Revista Salud y Bienestar

Respuesta #3

Por Saludyotrascosasdecomer
Acabada la carrera, una beca le llevó al país al otro lado del mar, donde abandonó los libros y los cuentos y se entregó en cuerpo y alma a la cirugía cardiaca. Vivía en un apartamento pequeño cerca del hospital y durante tres años compartió el tiempo entre el quirófano y el apartamento, siendo más casa el primero que el segundo. Seguía siendo amigo íntimo de la soledad y sólo en el trato profesional con los pacientes parecía abandonar su timidez. Quizá porque para ellos sólo tenía respuestas y no preguntas que continuaba sin descifrar.

Pasaron los tres años como cae una pluma al suelo y regresó a su país convertido en un cirujano cardiaco de prestigio. Sin plaza fija, iba de acá para allá, operando en todos los hospitales que requerían su presencia. Trabajaba sin descanso.
Hizo un alto en el camino y visitó a sus padres. Su padre le regaló todos los libros que le había comprado durante su ausencia y, así, pudo recuperar el viejo amor de la lectura.

Continuó viaje y llegó al hospital de una ciudad perdida, levantada al abrigo del mar. Inició la operación como tantas veces había hecho en su vida.
Sin embargo, algo salió mal y la paciente murió. Abatido, se despojó del disfraz de cirujano y se lavó la cara con agua helada. Permaneció un rato sentado, repasando mentalmente todo lo que había hecho. Sabía que no había sido culpa suya, ni de ninguno de sus ayudantes y que ese momento, tarde o temprano, tenía que llegar. Se armó con la coraza del médico experimentado que era y salió a dar la cara ante la familia. Pero en la sala de espera sólo aguardaba una niña pequeña de grandes ojos azules que, sin mediar palabra, le entregó un sobre y desapareció. Lo abrió intrigado y se dispuso a leer: yo te conozco, tú bien lo sabes. Fuiste el chico de los libros y de los cuentos y ahora eres el hombre del corazón. Si estás leyendo esta carta significa que he muerto. No sufras por mí porque fui feliz, pero tenme siempre presente.

Alzó la vista al frente y comprendió. La última respuesta estaba en el sobre. Sólo la muerte no tiene solución.

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