Por Virginia Cabrera
Está siendo un año difícil para la economía en general y para las pequeñas empresas en particular. Miles de ellas han tenido que echar el cierre. Las que aguantan están más tensionadas que nunca.
Sostenibilidad y digitalización suenan como mantras salvadores. Y por experiencia sé bien que desarrollar valor en la era digital no es tan fácil, ni tan inmediato, como pudiera parecer a primera vista.
Tres ámbitos de actuación
Los retos a los que una pyme se enfrenta al adentrarse en un proyecto de transformación digital son variados y abarcan tres ámbitos:
Negocio
Lo primero es mantener el negocio abierto. Hay que poner el máximo foco en mantener ingresos y rentabilidad y, si puede ser, en crecer.
Para ello, las pymes deben dedicar tiempo y recursos a reconocer a su cliente actual y potencial, una actividad que no siempre se ha sistematizado lo que debiera.
Y digo reconocer porque, aunque los clientes sigan siendo los mismos, sus necesidades y también sus expectativas han cambiado. Y debemos dar soluciones a esas nuevas necesidades, si no queremos perderlos. Tenemos, por tanto, que resintonizar nuestra propuesta de valor.
Para hacerlo, además de repensar productos y servicios, las pymes están obligadas a conectar con la "apetencia digital" que hoy todos tenemos como consumidores.
Es preciso abrir canales digitales, si no de venta, al menos de comunicación y relación. Lo de acabar vendiendo por Internet habrá que estudiarlo en cada caso, pues hay muchas tiendas online que jamás podrán ser rentables.
Y desde luego no podemos olvidar qué hacer con todo eso que ha sido hasta ahora el corazón del negocio y que está tensionado. Me refiero a repensar el nuevo papel que van a jugar los puntos físicos (tiendas, locales, oficinas y puntos de atención).
Estructura
Las empresas tienen también un reto con relación a la productividad. Introducir herramientas que nos ayuden a simplificar ayuda a reducir costes y también errores. Sin embargo, apostar por la tecnología tiene que venir acompañado de repensar procesos o no habrá mejora.
Es necesario entender que el consumidor es hoy más consciente y que sintoniza con las marcas que no solo ofrecen calidad y servicio, sino que muestran sus valores.
Las empresas deben animarse a hacer una comunicación corporativa más efectiva y, sobre todo, más afectiva. Que hable más de necesidades e intereses de la gente que de su propio negocio. Y con contenido digital (texto, voz, imagen y vídeo) como nuevo valor, para atraer a ese consumidor que anda navegando por la Red.
Y, desde luego, abrirse a nuevos modelos de organización, de gestión del rendimiento, de colaboración y de innovación. Porque, más allá de cuestiones ya resueltas de eficiencia y diligencia, o aprendemos a liberar en las personas esas capacidades excepcionales que nos hacen ir más allá de la pura excelencia operativa (creatividad y pasión) o no conseguiremos emocionar a nadie. Y en la era digital, si no ofreces experiencia, ni te miran.
Equipo
Todos debemos asumir nuevos roles, nuevas formas de hacer las cosas (medición y valoración incluidas). Y esto pasa por un cambio de mentalidad, desde el primero al último de los miembros de la empresa. Porque las organizaciones no son otra cosa que las personas que en ellas trabajan.
El negocio solo brillará si sus profesionales brillan. Y aquí hay un tema de capacitación y otro de actitudes, de mentalidad. De asumir el desarrollo personal como parte del desarrollo del equipo, y viceversa. En mi opinión, el desarrollo de una mentalidad digital es un ecuación con más "yo" y más "nosotros".
Estamos, por tanto, en un momento donde todos los profesionales tenemos claro que precisamos una formación permanente. Que lo que hoy sabemos quizá no nos sirva mañana. Así que las preguntas que debemos hacernos son las siguientes:
- ¿Puedo "digitalizarme" yo solo o tengo que recurrir a una formación reglada?
- Y dado que la oferta formativa es hoy casi infinita, ¿cómo sé cuál es la mejor? ¿Cómo garantizar que la que elija va a tener impacto en mi desarrollo profesional y en mi contribución al negocio?
Aprendizaje y nuevas metodologías
Como he dicho, en mi experiencia la digitalización es un viaje que implica aprender nuevas metodologías y herramientas, y que también precisa de un desarrollo personal, y de un cierto cambio de valores y actitudes.
Entre ellas, el aprendizaje autodidacta es una de las que considero más importantes. Porque si algo caracteriza a una mentalidad digital es el despertar de ese "apetito curioso" por aprender de todo y de todos. Eso que llaman learnability
Pero aprender de modo autodidacta no es aprender en soledad. El aprendizaje que necesitamos necesariamente tiene que ser activoy variado, tratando de combinar microformación, colaboración y escucha de referentes en cada materia. Y además necesitamos formatos que nos encajen en nuestro día a día, porque de otro modo no vamos a poder.
Cómo seleccionar la formación
Por ello, a la hora de seleccionar un curso, es importante garantizar su impacto y chequear lo siguiente:
- Tema: debe estar alineado con nuestra hoja de ruta. Si aún no la tenemos, entonces la selección deberá estar encaminada a entender cómo diseñarla.
- Metodología:que podamos hacer el curso sin dejar de lado nuestra agenda habitual.
- Profesores: deben ser personas de referencia en el tema que imparten y profesionales sintonizados con la revolución digital.
- Compañeros: que sean estimulantes, para que las sesiones sean participativas y poder sacar todo el jugo a la inteligencia colectiva.
- Visión 360º: que el curso tenga una "segunda temporada". Esto es, que la oferta formativa esté configurada como un todo.
Fuente: https://empresas.blogthinkbig.com/retos-pymes-en-2021-como-abordarlos/