Revista Cine

Retorno a Hansala: un drama visto desde la distancia

Publicado el 20 octubre 2012 por Quimericosinq @quimericosinq

Retorno a Hansala: Un drama visto desde la distancia
Una de las principales razones por las que se ataca al cine español (especialmente por parte de aquellos que lo consideran un cine “de segunda categoría”, a rebufo de las grandes cinematografías europeas y sobretodo de la industria de Hollywood) es porque se tiene el prejuicio de verlo como un cine demasiado “social” y comprometido. No deja de ser verdad que en algunas ocasiones ciertas películas han caído en el error del recurso facilón a la desigualdad social o en la demagogia, pero eso no significa que acudir a la temática social no sea una opción más que loable, y más en estos tiempos que corren.
Y es que si algo tiene el cine es su insuperable capacidad de engrandecer historias en aparencia insignificantes, hasta convertirlas a veces en situaciones emocionantes y mucho más cercanas. Retorno a Hansala (2008) podría considerarse como una de esas historias que podrían ser una más para rellenar un telediario de sobremesa, pero que en realidad contiene un grado de humanidad mucho más grande de lo que podríamos esperar, y que demuestra que la realidad es mucho más compleja y difícil de lo que parece desde nuestros cómodos sillones.
La película parte de una historia real. A principios de la década, una patera con inmigrantes procedentes de Marruecos naufraga cerca de la costa andaluza. Al rescatar los cuerpos de los fallecidos se descubrió que todos procedían de la misma aldea, la que da título al film. Es en este punto donde comienza la acción, que nos muestra al dueño de una funeraria, Martín (José Luis García Pérez), que pasa por problemas matrimoniales y que está a punto de ver como le embargan su empresa. Necesita desaparecer por un tiempo de España, y encuentra la excusa perfecta en acompañar a Leila (Farah Hamed), hermana de uno de los fallecidos, a llevar el cuerpo de su familiar de vuelta a su pueblo en Marruecos. Una vez cruzado el estrecho, Martín será cada vez más consciente de la diferencia entre la vida en España y la vida en Marruecos, a la vez que entabla amistad con Said. 
Retorno a Hansala: Un drama visto desde la distancia
La principal virtud de la película radica en el tono en el que está narrada. Durante todo el metraje parece que estamos asistiendo casi a un documental, con la cámara distanciada ideológicamente de la acción. Un hecho muy de agradecer, ya que podría resultar demasiado goloso presentar la historia de otra manera mucho más evidente, partidaria y facilona, con los efectos que todos conocemos (que tal vez se tradujeran en más ingresos en taquilla) pero con un más que posible detrimento de la calidad.Así pues, la directora andaluza Chus Gutiérrez acierta de pleno en alejar al espectador de las causas de la acción (el problema económico, social y politico de los países del Magreb y de África en general) y presentarle sólo las consecuencias, de una manera quizá más desapasionada pero desde luego mucho más cruda. Gutiérrez, que empezó su carrera en la comedia con films como Insomnio (1998), demuestra que se encuentra más cómoda en el drama que juega a veces a ser documental. Además, regresa a un terreno más que conocido, ya que el tema de la inmigración en Andalucía ya era el leitmotiv de Poniente (2002), aunque aquella se centraba más en el asunto del racismo y la integración de los sinpapeles. Esta vez lo más destacado es conocer la vida de los inmigrantes cuando no lo son, es decir, en sus países de origen, y de cómo una vida sin aspiraciones ni futuro les lleva a buscar su destino cruzando el mar y arriesgando sus propias vidas. Todo ello lo vemos desde el punto de vista de un europeo, Martín, del que vemos su evolución durante el metraje. Si al principio sólo está preocupado por cobrar el dinero por su servicio de repatriar el cadáver, poco a poco va siendo consciente de que hay cosas mucho más importantes que eso, y que los 3.000 euros que vale su trabajo no son nada comparados con una vida humana. 
Retorno a Hansala (por cierto premiada por el jurado en el Festival de Valladolid 2008 y con tres nominaciones a los Goya) gana enteros cuando la acción llega a Marruecos, momento en que la película se convierte en una mezcla de road movie (con asaltadores de caminos incluidos) y de semidocumental costumbrista al estilo de la Trilogía de Koker de Abbas Kiarostami. Precisamente la figura del director iraní sobrevuela esa parte de la película, en aspectos como  la filmación con cámara al hombro, el uso dramático de los colores, la escasez de diálogos o la profusión de situaciones tan cotidianas que dificilmente tendrían cabida en otro tipo de cine.En definitiva, estamos ante una película que plantea una seria reflexión social, cuya conclusión dicta que sólo mediante la convivencia con otras culturas es posible el entendimiento mutuo, y más en estos momentos en los que la crisis económica global acentúa las diferencias económicas y crea el riesgo de un retorno a la peor xenofobia de antaño. Pero lo hace de una manera sutil y elegante, a través de una historia que en principio puede parecer nimia pero que resume todas las grandezas y miserias del ser humano. Una película que, sin dejar de ser distante, consigue sumergir al espectador en la dimensión correcta para darse cuenta de que existe un problema más allá de sus narices. No siempre el cine “social” es sinónimo de cine de calidad, pero a veces (y por fortuna esta es una de ellas) hay excepciones a la regla. 


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