Desempolvando discos duros me encontré con fotografías hechas en los tiempos en los que empecé a experimentar con la fotografía: No fui de los afortunados que a temprana edad nacieron con torta bajo el brazo(como se dice en México) y bajo el otro una reflex de antaño.
Mi padre llegó a tener una Canon en alguno de sus estantes (que terminó vendiendo en una urgencia de alcohol) y de ese periodo lo único que me interesaba eran los tubitos que guardaban los rollos de 35mm. Los robaba y jugaba a ver qué tantos objetos de la casa podía meter en ellos.
Muchas veces lo digo como broma (por lo cual no deja de ser cierto): aprendí a andar en bicicleta a los 23 años y a fotografiar cumplidos los 18.
De esas primeras tomas (con un celular Nokia N95) fuera de los tropiezos parecidos a quienes empiezan a hablar un nuevo lenguaje destaco esas ganas por buscar lo extraordinario en lo común. Hacer fotos sin esperar likes, dinero, aprecio [...] y hacerlo simplemente por gusto.
Hoy he decidido retomar esa mirada de amateur, de niño, de sorpresa. Sumándolo con la experiencia del día a día.
No soy el que fui ayer (y qué bueno...)
Prefiero ir sumando errores que encerrarme en lo cómodo.
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