“Hay momentos en un
partido de tenis en los que la pelota pega a la red y, por una décima de segundo, puede cambiar su trayectoria o caer hacia atrás. Con suerte, sigue su trayectoria y ganas. O tal vez no y pierdes”
(Match Point)
Fue bonito mientras duró. Pero la chaqueta de ver pisos nunca volvería a ser mi prenda talismán. Había gastado su buena suerte. Tenía que encontrar otra. Y tenía que ser como con los príncipes de los cuentos. Tenía que casar con los vaqueros desestructurados. Y sacar de su letargo al top peplum. Una noche, por fin, apareció.
Recién sacada del baúl de los recuerdos, aparece una levita con delantera de frac que rescaté de una percha de Mango hace ya varias temporadas. El vaquero dijo sí, y el top azul también pareció bastante satisfecho con el enlace de cuento de hadas.
Le añadí un cuello de lentejuelas y tres anillos en uno, de "Uno de 50". El conjunto funcionaba pero aún no notaba los efectos de la chaqueta talismán. Seguro que, en ese momento, había alguien en el mundo disfrutando de la buena suerte de sus calzoncillos de la suerte y privándome a mí de la fortuna de mi nueva prenda talismán.