Hace unos días hablaba con un colega del curreles que decía gustarle todo este mundillo del noveno arte pero reconocía no haber leído nunca nada sobre Conan (pero el tío se regodeaba de haber leído a Snoopy, no me jodas). Francamente me dieron ganas de arrearle un revés a lo Rafa Nadal en Wimbledon con el que le sobresaliera el puño por la nuca. Lo cierto es que todos los fans del personaje creado por Robert E. Howard ardíamos en deseos de que llegara este film, pues ciertamente llama la atención que un personaje con un sinfín de aventuras a sus espaldas tenga tan pocos largometrajes en su haber.
¿Y es que quién no ha deseado alguna vez vivir en la era Hyboria?. Una gran época en la que las únicas preocupaciones de un bárbaro cimmerio eran vivir el día a día desplumando a algún gordo ricachón y retozando con las mozas más cachondas de la tasca más chunga del lugar, bebiendo jarrotes de cerveza cual hooligan descocado. Por todas estas cosas comentadas, los muchachos de este blog siempre hemos sido grandes fans de Conan.
Y es que han sido muchos los buenos ratos que hemos pasado leyendo las andanzas de este gran personaje de la mano de autorazos tales como Roy Thomas, John Buscena, Ernie Chan, Alfredo Alcalá, Barry Windsor-Smith y otros muchos. Así que como buenos frikis devotos del mítico bárbaro no podíamos menos que degustar este film el día del estreno vestidos de gala. Nuestra intención era ir ataviados a lo Conan, pero es que en tetas perdemos mazo. Pero entremos ya en materia y centrémonos en el meollo de la reseña sobre esta nueva adaptación de las aventuras del bárbaro por antonomasia.
Y es que la trama principal de este film dirigido por Marcus Nispel gira en torno a una venganza. Concretamente la de un joven cimmerio que un buen día ve cómo el poblado en el que vivía es masacrado por un tirano con ínfulas de deidad, y que con su pequeño ejército arrasa a lo Atila todo lo que se le ponga por delante en sus ansias por reunir todas las piezas de una mítica máscara que otorga extraordinarios poderes a su poseedor. Nuestro joven protagonista sobrevive a la cruda experiencia, pero la muerte de su padre y de la gente de su poblado le dejarán muy marcado. Por eso cuando crece y se convierte en un fornido bárbaro con más tetas que la Rocio Jurado buscará vengarse del asesino de su progenitor.
Sin duda alguna, los muchachos de este blog podemos decir a ciencia cierta que este primer tercio del film que se desarrolla en la aldea natal de Conan, con su nacimiento en pleno campo de batalla y las buenas maneras que despunta en su adolescencia para encarar cualquier peligro, es la mejor parte del metraje (y con diferencia). A partir de entonces la historia se centra en un Conan ya adulto, de la que hemos de destacar la forma de representar el peculiar altruismo de este anti-héroe, al que podría calificársele como una especie de Robin Hood salvaje, que no tolera las injusticias o a la gente que se aprovecha y que abusa de los más débiles o desfavorecidos. Mención especial merece también el film a la hora de retratar su curioso sentido del honor y de la lealtad para con la gente a los que puede catalogar como sus amigos y compañeros. Y por supuesto hemos de destacar también las amputaciones y demesbramientos tan típicos de esta era Hyboria, de los que el film está repleto y que harán las delicias de los espectadores más afines al pseudo-gore.
Pero si este párrafo anterior recoge los que para nosotros son los puntos fuertes del metraje, también hay ciertas cosas que no nos han acabado de agradar. Y la primera de ellas es su protagonista (Jason Momoa), no porque el muchacho actúe mal, sino por el hecho de que esos marcados rasgos hawaianos no nos acaban de convencer para encarnar el papel de este bárbaro norteño, pues a mí personalmente, según estaba viendo el film, tenía la sensación de que este tío se iba a poner ahí a bailar el hula-hula en cualquier momento. Además la parte final del metraje se nos antoja un poca falta del sentido épico que tanto caracteriza a las aventuras del bárbaro. Y es que ciertamente el enfrentamiento final con el malo de turno nos ha resultado un tanto flojo y regulero. Y es que si el poseedor de esa máscara obtiene grandes poderes una vez que se la pone, ¿porqué el malo del film era tan “pringao” y lo despachan más rápido que un ginecólogo a una gorda mocha?. Por dios, meta usted ahí un final a lo grande que haga justicia al género de espada y brujería, coñe…
En definitiva, esta nueva adaptación de Conan el bárbaro nos ha dejado un cierto sabor agridulce, en el sentido de que empieza muy fuerte atrapando la atención del espectador pero poco a poco va perdiendo fuelle hasta llegar a un final al que le falta ese sentido épico tan característico de las aventuras del cimmerio. De todas formas, tampoco queremos quitar la ilusión a todos los fans del personaje, porque no es una mala película ni mucho menos. Es sólo que para nosotros le ha faltado “algo” (a lo mejor es que con los años nos estamos volviendo más selectos). Pues mira, no te digo yo que no…
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