El Partido Popular ha ganado las elecciones autonómicas y municipales. Sin paliativos, sin dudas. Ha sido una victoria rotunda. Tan exagerada como la debacle del PSOE, que ha obtenido los peores resultados de su historia desde 1979.
Zapatero ha puesto al PSOE a los pies de los caballos peperos, que cual caballos de Atila lo han pisoteado hasta destrozarlo. Y todo esto mientras Rajoy se ha estado fumando un puro, echándose una siesta eterna desde su oposición, y con un 70% de rechazo sobre su persona, según las encuestas.
En cuanto a Izquierda Unida, ha obtenido unos buenos resultados, habiendo pasado de 2034 a 2230 concejales, con un aumento de más de 200.000 votos y ha mejorado en las Comunidades Autónomas, entrando de nuevo en algunas.
Por lo tanto, mi sensación como no podía ser menos, es agridulce. Muy dulce en el caso de Rivas, donde después de una campaña muy sucia por parte de la oposición, IU ha obtenido mayoría absoluta; dulce por esa subida de IU en el ámbito estatal y amarga por la barrida del PP en casi todo el Estado. Sobre todo da grima ver cómo ha ganado Aguirre o Camps, ambos con casos de corrupción pasada y con imputados en sus listas.
Se abre una nueva etapa. Una nueva etapa en la que la izquierda verdadera ha de estar más alerta que nunca. Izquierda Unida puede ser la llave, en algún caso, como en la C.A. de Extremadura o en ciudades como Zaragoza, para parar a la derecha.
Lo que ocurre es que el PSOE se ha hundido por hacer una política de derecha, y naturalmente la gente ha preferido originales. Y pactar por pactar con el PSOE para mantener el poder no puede hacerse sin condiciones. ¡No a los cheques en blanco!
Ha empezado, decía, una nueva etapa, pero no sólo porque haya ganado el PP, sino porque una gran parte de la ciudadanía –hablo de los indignados— esperan cambios importantes, justos y de regeneración. Cambios que están muy lejos de los intereses de la derecha. Por eso hay que parar a los gobiernos de derechas, mirando también a nuestras antiguas reivindicaciones y a la Puerta del Sol. No se puede regalar nada porque sí.
Y me refiero, como primer paso, a la reforma de la ley electoral. Porque esa reivindicación de aproximar los resultados a “un hombre, un voto” es algo irrenunciable. Y el PSOE debe dejarse de intereses personalistas y comprometerse a este cambio ya. Un cambio que ha sido recomendado por el Consejo de Estado. No es una reivindicación partidista, sino de ética democrática.
Y también a la exclusión de imputados y tránsfugas del juego democrático. Y, como no, hay que conseguir el deseado laicismo. Revisión de los acuerdos de la Iglesia, y desde luego, en el caso de Zaragoza, imponerle, si quiere gobernar el beato Belloch, a que actúe al margen de la Iglesia, que no asista en calidad de alcalde a los actos religiosos, y que los plenos no sean presididos por un crucifijo.
Ese ha de ser el principio, para ir profundizando en las reformas necesarias, y refundar esta democracia enferma. No hay que dejarnos convencer con cuotas de poder, porque el poder sólo ha de servir para transformar la sociedad de acuerdo a nuestra ideología. Todo lo demás sería no aprovechar la ocasión por abrazar unas limitadas parcelas de poder.
La reforma de la ley electoral es irrenunciable, o se juega con la mismas cartas o se rompe la baraja. Ya está bien, de palabras. Y si el PSOE se negara, será un problema del PSOE, que actúa, como ha demostrado hasta ahora, de forma muy partidista y contra la democracia real.
Con estos resultados electorales, si sumamos los votos que IU e ICV han obtenido en las municipales, con una ley electoral totalmente proporcional, podríamos haber obtenido, en unas hipotéticas elecciones generales, unos 30 diputados. Con la que propone el Consejo de Estado podríamos llegar a los 20 diputados.
No quisiera terminar este análisis rápido sin comentar los resultados de Euskadi. Bildu ha sido el primer partido en número de concejales en Euskadi. Siendo el resultado del PSE muy malo. Gracias a la campaña de acoso y persecución sufrida por los dos grandes partidos –le han hecho la campaña electoral—, Bildu hoy está más que nunca en las instituciones.
Por cierto, que si es verdad que Zapatero tendría que pensar si seguir en la Moncloa después de la debacle, Patxi López debería también ir haciendo penitencia después del castigo sufrido. –ha pasado de 332 concejales a 234—. Ahora se entiende lo que muchos hemos escrito en los últimos tiempos, el porqué no querían desde los dos grandes partidos que se legalizara Bildu, Gran parte de los 953 concejales de esta coalición los hubieran absorbido ellos. La única forma de evitarlo era ilegalizándoles. Así consiguió Patxi López sentarse en la Lehendakaritza.
Y así estamos. Sólo queda esperar que esta tormenta se vea aminorada y que termine pronto. Quedan meses para las elecciones generales, si somos capaces de comenzar una regeneración democrática ya, es posible que se pueda remontar. Si no es así, jugando con la baraja bipartidista, la hecatombe está cantada. Así es que, nueva baraja.
Salud y República