, casi nada de su pasado, de su infancia y adolescencia en Pueblo Chico, y esa época tan trágica y violenta que le tocó vivir. Una vez allí, rodeados de esa niebla espesa característica del lugar que lo engulle todo, no le queda mas remedio que interactuar con los habitantes del pueblo que tampoco saben quiénes son ellos, ni porqué han llegado. 
En las raras ocasiones que Ariadna le pedía, todavía de niña, que le contara de dónde era, cómo fue su infancia, quiénes eran los abuelos, él contestaba que de un pueblo de cabras y moscas y mierda, y que los abuelos murieron hace mucho y que no había nada más que contar. Hasta que se desencadenó ese torrente de extrañas palabras que Ariadna fue anotando después de cada visita a la residencia, un puzle de imágenes que después iría rellenando con frases que el padre repetía constantemente, también a las cuidadoras. En ese cuaderno estaban la plaza y la sangre, los senderos y las cabras, un niño que Ariadna no sabe si es él u otro, que busca en los pozos y a veces se cae en ellos, una niebla que lo engulle todo, una mujer guapa que pide auxilio, otra mentirosa y mezquina que se esconde, hombres violentos, unos con armas, otros con palos y piedras.

La narración se divide en dos espacios temporales y hay dos narradores distintos (uno de los protagonistas de la historia, Pedro y otro más, omnisciente) que nos cuentan, por una parte, el pasado, lo ocurrido allí durante la Guerra Civil y unos años después, y el presente con Ariadna investigando sus raíces familiares. La autora nos va dando la información a cuentagotas, y construye una especie de puzzle para que juntos, Ariadna y lector, vayamos ensamblando esas piezas y dando forma a esos silencios cargados de culpa, a esos oscuros secretos silenciados a voz en grito que todos saben pero que todos callan.
Esta tierra es ciega y es muda, se guarda todos sus secretos. No cuenta lo que sabe. Nunca lo ha contado.
Mención especial para . . .Los protagonistas y personajesSi ya sabía que Edurne Portela construye personajes sólidos, profundos, lo he corroborado leyendo “Los ojos cerrados”. En esta obra, personajes hay varios, unos cuantos, todos buenos, los dos más importantes Pedro y Ariadna, pasado y presente juntos. Pero para mí, el más carismático es Pedro, hoy un anciano algo demente, fiel guardián de los secretos de Pueblo Chico. Pedrito, un niño que sufrió primero la ausencia de su padre por haber tenido que huir al monte cuando los hombres uniformados entraron en el pueblo, llevándose a todos los que no fueran ancianos, mujeres o niños. Y después la falta de su madre, que, tras escuchar unos disparos, salió corriendo hacia el bosque y nunca más se supo de ella, se la tragó la tierra y a nadie le extrañó demasiado, porque todos sabían que “la sierra se come a la gente”. Un niño que creció medio adoptado y cuidado por su vecina Teresa y que hizo y vio cosas que no tenía que haber hecho ni visto, ese tipo de cosas que se quedan grabadas a fuego hasta el final de tus días.
Pedro, con los ojos cerrados, se aferra a esa imagen, todavía un niño de seis años con padre y madre, todavía a salvo, todavía querido, hasta que la compuerta que contiene a ratos su dolor se vuelve a abrir y un desconsuelo familiar, conocido, vivido mil veces, se esparce en su interior como una baba densa y pesada, una flema negra que se forma en el estómago y sube imparable hasta su garganta y lo ahoga y avanza y llena su boca y se instala detrás de sus ojos. Cuando es así, por mucho que apriete los párpados, por mucho que quiera volver a ver a su madre pelando patatas y a su padre sacando lustre a las botas, la fantasía se ha desvanecido totalmente para dar paso al presente.

La prosa de E. PortelaSu prosa cuidada y poética, también me llamó mucho la atención cuando leí su otra novela y me ha vuelto a sorprender muy gratamente. La forma de escribir de esta mujer es exquisita, merece mucho la pena, es una gozada, una delicia leerla.La violencia que engendra violenciaSe nota que la violencia es algo que preocupa a la autora (lo he leído en alguna entrevista, son palabras suyas: “me preocupa esa violencia, quiero mostrarla, pero lo último que desearía es normalizarla”), es algo recurrente en sus escritos (lo fue en “Mejor la ausencia” y lo es en “Los ojos cerrados”) 

Atenta sin saber a qué, incorporada en el suelo húmedo, no percibe nada a su alrededor: no hay sonido, no hay movimiento, no hay texturas más allá de su lengua acartonada, su piel seca, su carne magra, sus huesos afilados, su vagina desgarrada, su útero destrozado, el frío que atenaza todos sus miembros. Dentro de ella sólo existe un vacío insondable, sin medida. La angustia la llena y al mismo tiempo la vacía de cualquier posibilidad de atrapar el menor atisbo de pensamiento consciente. Es angustia y cuerpo doliente.

