Acceso a la Fundación Serralves. Museo de Arte Contemporáneo, Oporto. Alvaro Siza Vieira
El debate arquitectónico experimentado en el último medio siglo ha sufrido vaivenes notables. En las postrimerías de aquellos divulgados Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna -los celebrados en Oterloo (1959) y en Urbino (1966)- las preocupaciones intelectuales de sus protagonistas se centraban en el rechazo al llamado internacionalismo y con ello, la denuncia de los errores a los que habían conducido las propuestas abstractas de la Carta de Atenas.
En aquellos años, la búsqueda constante de nuevos paradigmas hizo surgir planteamientos interesantes en el campo de la teoría y la práctica de la arquitectura. Gentes como el matrimonio Smithson, Louis Kahn, Ernesto N. Rogers y tantos otros hicieron concebir nuevas esperanzas para una renovación más ajustada a los sitios y lugares. La apertura de nuevos caminos de experimentación y sustento teórico sobre bases concretas condujo finalmente a la aparición de algunos escenarios alternativos al Movimiento Moderno, tales como el llamado Brutalismo en arquitectura, la experiencia Neorealista Italiana o la recuperación de un clasicismo actualizado. Así se iniciaría la sucesión de modas que ha pautado el desarrollo de la arquitectura en la segunda parte del siglo XX.
Erdman Hall, Bryn Mawr, Philadelphia. Louis I. Kahn. Foto: stosh1978, Flickr
<--- Más tarde, tendría un papel protagónico la etiqueta del Postmodernismo que acababa de irrumpir en el campo de la arquitectura con un auge propagandístico inusitado. Un nuevo istmo surgido sobre la base de la publicación del libro homónimo –Post Modern Architecture- del exitoso divulgador británico, Charles Jenks. Una formula cultural que luego se extendería con gran profusión a otros ámbitos de la cultura. El autor, junto a innumerables voceros a uno y otro lado del Atlántico, propugnaba como seña de identidad de esa posición formalista una recuperación acrítica del lenguaje clásico, su aplicación a la arquitectura contemporánea de una manera que podríamos considerar decorativa y que, devendría finalmente en un breve lapso de tiempo, en otro recurso propagandístico para avalar todo tipo de desaguisados inmobiliarios.
En esa época, frente al encandilamiento generalizado que significó el movimiento postmoderno, la propuesta de un regionalismo racionalizado de Framptom, una posible estrategia de integración entre el lugar concreto y el conocimiento global parecía un camino más apropiado para el desarrollo de la arquitectura en un ámbito periférico como el que puede representar el archipiélago canario en el contexto internacional de la cultura.
La primera referencia a estas nuevas ideas la encontré en un pequeño texto titulado El regionalismo crítico: arquitectura moderna e identidad cultural, de Kenneth Framptom y publicado en 1985 por la revista madrileña A&V Monografías de Arquitectura y Vivienda. En esa reflexión se exponía el carácter renovador que podría suponer la confrontación dialéctica entre tradiciones locales y modernidad universal. A través del recurso a determinados grupos regionales y personalidades cualificadas de la arquitectura más reciente, aquel texto exponía lo que podrían parecer los elementos constitutivos de un posible movimiento realmente innovador en la arquitectura.
Can Liz, Mallorca. Jorn Utzon. Foto: drz image, Flickr
En él aparecían citadas las obras de personajes clave de la arquitectura contemporánea, como Jorn Utzon o Louis Kahn, precursoras de una posible actitud que quedaría emparentada con aquel llamado regionalismo crítico. El caso peculiar de Alvar Aalto representaba también un claro precedente de esa posición de una arquitectura que, sin renunciar a su voluntad internacionalista, aparecía ligada a un territorio concreto. En el caso de Aalto, ese lugar específico era lógicamente Finlandia.
Casa de veraneo en Muuratsalo, Jyväskilä. Alvar Aalto. Foto: Paula Moya, Flickr
Tras aquellos precursores se ordenaban otros trabajos de algunos arquitectos más recientes como Mario Bota y Alvaro Siza. Obras significativas y brillantes explicadas sutilmente en su relación con una cultura local específica, el de la Suiza italiana en el caso del primero y la zona alrededor de Oporto en el segundo.
