Gibran Jalil Gibran nació un día de reyes del año 1883 en la
ciudad de Bisharri, al norte de Beirut, contaba solo dos años cuando su familia
emigró hacia Estados Unidos país en el que fallece en 1931 cuando contaba solo
48 años.
En su breve vida Gibran
escribió obras que fueron traducidas a varios idiomas destacándose entre ellas
“El Profeta”.
Los que siguen son tres
cuentos breves de su autoría:
El loco.
En el jardín de un
hospicio conocí a un joven de rostro pálido y hermoso, allí internado.
Y sentándome junto a él,
le pregunté:
-¿Por qué estás aquí?
Me miró asombrado y
respondió:
-Es una pregunta
inadecuada; sin embargo, contestaré.
Mi padre quiso hacer de
mí una reproducción de sí mismo; también mi tío.
Mi madre deseaba que
fuera la imagen de su ilustre padre.
Mi hermana mostraba a su
esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir.
Mi hermano pensaba que
debía ser como él, un excelente atleta.
Y mis profesores, como el
doctor de filosofía, el de música y el de lógica, ellos también fueron
terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un
espejo.
Por eso vine a este
lugar. Lo encontré más sano. Al menos puedo ser yo mismo.
Enseguida se volvió hacia
mí y dijo:
-Pero dime, ¿te
condujeron a este lugar la educación y el buen consejo?
-No, soy un visitante
-respondí.
-Oh -añadió él- tú eres
uno de los que vive en el hospicio del otro lado de la pared.
Las leyes.
Años atrás existía un
poderoso rey muy sabio que deseaba redactar un conjunto de leyes para sus
súbditos. Convocó a mil sabios pertenecientes a mil tribus diferentes y los
hizo venir a su castillo para redactar las leyes. Y ellos cumplieron con su
trabajo.
Pero cuando las mil leyes
escritas sobre pergamino fueron entregadas al rey, y luego de éste haberlas
leído, su alma lloró amargamente, pues ignoraba que hubiera mil formas de
crimen en su reino.
Entonces llamó al
escriba, y con una sonrisa en los labios, él mismo dictó sus leyes. Y éstas no
fueron más que siete.
Y los mil hombres sabios
se retiraron enojados y regresaron a sus tribus con las leyes -que habían
redactado. Y cada tribu obedeció las leyes de sus hombres sabios.
Por ello es que poseen
mil leyes aún en nuestros días. Es un gran país, pero tiene mil cárceles y las
prisiones están llenas de mujeres y hombres, infractores de mil leyes. Es
realmente un gran país, pero ese pueblo desciende de mil legisladores y de un solo
rey sabio.
Aquel viejo, viejo vino.
Hubo una vez un hombre
rico muy orgulloso de su bodega y del vino que allí había; y también había una
vasija con vino añejo guardada para alguna ocasión sólo conocida por él.
El gobernador del estado
llegó a visitarlo, y aquél, luego de pensar, se dijo: "Esa vasija no se
abrirá por un simple gobernador".
Y un obispo de la
diócesis lo visitó, pero él dijo para sí: "No, no destaparé la vasija. Él
no apreciará su valor, ni el aroma regodeará su olfato".
El príncipe del reino
llegó y almorzó con él. Mas éste pensó: "Mi vino es demasiado majestuoso
para un simple príncipe".
Y aún el día en que su
propio sobrino se desposara, se dijo: "No, esa vasija no debe ser traída
para estos invitados".
Y los años pasaron, y él
murió siendo ya viejo, y fue enterrado como cualquier semilla o bellota.
El día después de su
entierro tanto la antigua vasija de vino como las otras fueron repartidas entre
los habitantes del vecindario. Y ninguno notó su antigüedad.
Para ellos, todo lo que se vierte en una copa es
solamente vino.
fuente:ciudadseva