Porque aquí, esta pequeña comunidad de vecinos la sufre en sus carnes, o de refilón en la piel de otros, una violencia que se convierte en cotidiana y cuyas consecuencias producen mucho dolor, un dolor perdurable en el tiempo, porque ni ofrece, ni busca un perdón y al final se enquista. Violencia entre vecinos, entre familiares y amigos de toda la vida, de todos contra todos, no únicamente de los vencedores hacia los vencidos. Porque el miedo, el terror es lo que tiene, juega su papel. El miedo, la cobardía que te obliga a cerrar los ojos para evitar que te salpique. Pero las guerras también sacan lo mejor de uno, y en este relato también hay espacio para la empatía, la solidaridad, la ayuda mutua entre seres que han sufrido terribles pérdidas, porque el dolor compartido une mucho, crea eternos lazos, eternas alianzas para subsistir.
Resumiendo: “Los ojos cerrados” es una novela dura, a veces brutal, que mete el dedo en las llagas, en esas heridas que nunca llegan a cicatrizar porque si se cierran los ojos, es como si algo nunca hubiese llegado a ocurrir y sus causas quedan silenciadas, se quedan dentro. Es la historia, es la memoria de cómo afectó la guerra a una comunidad en un pueblo ficticio español, pero que bien podría ser la historia, la memoria de cualquier pueblo español.

Me gustaría haber sido capaz de transmitiros todo mi entusiasmo, de haber sido capaz de captar, de atrapar la base, lo imprescindible de esta novela que he disfrutado mucho y que no puedo más que recomendaros con fervor, aconsejándoos que confiéis plenamente y que os dejéis llevar de la mano de Edurne Portela, así, con los ojos cerrados, sin miedo. 
"HUMO"
Estoy muy contenta de haber descubierto a este autor, he disfrutado mucho con su novela, seguro que repetiré con él.
La trama"La mujer" hace unos diez años que vive en su cabaña aislada en el bosque, rodeada únicamente de la naturaleza, de sus sonidos, subsistiendo cómo sabe y cómo puede.
Así que casi únicamente oigo crujidos, zumbidos, silbidos, las hojas rozándose en las ramas unas contra otras, la llamada o la queja de un animal, la lluvia sobre las tejas y la uralita, el viento haciendo tabletear las contraventanas, que quité por ese motivo y porque estaban tan rotas que no protegían del frío. Me siento como se habría sentido Eva de haber vivido de verdad: sin pasado, sin raíces, con recuerdos que no sabría si los ha soñado o realmente hubo una vida previa al momento en el que la arrancaron del cuerpo de Adán.

Pero no está sola, con ella vive "el niño", un chaval de unos seis o siete años que casi no habla, que emite sonidos, que no protesta cuando no come porque no hay nada que comer, ni lloriquea, que acepta el hambre como acepta el frío o el calor, las abejas o el viento. Y una gata, Miss Daisy que como el chico, también entró un día y allí se quedó. 
Así que escucho sus juegos, la voz del niño que se vuelve gatuna, algún bufido poco amenazante, sus movimientos ligeros -⁠no sé cuál de los dos es más gato, si el animal o el crío⁠-⁠, y en momentos preciosos algo parecido a una risa. Justo entonces, oyendo a la gata y al niño, sintiendo sus desplazamientos por el suelo de madera, tengo sensación de hogar.

Se siente orgullosa de haber mantenido al niño con vida. Le da seguridad saber que depende de ella, le hace sentir importante, la obliga a centrarse y a no rendirse. Ella lo ve como una asociación, una forma de vida simbiótica en la que asume su papel de dura e insensible porque alguien tiene que asumirlo.
Y luego está "el hombre", un cazador solitario que llega casi siempre de noche, da tres toques rápidos en la puerta y se mete en su cama. Ella nunca sabe cuando va a aparecer, a veces con comida, con provisiones, a veces regresa a los dos días, y otras veces tarda meses. A veces piensa que no va a volver nunca. Aunque el placer es mutuo, ella tiene claro que no quiere compromisos, no quiere que se quede con ellos en la cabaña.
Con el hombre nunca llegó a haber un nosotros. Éramos dos cuerpos que se juntaban y se separaban. Yo siempre dejé claras las fronteras. He aprendido que cuando abres tus límites se te instalan dentro y se adueñan del territorio. Sus visitas no me molestan, al contrario, sólo me da miedo una asiduidad que transforme el equilibrio inestable en el que vivo.

