Reseñas cine: “Miss Bala”

Si exceptuamos casos muy contados como el del pronunciado escote de Julia Orayen, lo cierto es que las noticias relacionadas con México que suelen emitirse en los telediarios españoles hablan demasiado a menudo de tiroteos en escuelas, guerras abiertas entre cárteles de la droga y casos de sangrante corrupción por parte de supuestos representantes y/o protectores del pueblo. Sabemos, claro, que las buenas noticias no son las que arman el mayor revuelo mediático pero, visto desde este lado del Atlántico, el panorama en ciertas regiones mexicanas luce un aspecto desolador. El estreno en nuestro país de “Miss Bala”, último film hasta la fecha del realizador Gerardo Naranjo, hace nuevamente hincapié en esa idea de un México corrupto en todas sus esferas en el que quienes finalmente acaban llevándose la peor parte son los más inocentes.

La película está protagonizada por Laura, una joven de estrato humilde que desea participar en el concurso de belleza del que saldrá elegida la nueva Miss Baja California. Ésa es su única motivación egoísta en el film, pero será más que suficiente para que, en las horas posteriores al casting de selección de las aspirantes, su vida se convierta en un auténtico infierno. En México, nos dice Naranjo, para que toda tu existencia se vaya por el desagüe no hace falta más que estar en el lugar equivocado en el momento más inoportuno. Podríamos llamarlo fatalidad si no fuese porque existen unos claros culpables a los que señalar con el dedo: narcotraficantes, policías, militares, políticos. Todo el sistema, en fin, está podrido.

Siguiendo siempre los pasos de esta reina de la belleza atrapada en un laberinto sin salida, “Miss Bala” propone atípicas soluciones narrativas (como tiroteos fuera de plano o un total desinterés por informar al espectador de aquéllo que la propia protagonista desconoce) que estrechan el cerco alrededor del maltratado personaje principal. No hay espacio para grandes elipsis en la Pasión de Laura: tres días en los que cada decisión que tome (a punta de pistola o bajo la amenaza de muerte de sus seres queridos) la llevará a meterse en un embolado aún mayor. “Miss Bala” es angustiosa porque nunca ofrece un respiro a personaje y espectador; y sin embargo entretiene e incluso divierte (de esa manera sórdida en la que uno puede divertirse de una desgracia ajena en una sala de cine) al desplegar también un humor muy negro que nace del surrealismo de algunos momentos durante los cuales, pese a todo, uno no puede dejar de pensar que la realidad, seguro, supera con creces a la ficción.

La frialdad casi documental de la puesta en escena y la dirección con cámara digital en mano tienen su reverso emocional en la sorprendente interpretación de una debutante Stephanie Sigman que se erige en protagonista total de un film que no sería ni la mitad de lo que es sin su presencia. Sólo Noé Hernández, que encarna a Lino Valdez (una destacada figura del narcotráfico que hecha por tierra cualquier imagen estereotipada sobre el glamour criminal), posee un rol que pueda destacarse por encima del resto de figurantes, telón de fondo todos ellos para las correrías de nuestra desafortunada maniquí.

La kafkiana odisea de Laura por el lado más oscuro de este desierto moral poblado por pistoleros, traficantes, asesinos y violadores no busca tanto denunciar una situación indeseable (aunque inevitablemente lo haga) como lanzar un alarido de desesperación ante un mal conocido que no parece tener solución. “Miss Bala” no busca las raíces del problema ni propone caminos para salir de él. No es cine social, pese a reflejar (alrededor del personaje protagonista) las circunstancias de una sociedad concreta. Es más bien la concreción cinematográfica de una enfermedad nacional para la que no existe cura. Una película tan críptica y desesperanzada como rotunda y virtuosa.

(“Miss Bala” se estrena en los cines españoles el próximo viernes, 11 de mayo).