Se acabó. Ya tenemos nuevo Presidente del Gobierno de España y aunque para algunos ya la cosa estaba cantada o quizá no, este ha salido elegido tras la votación que se realizaba el pasado domingo día 20 en una jornada electoral plagada de anécdotas. Como la de un pueblo del territorio español que nada más abrir su colegio electoral, a los pocos minutos lo cerró. ¿El motivo? Es que era un pueblo de 10 habitantes.
Aunque quizá me llamó más la atención lo que ocurrió en Gran Canaria puesto que en un colegio electoral de la capital de la isla no se presentó ningún representante de las mesas existentes y estas tuvieron que ser constituidas con todos sus suplentes. Me da que esta ha sido la única ocasión en la que los suplentes no deseaban que se les diera minutos. A esto yo le llamo estar indignado hasta con las obligaciones como español.
Pero aunque muchos piensen que el resultado de las elecciones responde a un cambio en el modelo de gobierno o una continuidad de las mismas prácticas políticas tengo que decirles que se equivocan puesto que una gran mayoría de las personas votan por un conglomerado de sensaciones físicas por pocos conocidas. Según revela la revista Muy Interesante (www.muyinteresante.es) en un amplio resumen, lo que nos influye a la hora de votar o no y a quién hacerlo está muy ligado a nuestro cuerpo y nuestros genes.
Desde la revista apuntan que el ser de izquierdas o derechas está reflejado en una parte diferente del cerebro de cada persona, de ahí que no se entienda que muchos no cambien su voto cuando saben que lo que se está haciendo no está bien; está claro, atienden a su cerebro. Y es curioso porque en el artículo también apuntan que votan más aquellos que más satisfechos están con su vida. Por lo que aquellos que más se quejan poco hacen por cambiar lo que consideran malo y deciden no ir a votar.
Sobre los resultados poco puedo decir que no se haya dicho ya este lunes y sobre todo que se seguirá diciendo en sucesivas semanas. Lo que sí me gustaría es aportar a los medios es que lo que tenemos no es un nuevo Presidente, ya que de una forma u otra, estos ya llevan siglos en un lado u otro del poder. Así que para darle la bienvenida al recién elegido inquilino de La Moncloa quizá deberíamos hacerlo como lo hacía el dibujo animado Buggs Bunny diciendo aquello de: “¿Qué hay de nuevo viejo?”
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…
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