Intuimos que algo gordo ha debido de ocurrir afuera, en el mundo exterior, pero solo es eso, una intuición apocalíptica, porque en realidad no sabemos nada, solo pequeños detalles como esas columnas de humo al estar ardiendo la ciudad más cercana.
Así están las cosas, pero claro, la tranquilidad absoluta tengas la vida que tengas no dura eternamente. Ninguna vida está exenta de problemas, de amenazas, de intrusos indeseables y odiosos merodeadores, de ladrones que te intentan robar lo poco que tienes y la de ellos no iba a ser una excepción.
Mención especial para . . . Los personajesEn todo momento desconocemos los verdaderos nombres de los tres personajes principales, nunca los sabremos, para nosotros son “la mujer”, “el niño” y “el hombre”. Pero no hace falta, como tampoco nos hace falta conocer sus respectivos pasados, entender cómo y porqué han llegado hasta allí. Con vivir con ellos el momento presente, las cosas que les ocurren y saber cómo se sienten, nos sobra y nos basta, nosotros los lectores no necesitamos más, ellos tampoco. Y es que “la mujer” no sabe nada de “el niño”, de su vida antes de que entrara un día en su cabaña y se pusiera a jugar con la gata como si fuera la cosa más normal del mundo. 
Y de “la mujer” solo sabremos que, tras vivir veinte años en la ciudad, abandonó a su marido y que por muchas penurias que pase, y haya días que solo tenga para comer saltamontes, gusanos, bellotas, madroños, majuelos o setas, no parece echar nada ni a nadie de menos.
Los vínculos entre ellosEntre “la mujer” y “el niño” hay una relación peculiar, bastante fría, no hay ternura ni muestras de afecto, pero parecen complementarse en la convivencia, se entienden bien sin casi mediar palabra. “Creo que me habría resultado imposible convivir con ningún otro niño. No tiene caprichos ni rabietas, no exige mi atención constante; a veces incluso me olvido de que está ahí, y no puedo evitar pensar que viene de un orfanato, que su experiencia del mundo es precisamente esa, la de que los demás se olviden de que está ahí.” 
Y entre “el hombre” y “la mujer” tampoco es muy normal el tipo de comunicación que mantienen, si es que a lo que ellos hacen se le puede atribuir alguna forma de comunicación en todo caso no verbal. Es como una especie de “aquí te pillo, aquí te mato”, con algún regalo en forma de alimentos, intercambios interesados y ya. Ella ni siquiera sabe si en algún otro lugar le espera otra mujer, o tiene algún hogar al que regresar.
Si he sobrevivido todo este tiempo es porque he confiado en mis fuerzas y las he organizado de acuerdo con la necesidad. Y no quiero que se quede con nosotros. No sabría qué hacer con su presencia leñosa y áspera, con sus silencios densos, pesados -⁠los del niño son livianos, silencios de pececillo de colores⁠-⁠, me hartarían sus pasos sobre la madera, sus gestos que ocupan demasiado espacio, las manos que parecen abarcar toda la mesa cuando las deposita encima de ella.
La prosa de J. OvejeroUna maravilla, otra delicia también poética y bella, al igual que la de su pareja. Si es que va a ser cierto eso que dicen de que “Dios los cría y ellos se juntan”. Mirad. . . 
Seré olvido. Ni siquiera eso. No habré sido nunca. Pero soy, aún, la falta de deseo. Soy la mujer que ni duerme ni vela. Soy una voz que no se pronuncia. Soy una idea que ya nadie piensa. Soy la lengua seca, los labios secos, el vientre seco. Soy sed sin ganas de beber. Sólo a veces sé que estoy viva porque me atraviesa un relámpago de rabia, que se apaga enseguida. Todo debería terminar. También el niño. También su espera.
La naturaleza como telón de fondoDisfruto especialmente los argumentos ambientados en plena naturaleza, sobre todo cuando el autor sabe hacernos sentir en medio de ella, inundarnos de ella, imaginar el paisaje.
Llueve durante dos días y una noche sin parar un momento. Llueve y los pocos frutos y bayas que queden en árboles y arbustos se acabarán de pudrir. Se encharcan los caminos y el ánimo. Se desmigan las tablas del porche. Llueve y el tiempo se inunda también, se remansa, se estanca. La montaña cruje. Conversación de matorrales. Gotas puntuando el insomnio. La cueva tiene un aliento de nieve. Mi cuerpo se hiela y arde al mismo tiempo, es un volcán bajo una tormenta de granizo. No sé si lo sueño o lo veo: el niño, abrazado a sí mismo, lamiendo una estalactita.
Resumiendo: "Humo" es una novela intensa y cruda, con un final demoledor, que bien pudiéramos considerar una especie de distopia, o no. Porque también se podría interpretar esta historia únicamente como el afán de supervivencia de una mujer, un niño y una gata, en un mundo y un ambiente hostil. También como una reflexión sobre la soledad, sobre las pequeñas cosas que nos pueden hacer felices, y esos lazos incomprensibles que pueden surgir por un interés mutuo de subsistencia.
Los fuertes mueren, los débiles exterminan. Y luego dicen que la naturaleza es inteligente. Es ciega. Es brutal. Es incomprensible. Tiene tan poco sentido como la vida humana..

Mi nota para las dos novelas es la máxima, las dos me han gustado mucho, os las recomiendo, ambas, seguro que os sorprenden:
Reseñas 2x1: “LOS OJOS CERRADOS” de Edurne Portela y “HUMO” de José Ovejero.

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