Decía Framptom, si hay un principio que resuma fácilmente al regionalismo crítico es el del compromiso con el lugar antes que con el espacio. Apoyándose a su vez en Hannah Arendt, el autor valoraba aquí lugar como una forma de resistencia frente a una unificación universal indiscriminada; como la encarnación de una cultura en un espacio geografíco determinado; ello, frente al universalismo del espacio impuesto por la globalización cultural imperante. Por otra parte, esa forma de abordar la arquitectura podría ser el resultado de la expresión del talento de individuos concretos enraizados en un territorio muy delimitado.
En el pensamiento de Kenneth Framptom el regionalismo crítico no pretendería recuperar las tradiciones locales como una evocación simplista, irónica o sentimental, tal como pudo ser propuesta por los neohistoricismos y regionalismos de carácter romántico que surgieron a finales del XIX y tampoco por la panoplia formal desplegada por el estilo postmodernista de finales del años 70. Por el contrario, tomaría como eje de sus propuestas una reinterpretación de lo vernáculo, analizando sus fundamentos espontáneos aquellos relacionados con la etnografía y la sabiduría ancestral: la coherencia de las construcciones populares con la topografía, su adecuación al clima, el aprovechamiento visual del paisaje, etc. En definitiva, la recuperación de los fundamentos culturales y los mitos locales que condujeron a una acumulación de pautas adecuadas para el encaje de la arquitectura en unos territorios determinados.
Aquellos planteamientos tuvieron un gran impacto en mi manera de concebir una arquitectura posible en un ambiente como el que existía en el archipiélago canario por esos años. Una sociedad embarcada en la construcción de una identidad específica en la que, por fin parecía florecer el esfuerzo y el pensamiento de tantos y tantos intelectuales que nos habían precedido en estas islas.
Como ya he explicado en un texto anterior, es muy difícil realizar un trabajo artístico e intelectual realmente novedoso sin entender el contexto cultural y sin analizar las raíces que han originado una forma peculiar de entender el lugar específico y el concreto espíritu del tiempo, acudir a los recurrentes genius loci.
Capilla del Instituto Tecnológico de Illinois, Chicago. Mies vander Rohe. Foto: planckstudios, Flickr
Un caso que, en mi opinión, podría equiparase desde la lejanía del tiempo y su universalidad, pero dentro de este contexto relacionado con el anclaje de la obra en los lugares, es el que representa Mies van der Rohe y su camino peculiar para el desarrollo de un discurso arquitectónico contemporáneo. Según Felix Duque, Mies siempre persiguió la superación de la técnica mediante la extracción de su artisticidad. Algo que, paradójicamente, existiría en sí misma. Según sus palabras cuando la tecnología alcanza su plenitud, trasciende hasta hacerse arquitectura. Y retornando al origen también señala Nuestra tarea, en esencia, es liberar a la práctica constructiva del control de los especuladores estéticos y restituirle aquello que debiera ser exclusivamente: construcción.
En la lectura y aplicación correcta de las especialidades constructivas relacionadas con cada lugar, en la extracción austera de su esencia volumétrica y tectónica, en la persecución de la fiabilidad de los materiales, su brillo, su fiabilidad peculiar, etc. se encontraría, según Mies, la verdadera trascendencia en arquitectura.
Siguiendo tanto el discreto planteamiento del regionalismo de Kenneth Framptom y la ambiciosa persecución de la verdad de Mies van der Rohe, creo que una perspectiva adecuada para estos momentos de incertidumbre podría situarse en una retaguardia crítica. Una posición alejada del fragor de la batalla de las arquitecturas rutilantes, casi un espacio de sosiego para la meditación sobre el trabajo personal, el encuentro entre las realidades próximas y la avalancha de imágenes procedente del exterior. Casa del té. Matosihnos. Alvaro Siza Vieira
Después de una centena de años en que se ha perseguido sin cesar el vanguardismo en todos los estamentos de la arquitectura, considero esa retaguardia crítica como una reacción adecuada frente a la falsa escena de las estrellas impuesta desde el consumo mediático internacional. --->