El empirismo cotidiano al que parece responder el orden natural nos ha vuelto cínicos. La fe en las versiones sobrenaturales de comportamientos y experiencias que bien podrían tener una explicación científica es ya reducto de las tribus (selváticas, rurales y urbanas; no vayamos a sentirnos mejor que nuestro lejano primo en taparrabos por vivir bajo el paraguas de la sociedad occidental, y menos aún en estas fechas) más crédulas y supersticiosas. Además de los animales atraídos por voluntad divina, el Noé del libro del Génesis apenas consiguió congregar en su arca a un puñado de hombres y mujeres (su familia, básicamente) que creyeron en su inverosímil profecía de un diluvio universal. Y hablamos de un pasaje bíblico. ¿Cuántos hoy en día tomaríamos por cierta la palabra de nuestra pareja si ésta de pronto nos confesase que sus sueños intentan prevenirle de un cataclismo natural inminente? Lo lógico, conociendo además los antecedentes familiares de esquizofrenia de nuestro cónyuge, sería razonar que el/la pobre está hundiéndose en un preocupante estado de demencia.
Tal es el argumento de “Take shelter”, segundo largometraje del realizador Jeff Nichols, que vuelve a contar tras su colaboración en “Shotgun stories” con el actor Michael Shannon (el inquietante agente Van Alden en la imprescindible teleserie “Boardwalk Empire”) para protagonizar esta historia de miedos irracionales (y también otros más racionales) en la que además intervienen la actriz de moda Jessica Chastain (“El árbol de la vida”, “La deuda”) y el secundario Sea Whigham (compañero de reparto de Shannon en la citada producción de la HBO).
Resulta agradable que el planteamiento binario de “Take shelter” (o bien el protagonista está como un cencerro o bien se acerca una amenaza meteorológica que va a poner el mundo patas arribas) no sea el único pilar que sostiene su trama. Pese a que el argumento tiene un punto de partida muy shyamalaniano (fijaos, me acabo de inventar una palabra), es el drama personal y no un presunto final sorpresa lo que alimenta las entrañas narrativas del film. La progresiva pérdida de contacto con la realidad que experimenta Curtis (el personaje al que da vida Shannon, en una interpretación espléndida), pasando por alto las necesidades afectivas y económicas de su mujer Samantha (Jessica Chastain, también en buena forma interpretativa) y su hija sorda (y por añadidura muda) Hannah (la debutante Tova Stewart), sus problemas laborales y sus propias dudas acerca de su salud mental ofrecen toda la tensión que el relato precisa para aferrar al espectador a la butaca y mantenerlo en vilo con el destino de esta familia de un pequeño pueblo de Ohio durante dos horas. Lo que tenemos delante, en el fondo, es el drama social de nuestros días disfrazado de paranoia apocalíptica.
“Take shelter” es por tanto la película perfecta para todos aquellos que nos quedamos con cara de idiotas y el estómago cinematográfico vacío cuando vimos en qué degeneraban las “Luces rojas” de Rodrigo Cortés. Es una cinta que carga las tintas en el factor psicológico, que coquetea con el fantástico (las escenas oníricas consiguen generar una angustia propia del género de terror) sin levantar nunca los pies del frío suelo de la realidad, que no recurre a efectismos tramposos para sacarse en los últimos compases un conejo grande y blanco de un guión-chistera con más agujeros que un queso gruyère. Y al final, si uno quiere, se puede incluso discurrir que el terrible chaparrón profetizado por Curtis no era tanto una auténtica lluvia torrencial como una alegoría de la tormenta económica en cuyo ojo ahora nos encontramos, intentando que el viento no arrastre nuestro empleo, nuestra casa y la educación y la salud de nuestros hijos al mundo en bancarrota de Oz.
“A hard rain’s a-gonna fall”, decía Dylan. ¿Acaso no la oyes, chocando con fuerza contra las ventanas de tu vida? Eso sí que da miedo, maldita sea.
(“Take shelter” se estrena en los cines de España el próximo miércoles 4 de abril)