Coraline, de Neil Gaiman
Al día siguiente de mudarse de casa, y aburrida porque sus padres no paran de trabajar, Coraline explora las catorce puertas de su nuevo hogar. Trece se pueden abrir con normalidad, pero la decimocuarta está cerrada con llave y sólo lleva a un muro de ladrillos, como le muestra su madre, pues da a otro apartamento aún vacío. Sin embargo, al abrirla ella misma, Coraline se encuentra con un pasadizo secreto que la conduce a otra casa tan parecida a la suya que resulta escalofriante.En esta otra casa hay ciertas diferencias que llaman su atención: la comida es más rica, los juguetes son tan desconocidos como maravillosos, hay un gato que habla y, sobre todo, hay otra madre y otro padre que quieren que Coraline se quede con ellos, se convierta en su hija y no se marche nunca.
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Primera lectura de este autor y un buen acercamiento al mismo. Si queréis saber más de él os recomiendo esta entrada de Magrat. Por cierto, mi edición es de Círculo de Lectores e incluye ilustraciones de Zuzanna Celej.
La obra tiene un algo de Alicia en el País de las Maravillas pero en versión oscura y bastante siniestra. Reconozco que soy una auténtica cagona y ni leo ni veo historias de terror, pero las gotitas que tiene esta obra son fácilmente digeribles por cualquiera, incluso yo misma. La verdad es que no me ha hecho pensar sólo en Alicia, también me he acordado de Chihiro y su aventura para salvar a sus padres o en El jardín de medianoche y el gran caserón que cambiaba de aspecto para un niño recién llegado y aburrido. Supongo que las referencias pueden ser casi infinitas y, aunque la originalidad como tal de la trama no es su rasgo más destacado, esto se compensa con un enorme abanico de detalles fantásticos increíbles en los que el autor deja volar toda su imaginación. El conjunto de la historia, la oscuridad y la aventura de Coraline son elementos suficientes como para darle una oportunidad a esta inquietante y maravillosa lectura.
La hija del mago, de Antonia BarberEn un país blanco y frío, vivían un mago y su hija. Tan grande era el poder del mago que, a pesar de vivir rodeado de grandes superficies de hielo, el palacio estaba entre bosques y lagos en eterna primavera. Con semejante poder, tampoco necesitaban criados, así que vivían solos ya que el mago podía conseguir lo que quisiera sólo con un movimiento de manos.
Desde que el mago, consciente de su vejez, empezó a temer la llegada de una muerte que le quitase todo lo que había logrado, se dedicó en cuerpo y alma a buscar el secreto de la inmortalidad. Con el encierro estudioso del mago, la joven estaba aún más sola y cada vez más aburrida, por lo que le pidió libros como los que él tenía para distraerse, y en ellos aprendió que existían las madres, los hermanos y países más allá del castillo.
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Llevo años con la intención de hablaros de este precioso cuento (y el siguiente) y nunca encontraba el momento, hasta ahora, que aprovechando el reto, me venía muy bien para llegar a la cifra de lecturas que me había marcado.
Preciosamente ilustrado por Errol Le Cain (pasead un rato por Google imágenes y babead conmigo), con cierto estilo asiático, las imágenes acompañan a la perfección este breve relato que muestra la enorme importancia del conocimiento, la familia, el amor y la libertad. En apenas 30 páginas, estando la mitad de ellas dedicadas a las ilustraciones, tenemos un cuento precioso con unos mensajes maravillosos y muy necesarios para todas las edades.
Obviamente, el punto flojo es que resulta predecible y, sobre todo, precipitado en su desenlace. También es cierto que no deja de ser una historia muy sencilla pero tiene tal encanto y es tan bonita que, si lo encontráis, dadle una oportunidad, es una joya, tanto para peques que tengáis en casa como para vuestro disfrute personal.
Una noche se acercó a una casa encantada del pueblo y preguntó cómo podría ser el mejor violinista del país. La respuesta que las voces le dieron fue: "Tira tu zapato a la Luna. Cada noche, durante siete noches, tira tu zapato a la Luna". A partir de la noche siguiente, cogió un par de los zapatos que todos sus hermanos y él habían usado cada año. Lanzó uno a la Luna y dejó el otro en el muelle. A la séptima noche tiró uno de los que llevaba y dejó el otro allí, volviendo a casa descalzo con la sensación de que a su espalda la Luna empezaba a perseguirle muy enfadada.
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Otro precioso cuento que siempre he querido comentar en este espacio, hasta que al fin ha encartado la ocasión. Por cierto, el libro cuenta con ilustraciones de Alan Lee que tal vez os suene por algunas ediciones de las obras de Tolkien, que cuentan con sus maravillosos dibujos para las portadas, así como también aportó su colaboración en las trilogías de El Señor de los Anillos y El hobbit. El estilo aquí es más sencillo e infantil, claro, pero la maestría se nota a leguas, tanto en la magnífica portada como en el interior.
A diferencia del anterior cuento, aquí no tenemos moralejas o mensajes, se trata de un relato fantástico con algunos detalles originales que despertarán la imaginación de cualquier peque. Quizás la pega que le puedo poner es que hay algunos elementos que parecen inconexos con el resto, como cierto fantasma que aparece en un breve pasaje. Es curioso que, aunque es un poco más denso que el anterior en cuanto a texto, el desarrollo es menos fluido y hay varios saltos temporales que habrían necesitado un poco más de espacio. Por lo demás, un cuento fascinante que no me canso de releer cada ciertos años por toda la magia que encierra.