Hay ocasiones en que es tan sencillo y tentador ensañarse con una película que la perspectiva de redactar una crítica sólida y argumentada no genera más que pereza. Tal es el caso de “Transgression”, una cinta que no sorprendería a nadie como saldo en la sección de DVD’s del Carrefour o como pasatiempo televisivo para la sobremesa de un sábado, pero que se percibe fuera de su medio natural en una sala de cine.
El film, dirigido por el realizador catalán Enrich Alberich, es una co-producción a tres bandas entre España, Italia y Canadá que cuenta con un reparto internacional obligado a desenvolverse durante el rodaje en lengua inglesa. Michael Ironside (el tipo con cara de eterno villano que ejercía como tal en “Desafío total” o “Los inmortales II”) encarna a un empresario del ladrillo, extranjero residente en Barcelona, que ha acumulado una gran fortuna empleando toda clase de artimañas ilegales. Su segunda esposa, interpretada por la belleza italiana Maria Grazia Cuccinotta (“El cartero y Pablo Neruda”, “007: el mundo nunca es suficiente”), tiene una relación pésima con el hijo de su primera mujer, un joven problemático al que da vida el secundario televisivo Jonathan Kent. La tensión latente en este matrimonio aparentemente bien avenido estallará sin remisión la noche en que un grupo de asaltantes encapuchados los secuestre en su propia casa con el fin de llevarse de la finca un cuantioso botín.
Enumerar las flaquezas de “Transgression” es todo un ejercicio de paciencia. A grandes rasgos (y porque no veo la necesidad de extenderme): el guión es un cúmulo de clichés hilvanados por escenas ridículas que se toman monstruosamente en serio a sí mismas y líneas de diálogo que provocan una inintencionada hilaridad. Los intérpretes sobreactúan, se perciben falsos y perdidos en la unimensionalidad de sus personajes y demandan urgentemente un curso intensivo de inglés (salvo en el caso de Ironside, claro, que además -o tal vez por ello- ofrece la interpretación más profesional del conjunto). La puesta en escena es absolutamente telefílmica y la música carece de entidad. No hay, en resumen, ningún aspecto concreto por el que merezca la pena pagar lo que cuesta una entrada de cine para ver “Transgression”… salvo que uno esté especialmente interesado en el generoso escote de la Cuccinotta, mujer de rompe y rasga que corretea en camisón de una estancia a otra de la casa durante la práctica totalidad del metraje.
Poco más que añadir. A “Transgression” la pantalla grande le viene ídem.
(“Transgression” se estrena en España el próximo 21 de octubre.)
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