La narración de la historia tiene dos partes bien diferenciadas. En el primer tramo de la película la acción se desarrolla en un continuo flash back donde nuestro protagonista Jeff Bailey (Robert Mitchum) intenta contarle su pasado a su actual pareja. Jeff no es mala gente pero la vida le ha situado en una encrucijada complicada de la que nadie le va a ayudar a salir. A su favor cuenta que en el presente parte de cero, tratando de llevar una vida honrada.
La segunda parte de la película transcurre ya en el presente, una vez que hemos sido testigos del pasado de Jeff y tenemos toda la información necesaria. A partir de este momento es cuando comienza a subir la tensión del discurso narrativo. Como en tantas otras obras del género negro los flecos que se dejaron en el pasado arrastran hasta el presente y acaban alcanzando al que los dejó, hay que andar muy avispado para salir ileso y sobre todo capear el temporal que se avecina.
Si había un componente que se repetía en las producciones de esta época era el del personaje de la femme fatale, en nuestro caso encarnado por Catherine (Jane Greer). Nunca se puede decir que este es el más o el menos en algo, porque aun queda mucho por ver. Pero les aseguro que el personaje de la Greer, es uno de los más retorcidos, ventajistas, manipuladores que he visto dentro de las películas del género. Su trazo es genial, hay ocasiones en que el espectador acaba igual de turbado que el personaje que tiene enfrente.
La situación entre ambos protagonistas se convierte en un toma y daca de engaños entre ambos. Ninguno está seguro del otro, pero aun así algo irrefrenable les une, incluso teniendo claro que dicha relación les puede llevar a un punto sin retorno y fatal. Por supuesto no quiero desvelar más de la trama, porque perdería su esencia total, comentar que esta me dejo determinada sensación. Hay tanta de necesidad de dejar todo cerrado que no queda bien explicado y el director debe recurrir a los diálogos para solventarlo y no dejar al espectador con la incertidumbre.
De todas maneras y para ir acabando, el conjunto es muy bueno, los personajes son fantásticos todos ellos. Los secundarios gozan de bastante fuerza y esto hace que destaquen más aun los principales. La forma de colocar la cámara como si estuviera justo detrás del hombro de uno de los interlocutores es muy efectivo. En definitiva y para resumir, la realización nos acaba enganchando de principio a fin, y acabamos identificándonos con esos personajes tan bien rematados.
TRONCHA