En el post de hoy os quiero contar "mi experiencia", como cambiar el pensamiento y los actos para"no instalarnos en la queja". Como dice el libro de "El arte de no amargarse la vida": mucho amor, altas dosis de humor y unas gotas de surrealismo.
En el día a día, como ya comentaba cuando propuse el #retoER21diasinprotestar, todos tenemos nuestras "manías", que nos hacen que nos volvamos "putifo gruñon": el tiempo metorólogico, la cola del supermercado... Para mí si hay algo que me estresa, y puede llegar a sacar lo peor de mi es: EL COCHE.
Por mi trabajo tengo que cogerlo a menudo, y si el acto en sí de conducir no me molesta, si todo lo que le rodea: esperar en los pasos de peatones, esperar en los semáforos, buscar sitio para aparcar, la espalda que me duele... Que empiezo y no acabo. Así que fue algo con lo que tuve que lidiar estos 21 días. ¿Qué hacer? Vuelta de tuerca al cerebro.
- El tiempo que tarden los peatones en pasar por el paso de cebra es ínfimo, y no me va a hacer perder absolutamente nada de tiempo de mi vida. Decidí parar tranquilamente, dejarlos pasar e incluso sonreir. Es muy gratificante, porque como no esperan la sonrisa, te la devuelven sorprendidos. Incluso alguno, me hizo mucha gracia, va corriendo para que no tengas que esperar tú más tiempo.
- Misma mentalización para el tema de los semáforos. Con el añadido que te ahorras la multa de saltarte el semáforo en ámbar, por ganar entre 1 y 3 minutos de tu tiempo.
- Con el tema del aparcar, he de decir que tengo bastante suerte con ello, en cuanto doy más de 2 vueltas ya hecho humo cual dragón. Ya me di cuenta que no vale para nada, porque he comprobado científicamente, que eso no hace que aparezca un sitio. Siempre acaba apareciendo un sitio para poder aparcar.
Por deformación profesional, me preocupo por mi piel, y para mantenerse joven es fundamental poder gestionar adecuadamente las emociones. Así que podéis ser vuestro mejor coachig-antiagig, teniendo pensamientos positivos antes las "pequeñas adversidades" de la vida.
Otra de las cosas que me he dedicado a hacer, CONOCER LOS SITIOS a los que voy a trabajar.Me muevo bastante por Asturias, y antes hacía como los futbolistas: llegaba trabajaba y me marchaba. Deprisa y corriendo y... protestando.
Como ya os comenté cuando íbamos por el Día 7, todos los lugares tienen su encanto. Y que decir de Asturias. Pero somos muy dados a no apreciar las cosas que tenemos al lado.La foto anterior es de Luarca, una villa marinera preciosa, que sale en todas las Guías de Turismo para ser visitada. Por trabajo la visito unas 6 veces al año. Pues fue el otro día por primera vez cuando me paré a recorrerla fijándome como si fuera una turista extranjera. Y hacer que el día de trabajo, por momentos se convirtiera, en un día de vacaciones.
Supongo que para muchos el TRABAJO, se una "gran fuente de protestas": los horarios, los jefes, el sueldo, los compañeros... Lo que os voy a decir ahora, quizá suene a gurú de la felicidad, y podréis decir, otra emprendedora dando lecciones morales. Simplemente os quiero contar mi experiencia, porque cuando no estamos a gusto en el trabajo, tanto por cuenta propia, como por cuenta ajena, la vida se puede hacer "muy cuesta arriba".
Tenía un trabajo de química, indefinida, al lado de casa, en una empresa en la que no tenía problemas con mis jefes ni mis compañeros. Y direis: ¿por qué te fuiste?Pues simplemente porque me aburría, en el día a día del trabajo. Y me vi con 28 años, que todavía me quedaban unos cuantos por trabajar, "amargadita de la vida". Aquello eran 24 horas de protestas "non stop".
Decidí dejarlo sin saber muy bien que iba a hacer. De aquella se iba Kike, como ya os ha contado en el Diario del Emprendedor, de beca Erasmus, e incluso pensé en marcharme y aprender mejor inglés. Al final me decante por montar la empresa. La inmensa mayoría de la gente me dijo que estaba loca. Pero aquí estamos después de 10 años, y mi carácter cambió completamente.
Sé que cada uno tiene sus circunstancias personales, pero la vida es demasiado corta, o demasiado larga para, por lo menos, no intentar vivirla lo mejor posible.
El refranero español dice "Nunca llovió que no escampó", y hasta día de hoy nunca me ha fallado.
¡¡¡Carpediem!!!
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