Pese a que tenemos más cosas en común que las que no, algunas de las diferencias con los habitantes de estas tierras son más que palpables. Aparte de la religión, idioma y demás, el contexto político, económico y cultural influyen más que otra cosa, y para muestra un botón. Estas son algunas de las situaciones que se han dado en diferentes clases con jordanos, bien dándoles nosotros la clase, bien recibiéndolas o estando simplemente de oyentes.
En clase de español, Mohammed, jordano de origen palestino –como más del cincuenta por ciento de la población jordana-, contestó a la pregunta de “¿Qué cambiarías en el mundo en tu propio provecho?” que “los acuerdos de paz, que no han servido para nada”, mientras que todos coincidieron en afirmar que el país al que nunca irían de vacaciones es “Israel”.
Mientras, a la cuestión de “¿A dónde irías en una máquina del tiempo?”, una chica contestó que “a la época del Profeta”. No se oyó ni una risa. Y que nadie se piense que era una chica velada ni nada parecido, sino más bien todo lo contrario.
Otra historieta del estilo me llegó por medio de una profesora de español en la Universidad Jordana. Viendo la cantidad de mujeres que estudian esta carrera en comparación con los hombres que hay, se le ocurrió preguntar a las chicas, “Y vosotras, ¿por qué estudiáis español?”, cuestión ante la cual una estudiante respondió pronta y presta: “Porque mi madre dice que como soy chica tengo que estudiar algo fácil”.
Por su parte, las clases de inglés de Vica (en la cual es la única extranjera) dan para mucho. Así, se ha dado el debate –propiciado por la profesora- acerca de si nacer mujer en un país árabe es ya una condena a llevar una vida miserable; se ha discutido acerca de la compatibilidad entre el Islám y el desarrollo tecnológico –algo que unos cuantos parecían negar-, o acerca de por qué la eutanasia no es moral ni ética (el argumento esgrimido es que solo Alá puede privar de la vida a alguien) al tiempo que la mayoría de la gente apoya la pena de muerte que está vigente en este país (y cuya aplicación no recae precisamente en las manos de Alá).
En fin, que de estas hay muchas. Que viva la pluralidad, aunque a veces nos quedamos con la cara a cuadros.