El otro día un amigo ha compartido en las redes sociales este lacónico aviso:
No lo parece, así, tan aséptico, tan mono, pero esconde una historia interesante. Vamos, es un microrrelato. A ver si lo sé desarrollar:
Lo que veis es un pantallazo de un anuncio de la Oficina de Concursos del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro, que publica (sin gritar, sin llorar, sin insultar, sin quemar nada, sin cagarse en nadie) que un concurso público que tiene por objeto la contratación de un estudio de arquitectura para la remodelación y ampliación del servicio de urgencias de un complejo hospitalario ha sido adjudicado a alguien que ha hecho un 64,74% de baja.
Ya está. Solo eso. ¿Y qué?
Pues nada. Nada demasiado importante. Que en la limpia y sana competencia comercial, uno de los estudios de arquitectura ha conseguido aquilatar tanto su previsible trabajo futuro que ha hecho una rebaja del 64,74% sobre los honorarios base de licitación, que ya estaban bastante bajos porque la administración los baja y los baja a cada nuevo concurso, y los sigue bajando a la vista de que hay quien hace ofertas de ese calibre.
Eso sí que es un Black Friday (día que, por cierto, se está celebrando hoy).
No hay de qué preocuparse ni de qué asustarse. Cada uno afina su oferta con el afán de llevarse el encargo. "Es el mercado, amigo", que dijo un ilustre presidiario.
(Por cierto, ¿os habéis dado cuenta de que todos los ideólogos del anarcoliberalismo han estado chupando de la teta pública toda su vida? O son políticos o son empresarios muy bien anclados y muy favorecidos por los poderes públicos. Y te dicen a ti que emprendas y que te tires al charco. Qué risa).
Estos "compañeros" que hacen esa oferta suscitan pena, compasión, asco... todo junto. No sé qué pensar de ellos y tampoco quiero saber quiénes son ni por qué lo hecen. ¿Los compadezco y les doy palmaditas en la espalda o les escupo en la cara? Pues ninguna de las dos cosas. Los desprecio y ya está. A otra cosa.
¿Os imagináis que esa misma administración autonómica, en ese mismo hospital, contratara a los cirujanos, a los anestesistas y a los traumatólogos con el mismo método? Quien quiera cobrar menos se queda con el puesto. Sería bastante raro, ¿no? Sin embargo con los arquitectos es lo normal.
Una persona muy cercana a mí ha estado varios años preparando una oposición. Me parece algo de lo más cruel. Se ofertaban ciento y pico plazas, doscientas... y se presentaban dos mil, tres mil aspirantes. Horrible. No vale con saberse el temario; hay que sabérselo mejor que el noventa y tantos por ciento de los presentados.
Imaginaos que en cualquiera de los años en que esta persona fracasó le hubieran dicho: "Vale: Si te bajas el sueldo te contratamos a ti". Naturalmente que lo habría hecho.
Ahora bien: ¿Cuánto habría estado dispuesto a bajárselo? ¿Y los demás? La demencial carrera por memorizar el mayor número posible de la ley tal y del real decreto cual se habría transformado en la no menos demencial carrera por bajarse el sueldo.
Pues así estamos nosotros.
Tengo un amigo que ha trabajado muchos años en gestión hospitalaria de una comunidad autónoma. Me dice que se ha encargado de todo tipo de concursos, excepto en obras. Ha comprado escáners, equipos de resonancia magnética, pijamas, sábanas, anestésicos, material de quirófano... Muchos de los concursos eran de muchos millones de euros, y me dice que el precio no era nunca el factor más importante, sino que lo eran la calidad y las prestaciones.
Me parece que así es como tiene que ser, ¿pero cómo se mide la calidad de la arquitectura? Me sorprende y me duele que la administración pública piense a ese respecto lo mismo que el vecino de mi pueblo cuando me pide precio porque los muy tal del ayuntamiento le exigen un proyecto, que maldita la falta que le hace. La administración no da ejemplo precisamente.
Lo que sí sabe, y cada vez mejor (como cualquier cliente) es que ponga el precio que ponga siempre va a haber un arquitecto que se lo va a bajar.
Nuestra profesión está hundida irremisiblemente. Nos han perdido el respeto, pero porque antes no lo hemos perdido nosotros mismos. Nos hemos quedado como arquitectos zombies, muertos vivientes, caminantes que van a recogerse a su colegio suplicando amparo, pero que se encuentran con que donde estaba han puesto un macdónalds.
Ah, y que estas quejas no salgan de aquí. Que no las lea nadie que no sea arquitecto, porque ya sabemos: "Ahora os quejáis, ¿eh? ¡con la que habéis liado!" "La culpa es vuestra". "Siempre tan prepotentes y tan soberbios, y cuando os ponen en vuestro sitio os ponéis a llorar". Nada: A callar. A sacudirse el polvo, estirarse la chaqueta y seguir caminando.
Ya digo que ni sé quiénes son los adjudicatarios del concurso ni lo quiero buscar, así que lo que digo a continuación no es una acusación concreta contra ellos. Estas son las únicas cuatro razones que se me ocurran para que hayan hecho esa barbaridad:
1.- Son jóvenes sin obligaciones y sin reflexión sobre el futuro. Chavales que viven de sus padres y que ni pagan casa, ni ropa, ni tienen hijos que mantener ni nada, y si se llevan mil eurillos limpios se los gastan con los colegas.
2.- Están desesperados. Llevan tiempo sin ganar ningún concurso ni obtener ningún encargo privado y están dispuestos a lo que sea por trabajar. (En este caso serían dignos de lástima, pero no de respeto. Se hunden y nos hunden a todos).
3.- Son unos chapuceros. Han hecho ya algún trabajo parecido y tienen bases para hacer un cortaypega rápido. Plim-plán y ya está. En dos patadas y sin reparar en nada. Que salga como salga.
4.- Son unos sinvergüenzas. Hacen un proyecto baratísimo, pero están conchabados con el único importador español de obsidiana australiana (suponiendo que exista) y van a ponerla por todo el suelo y todas las paredes, llevándose la comisión correspondiente. O van a liarse con el constructor para pillar un tanto por ciento de cada certificación de obra. O las dos cosas: la obsidiana y las certificaciones.
Este último caso es el más interesante y divertido: La administración se queda tan contenta por haber adjudicado un proyecto y una dirección de obra muy baratos pero se está comiendo toda la obsidiana australiana que le quepa.
No se me ocurren más posibilidades. Las cuatro que digo son horribles. Los colegios profesionales deberían protestar contra eso. Pero protestar de verdad. Y denunciar. Y poner contenciosos. Y lo que haga falta, leches.
Pero no: ¿Qué es lo que hacen? ¿A qué se limitan? ¿Entrecomillar la palabra "Adjudicación" puede haber sido la única tímida protesta del COAVN? ¿Hacerse eco de la tropelía y publicar el aviso pero entrecomillando la palabra?
-Esto no es una adjudicación: Es una "adjudicación".
-Ah, sí, oh. Qué miedo. Qué terribles son los colegios de arquitectos.
Y lo de las comillas es porque el anuncio está escrito. Me imagino que cuando vayan a decírselo a alguien cara a cara harán las comillas con los dedos.
Repito: Se ha perdido el respeto a nuestra profesión. Nos lo han perdido nuestros clientes. Nos lo han perdido las administraciones públicas. Pero es que todo ello es porque nos lo hemos perdido nosotros mismos.
Bueno, el respeto: el "respeto".