Allá por el año 1991, cuando apenas levantaba un palmo del suelo, mi madre me disfrazó de abeja. En realidad éramos una pandilla, todos de la misma edad y nuestras madres eran amigas. Todos los años nos disfrazaban en Carnaval y siempre ganábamos algún premio en el desfile.
Debo reconocer que se superaban cada vez y trabajaban duro para que nosotros pasáramos unos días inolvidables. De setas, pájaros, muñecos de nieve, extraterrestres, lámparas, yogures... todos iguales o variando los colores (o los sabores). Recuerdo muchas tardes de pruebas en las que acabábamos llorando y liándola parda. El cansancio y el frío en la calle, los nervios de nuestras madres, mil fotos... esas cosas que solo recuerdas con cariño cuando te haces mayor.Por eso, 24 años después, quería disfrazarme de abeja. No ha podido exacto, tampoco me lo ha hecho mi madre, pero la esencia permanece... Gracias Ida, por patear media ciudad con una abeja a tu lado y ¡ponerte orejas para que no me sintiera rara!Revista Cultura y Ocio
Muchos de los retos que me he propuesto son muy especiales para mí. Este en concreto es muy personal y sé que a mi madre le hacía muchísima ilusión.