Recuerdo hace un tiempo atrás, cuando tuve mi despertar espiritual, después de la pérdida de mi segundo hijo, Noah, sentir la necesidad incontrolable, por las mañanas, durante mi momento de conexión, oración, meditación, con la Divinidad, de respirar, todo el dolor que otras personas sentían en esos momentos y exhalar luz de colores, exhalar amor.
Para explicarlo mejor, esto era más o menos lo que me sucedía, por las mañanas, al levantarme, sentía una conexión muy fuerte con mi hijo, sentía mucho amor, pero a la vez, mucho dolor por su pérdida. Sentía una nostalgia incontrolable, pero a la vez, sentía el otro extremo, un amor profundo, una felicidad por haberlo tenido, era, como variar por dos polos.
Debido a mi despertar espiritual y volverme más consciente de que todos somos Uno, me sentía y me siento, muy conectada con todos los seres humanos y al sentir ese dolor, podía sentir y ver, durante mi meditación matutina, esa conexión con todas las madres que estaban pasando por exactamente la misma emoción.
Allí me entraban unas ganas locas de aspirar ese dolor, respirar esa tristeza, ese sufrimiento incomparable que puede sentirse al perder un hijo, podía ver por mi tercer ojo, a madres en lugares de guerra, madres en hospitales, madres que acaban de recibir la noticia de haber perdido a su hijo, las miraba, miraba ese dolor y lo respiraba, como un aire denso, negro, espeso, imaginaba llevarlo a mi corazón, respirarlo y conectarme con todo ese amor que me dio mi hijo, transformar esa densidad oscura, en una hermosa luz multicolor y exhalarla, llevarla de regreso a todas esas madres y las iba viendo, una a una, recibiendo esa luz, envolviéndose en ella, sanando por medio de mi amor.
Nunca antes había escuchado sobre esto, solo puedo explicarlo, como una necesidad incontrolable de hacerlo, no sabía con exactitud, si lo que hacía, estaba bien o estaba mal o si me iba a afectar de alguna manera, solo puedo decir, que sentía que debía hacerlo.
Tiempo después, cuando llegué a conocer a mi maestra de Budismo y le conté lo que hacía, recuerdo escucharla decir, mientras me escuchaba: “fascinante”…
En esos momentos, no le pregunté más, seguí contándole y ella escuchaba, solo al finalizar me dijo, definitivamente estás recordando varias cosas que con el tiempo entenderás.
Y con el tiempo, aprendí, que esta meditación, esta necesidad loca, tiene nombre en el Budismo y se llama: Tonglen (dar y recibir).
Al Tonglen, se le llama la meditación de la compasión y según el budismo, la compasión es el deseo que tenemos de que todos los seres queden libres de sufrimiento, que bello, ¿no?.
Pema Chödrön, maestra budista, cuenta una historia que le contó, a su vez, su maestro y quiero compartirla también con ustedes, cuenta que cuando era pequeño, recuerda estar en el techo de una casa y ver, desde arriba, un grupo de niños patear a un perrito hasta matarlo, su maestro le contaba que recordaba vivamente la mirada de ese pobre animal. Un recuerdo terrible, ¿verdad?, algo que nadie en su sano juicio quisiera recordar. Él le dijo, que al iniciar la meditación de Tonglen, traía a su mente nuevamente ese recuerdo, ¿porque? Porque era la forma de encontrar en su corazón ese espacio de dolor, conectarse con esa compasión que todos tenemos y a partir de ese recuerdo, comenzaba su práctica.
Al escuchar esta historia, entendí también como yo usaba el recuerdo de mi hijo para conectarme con todas las madres, como yo sin saberlo, hacía exacto lo mismo.
Y eso sucede porque esa es la única forma de ser empáticos, esa es la única forma, de conectarnos los unos a los otros, pero desde el corazón. Y las emociones nos enseñan eso, sin emociones, no podríamos llegar a ese nivel de avance espiritual.
Así que abracen sus emociones, no se cierren a ellas, especialmente, cuando se trata de emociones tan duras, tan fuertes, como puede ser la pérdida de un ser amado. Uno de los errores más frecuentes, es no querer pensar, no querer saber, escuchar, sentir… como si así, la energía, ese dolor, fuera a desaparecer… respiren su dolor, abrácenlo y bendíganlo, todo lo que sientan, es bendito…
Las amo,