Revista Decoración
Hace unas semanas nos fuimos de tiendas por Nueva York. Hoy recorremos restaurantes. Comenzamos con Sylvia's, no solo por su genial pollo frito, sino también porque Harlem fue una de las paradas preferidas de este viaje. Un lugar para disfrutar de una comida sureña tras la misa góspel.
Continuamos con otra sorpresa. Un pequeño local de hamburguesas escondido en un hotel de lujo, Le Parker Meridien. Entras en su hall, giras a la izquierda, atraviesas las cortinas rojas y un neón te avisa de lo que estás a punto de descubrir: Burguer Joint, una de las mejores hamburguesas con papas fritas de Nueva York, y además sin arruinarte.
Y siguiendo con restaurantes escondidos, uno de los mejores momentos gastronómicos en la Gran Manzana lo vivimos en Sakagura. Cuando entramos en aquel edificio de oficinas y bajamos al sótano, nada hacía sospechar que atravesando una pequeña puerta, este delicioso restaurante sería capaz de trasladarte en un solo segundo al más puro Japón. La comida, espectacular.
foto vía savour de senses
Chelsea Market, con decenas de tiendas gourmet, es una visita obligada. Nosotros comimos en la misma pescadería. Geniales sus sopas. Nuestra preferida la de vieiras con bacon.
En cuanto a repostería, Nueva York te ofrece todo un mundo de posibilidades. En este caso me dejé llevar, debo reconocerlo, por Sexo en Nueva York: Magnolia y The City Bakery... Ummm!!!!
En Little Italy había que probar la pizza. Elegimos Lombardi's, aunque muchos dicen que Grimaldi's, en Brooklyn, es la mejor.
¡Ay, Katz's, qué momentazo! Después de probar su sandwich de pastrami ahora sé que Meg Ryan no fingió el orgasmo en Cuando Harry encontró a Sally. No le hizo falta.
Como no, probamos el brunch de Balthazar. Rico, trato exquisito y un lugar con un encanto clásico.
Prune también se merece una mención especial por dos grandes motivos: por su deliciosa comida y porque nos dejó una anécdota que recordar. Mi mal inglés hizo que pidiera un postre para comer a las tres de la tarde. Y así, mientras mi chico disfrutaba de un steak yo me tomaba un plato de ricotta, frambuesas, piñones, pastelitos, higos y todo bien regadito de miel. Para chuparse los dedos, pero raro si creías haber pedido una ensalada.
Si les gusta el marisco, tienen que pasar por Luke's taste of Maine. El roll de langosta una maravilla, y el de cangrejo, y el de gambas... Vaya, que nos gustó. Y también The John Dory, una recomendación de unas simpáticas y amables jóvenes neoyorquinas a las que preguntamos en plena calle.
Pero son tantos los lugares en los que disfrutar de Nueva York que cualquier cafetería tiene su encanto. Cuando mi amiga Oly me dijo que Nueva York es para sentarte y disfrutar de la comida, de un postre, de un té... pensé ¿pero ocho horas de avión para eso? Pues sí, merece la pena. Si el cheesecake es tu postre preferido, no olvides pasar por Eileen's, con más de una veintena de sabores y coberturas diferentes. Y no hace falta que sea un restaurante, puedes comprar la comida en cualquiera de sus supermercados gourmet, puestos callejeros, mercadillos de comida orgánica... llevártelo e improvisar un picnic.
No puedo marcharme sin nombrar el primer lugar que pisé en Nueva York y su deliciosa hamburguesa de atún, HB Burguer, e incluso los restaurantes que no probé: Joya, un tailandés en Brooklyn que me recomendaron Bea y Nico, y el Esca, al que fui hasta dos veces y nunca conseguí mesa. Un motivo más para regresar a esta sorprendente ciudad.