por Nacho Muñoz
Es curioso que descubramos palabrejas ya en edad adulta, cuando parece que son ya pocas las definiciones de nuestro diccionario que nos pueden sorprender. Pero sí, para muchos todavía queda un mundo de letras y significados por descubrir, términos que proceden de disciplinas específicas que son muy inspiradoras por el poder que tienen en otros escenarios distintos. ¿Algunos ejemplos de este tipo de palabros? Hay varios: asertividad, serendipia, tensegridad, iteración, empatía, resiliencia, procastinación…
Muchas de esas palabras logran ordenar y conectar todo un cúmulo de ideas que andan por ahí dispersas. Cuando conocemos y entendemos uno de esos conceptos, de repente parece que por fin nos hemos explicado a nosotros mismos una realidad algo borrosa con la que nos enfrentamos diariamente. Uno de esos términos es cada vez más conocido… y necesario, porque señala directamente a cómo nos enfrentamos a las adversidades, ahora que las tenemos (casi) siempre presentes: se trata de la resiliencia.
Origen de la palabra “resiliencia”
Aunque tiene un origen similar a la palabra estrés,ya que ambos proceden del ámbito de la mecánica, su uso está extendiéndose cada vez más en el ámbito de la psicología. Si el estrés, en origen, define el esfuerzo al que está sometido un material (por ejemplo, un pilar de un edificio), la resiliencia se usa en la física para expresar la capacidad de recuperación que tiene ese material a causa del esfuerzo al que ha sido sometido. Hoy, el concepto tiene mucho que ver con la persona y con esta realidad tan aparentemente nociva que nos está tocando vivir.
¿Qué es la resiliencia y por qué conviene saber más sobre ella?
La resiliencia(psicológica) consiste en la capacidad de hacer frente a las adversidades, superarlas e, incluso, ser transformados por el propio proceso. Al igual que un objeto abollado recobra su forma primitiva si tiene la suficiente elasticidad, los seres humanos dotados de resiliencia serán capaces de salir de una dificultad si consiguen desarrollar cierta plasticidad en forma de habilidades… resilientes.
Ojo, la resiliencia va más allá del concepto de flexibilidad: no se alude solamente a la capacidad de adaptarnos al entorno, sino de la capacidad de adelantarnos a él. No se trata únicamente de ser versátiles para cuando haya momentos complicados: la cosa es estar bien situados para cuando la adversidad te mire a la cara, tener la capacidad de enfrentarse a ella con los mejores recursos posibles y, además, salir reforzado de la lucha que tendremos con ella.
5 habilidades para ser resilientes y no caer en el derrotismo
1. Doblegar esfuerzos
“Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”
Es momento de darlo todo. Levantarse más temprano, leer más, relacionarse mejor… Las oportunidades no llegan caídas del cielo. La perseverancia y el estar en contacto de forma permanente con los contenidos asociados a las posibles oportunidades es una obligación que nos debemos tomar muy en serio. Debemos luchar de forma consciente contra la procastinación, porque cada día que pasa sin estar encima de lo verdaderamente importante (profesionalmente hablando) nos aleja de cualquier objetivo a la vista.
2. Apostar por la serendipia
“El verdadero descubrimiento no consiste en encontrar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”
Nos abandonamos en exceso a la planificación y, sin embargo, actuar de modo programado hace que olvidemos que en lo desconocido probablemente también podemos encontrar oportunidades. Debemos permitirnos salirnos del guión establecido y actuar contraprogramándonos a nosotros mismos: acudiendo a sitios diferentes o que no teníamos previstos, leyendo contenidos que aparentemente no tienen que ver con nuestro expertise, relacionándonos con personas que no conocemos.
3. Alejarse de la victimitis.
”Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca las circunstancias… y las crea si no las encuentra“
“Yo no puedo”, “no va a servir para nada que lo intente”, “seguro que no consigo nada”, “la situación no es propicia”… son frases que nos aprisionan cuando tenemos que afrontar una decisión o llevar a cabo una acción que contenga cierto riesgo. La victimitis consiste en ponernos trabas a nosotros mismos, exagerando las debilidades y las amenazas, menospreciando las fortalezas y las oportunidades existentes. Alejarse de la victimitis es complicado. De pequeño ya éramos expertos en acudir a ella para dar respuesta a nuestros fracasos: “el profe me tiene manía”.
4. Saltar obstáculos
“Me parece que el secreto de la vida consiste simplemente en aceptarla tal cual es”
Cuando tenemos una dificultad: ¿la interpretamos como un problema… o la interpretamos como un reto? Es un proceso prácticamente inconsciente, ojo, pero si encontramos retos y desafíos en lugar de problemas en nuestra vida, estaremos facilitando que la pasión sea el instrumento con el que nos enfrentemos a la adversidad, en lugar de la desidia y cierta sensación amarga que aparecen cuando enfocamos de forma pesimista el escollo.
5. Experimentar
“No he fracasado. Simplemente he descubierto diez mil alternativas que no funcionan”
Ya está bien de sancionarnos los errores. Es hora de recompensarnos los grandes fracasos y repensarnos los éxitos mediocres. ¿Tenemos verdaderas ambiciones o sólo el ánimo de cumplir con lo mínimo? Los brazos cruzados no ayudan. Si aspiramos a algo grande, necesitaremos iterar todo el tiempo, probar, errar, aprender, mejorar… experimentar constantemente.
Autor Nacho Muñoz (@ignacionacho) dirige dos programas Master en Dirección de RRHH: en la UMA y en la UCO. Además, es responsable de consultoría en eMOTools, empresa especializada en innovación, donde está desarrollando una investigación sobre iskills (habilidades para innovar en la nueva economía)
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