La luna brilla al mediodía.
El maestro bendice a la gente.
La humildad es buena, pero a veces inapropiada. El cultivarse en privado es bueno, pero a veces también es inapropiado. ¿Por qué? Porque si uno nunca acude a ayudar a otros y mostrar que es posible ser espiritual en los tiempos modernos, la gente perderá la fe. Cuando la gente va a escuchar a un maestro espiritual, no van a escuchar auto desprecio. Van para ver perfección.
En el pasado los maestros bajaban de las montañas para dejar que la gente los viera. Al andar entre la gente reafirmaban la validez de la espiritualidad. Al andar entre las masas, inspiraban a otros a emprender el crecimiento personal. Al ayudar a quienes encontraban, afectaban directamente la vida de otros. El auto cultivo y la concentración en lo divino están bien, pero hay veces en que debemos recordar a nuestro prójimo.
Cuando uno proyecta brillo, es como la luna de medio día –un evento tan radiante que lo que normalmente está oculto eclipsa incluso a la luz más brillante. Así es como se ve cuando los maestros caminan entre la gente. Con su presencia iluminan y alegran a todos quienes cruzan su camino.