Angelica Kauffman es una pintora neoclásica que, a pesar de tener un importante éxito en vida, tras su desaparición su obra cayó en el olvido. Angelica tuvo una vida apasionante. Viajó por media Europa y conoció a personajes tan importantes del momento como el pintor Reynolds o el escritor Goethe. Muchos de ellos alabaron su arte.
Talento precozMaria Anna Angelica Katharina Kauffmann nació en Chur, Suiza, pero su infancia transcurrió en Schwarzenberg, Austria, de donde era originaria su familia.
Su temprano talento para las artes fue pronto exprimido por su padre, Johann Josef Kauffmann, pintor de profesión. A pesar de que Johann fue un artista mediocre, tuvo la habilidad de enseñar con eficiencia a su joven hija. Angelica era aún una niña cuando ya destacaba en la música y la pintura.
Con tan sólo 12 años Angélica empezó a pintar para la clientela de su padre. Su fama como retratista se extendió entonces entre la clase alta austriaca.
De Italia a InglaterraAngelica realizó varios viajes a Italia acompañada de su padre. Pasó por ciudades como Milán, Roma o Venecia. Fue en la ciudad de los canales donde la esposa del embajador inglés, Lady Wentworth, le ofreció acompañarla a Londres. En Inglaterra tuvo una gran acogida y rápidamente recibió ofertas para realizar retratos de la alta sociedad y de la familia real británica.
Bajo la tutela de ReynoldsLa joven pintora tuvo la gran suerte de conocer al famoso pintor neoclásico Sir Joshua Reynolds quien desde el primer momento alabó y protegió a Angelica. Al margen de que algunos apuntaran un idilio entre ambos artistas, lo cierto es que Reynolds ayudó a la proyección artística de Angelica hasta el punto de conseguir que ella, junto con Mary Moser, fueran las dos únicas mujeres fundadoras de la Real Academia de las Artes de Londres en 1769. Desde entonces Angelica pasó muchos años exhibiendo su obra en la academia.
De los retratos a la historiaEn Londres Angelica continuó pintando retratos pero también se sumergió en el género de la pintura historicista. La fría acogida en su cambio de rumbo artístico llevaron a Kauffmann a abandonar Inglaterra. Desde ese momento, su popularidad fue decreciendo. Angelica y su segundo marido se instalaron en Roma donde entabló una interesante amistad con el poeta y escritor Johann Wolfgang von Goethe.
En 1797 exponía por última vez en la academia de San Luca de Roma, en la que había ingresado con tal sólo 24 años. Angelica moría diez años después.
Honores y olvidoSu desaparición fue lamentada por el círculo artístico romano, que honró a la artista en su último adiós. El famoso escultor Antonio Canova dirigió sus funerales. Como tiempo atrás se había hecho en el entierro del pintor Rafael, dos de sus pinturas fueron llevadas en procesión hasta San Andrea delle Fratte, donde Angelica Kauffmann fue enterrada.
A pesar de que muchos lloraron la desaparición de una artista inteligente, culta, educada y con don de gentes, su arte no recibió un gran reconocimiento póstumo. Su obra se expone tímidamente, en varias galerías y museos del mundo.