Hay un discurso que a estas alturas seguro que a más de uno nos suena. La voz de los ciudadanos ha aumentado en alcance y el poder. Estamos en medio de una revolución en el que los tradicionales grupos de poder, que tenían la potestad de decidir qué se contaba y cuándo, cada vez se ven más comprometidos por nuevas formas de comunicación social. ¿Os suena no? Esto mismo o con otras palabras pero la misma esencia, se ha dicho y redicho hasta la saciedad en los últimos años.
Personalmente no puedo estar más de acuerdo, creo que efectivamente ese cambio se está dando y que tiene efectos muy beneficioso para cualquier sociedad y democracia. Ahora bien, dejadme citar a los clásicos antes de continuar:
"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad"
Es decir, que para este juego sea saludable y beneficioso, no debemos conformarnos con que un ciudadano tenga la posibilidad de hablar más alto que antes a través de su blog. Sino que al que esté en esa posición debemos exigirle también una responsabilidad. Si quienes tienen la audiencia dicen lo que les da la gana y como les da la gana podemos caer en situaciones mucho más dañinas que las que se querían evitar.
Pongo dos ejemplos para explicar esto. Uno: la Policía Nacional, decide apostar por las maravillas de las tecnologías de la información y de la web 2.0 para desintermediar abriéndose su propio canal de YouTube. Hasta ahí todo correcto, todo lo que sea facilitar a los ciudadanos el acceso a las fuentes de información, incrementando así la transparencia es un avance. El problema viene cuando la Policía Nacional sube un vídeo que le han pasado sus colegas franceses en el que se ve a los cinco supuestos etarras que entraron en un tiroteo hace unos días en París. El problema viene cuando esos etarras no son etarras sino bomberos catalanes. Si el error lo hubiese cometido un medio tradicional, la formación que tienen como periodistas les haría darse cuenta de que cuanto menos deben disculparse. Sin embargo, la Policía Nacional ha sido expeditiva bloqueando el acceso al medio y al canal. ¿No se le debería exigir en este caso una rectificación o una disculpa como se haría con cualquier otro medio de comunicación tradicional?
Dos: Al ciudadano Enrique Dans no le gusta la nueva ley aprobada por su gobierno y decide hacer público este parecer en su blog personal en un artículo titluado "La pantomima de una democracia." En él dedica una amplia variedad de calificativos duros pero subjetivos a fin de cuentas, posibles dentro de la libertad de expresión. Pero además habla de:
"para convertir el asunto ya en directamente escandaloso, se atreve a plantear un discurso narcótico, preguntas largas y respuestas lentas, una ronda de preguntas pactadas con unos periodistas dóciles"
Vaya, pues esta afirmación si es verdad se las trae, no solo por tratarse de un gobierno pactando preguntas con los periodistas sino porque los periodistas habrían aceptado el juego (que sería lo realmente extraordinario). Si es verdad, quiero saber más. ¿Estuvo el señor Dans en esa rueda de prensa, para ver tan calamitosa acción delante de sus ojos? ¿O cuenta con fuentes bien informadas que le pueden dar fe de esta operación? Se haya enterado de una u otra manera no nos lo cuenta. ¿No deberíamos pedirle un poco más de responsabilidad a la hora de hacer semejantes afirmaciónes? Si ese pacto se ha producido y él se ha enterado por lo menos que mencione sus fuentes (aunque no las revele). Pero si esto es sólo fruto de una intención de ser dramático y agresivo, y ese pacto no se produjo o no tiene pruebas de que se produjera, el señor Dans acaba de pasar de dar una opinión a dar una información que no es completamente veraz.
Esta bien que cada ciudadano u organización pueda tener ahora su voz, pero ahora que poco a poco vamos superando la infancia de estos nuevos medios, que empezamos a saber cómo funciona el juego, nosotros como audiencia deberíamos empezar a exigirle esa responsabilidad que le exigimos a otros medios.
Enlaces:
- You Tube de la Policía Nacional: Not Available, en Paper Papers.
- La pantomima de una democracia. En el blog de Enrique Dans.