Revista Sociedad

Retórica, simplemente retórica

Publicado el 28 junio 2011 por Abel Ros

La pedagogía ha envuelto al actor que todo político lleva dentro. Desde la tribuna de la democracia, las élites legislativas han acariciado el ruido de las formas en detrimento de los contenidos. El poder de la oratoria en el envoltorio de la retórica ha dejado escépticos a las élites medáticas. El debate, o dicho de otro modo, la lucha argumental en la jaula de la palabra, no ha entusiasmado al espectador más exigente.
El pensamiento vertical ha ganado la batalla al horizontal. ¿Dónde está la creatividad?, ¿dónde está el titular?, ¿Para qué cuarenta y ocho horas hablando si con una hora habría bastado?

La indignación es la vagabunda de la razón y la compañera de la emoción. La crítica sin alternativa y la ética maquiavélica en detrimento de la kantiana ha hecho del debate la foto de la rabia. Después de miles de palabras, adornadas con citas y tecnicismos, el pueblo soberano ha sido el peor parado, sí aquellos que se acuestan por la noche con el móvil desierto de llamadas y con la esperanza de recibir mañana, la llamada del empleo. Más de lo mismo, titulares de prensa predecibles acordes con la línea editorial de sus pagadores. Hemos presenciado el discurso esperado de unas “élites tóxicas” inmersas en sus segmentos de mercado, salpicadas por el pasado y manchadas por la incoherencia en las verdades de las hemerotecas. Es preocupante, indigno de cualquier ciudadano, hemos perdido el horizonte del Estado. ¿Dónde comienza el político y termina el interés por el Estado? Una vez más, no se han aportado soluciones. Pero, cabe preguntarnos, ¿existen soluciones para problemas globales sin organismos de coordinación e intereses mercantiles por encima del bienestar general?

¿Es coherente que Alemania haya hecho daño a España de forma tan irresponsable en el veneno inyectado ante la especulación causística del “pepino?, ¿es coherente que el líder español de la derecha no acuda a la llamada de Europa para poner su voz ante la consulta griega, con la excusa banal del resfriado?, ¿es coherente que la iglesia organice la macrofiesta de los jóvenes en Madrid y después pida sin decoro, la “x” en el impreso de la renta?, ¿es coherente que  un país con “la soga hasta el cuello”, la monarquía no haya ajustado su techo de gasto, como muchos españoles si lo han hecho?, ¿es coherente…?
La incoherencia ha sido el combustible que alimenta la indignación, es el tetraedro del fuego, la falacia es la reacción en cadena, la combustión de los gases sin el cortafuegos de la confianza.

Desde la indignación más profunda, es sorprendente como la “derecha” pida a gritos elecciones anticipadas sin ningún papel sobre la mesa. Piden una nueva película, no les gusta lo que ven, pero carecen de guión. Todo han sido reproches, el “bla, bla…”, de todos los días. La descalificación por sistema y la mentira como medio para oler las paredes de la Moncloa.  Desde Izquierda Unida, no le tiembla la voz a Llamazares para denunciar el “giro a la derecha” de Zapatero en contraste con la praxis política de su partido en Extremadura. La demagogia, criticar aquello que me pueden criticar, decir hoy blanco y mañana negro. Todo se reduce a la estrategia de crear identidades. Anteponer las ideologías interesadas cuando todos pedimos globalización, o dicho de otra manera, neoliberalismo exacerbado en los mercados e intervencionismo político en las tribunas.

Ha sido el debate de la memoria, el reproche continuo al presidente, la misma música con la misma orquesta de siempre. “usted no reconoció la crisis”, “usted ha girado a la derecha”, “usted ha tomado las medidas erróneas”, “usted…”, pero y ¡ustedes!; ¿qué han propuesto para evitar el desenlace?. Ya lo dijo Cayo, “no queremos ser partícipes del naufragio del Titanic”, o dicho de otro modo,  es mejor salvar nuestros intereses de partido por encima de los generales. Con esta actitud política, la indignación está servida.


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