Marta Etura, una actriz magnífica y una mujer de una extraordinaria, serena y natural belleza, se ha estrenado como bailarina de la mano de Chevi Muraday, en una coreografía titulada «Return», que se ha presentado en el Matadero. Había poco público en la función del viernes, a la que asistí, y lo sentí; siempre es triste ver un patio de butacas semivacio, pero es que además la propuesta es verdaderamente interesante y la actitud de Marta, sobre todo, muy valiente.
Según me contaron unos días antes los dos intérpretes, Marta lleva quince años preparándose en el terreno de la danza y estudiando. Siente fascinación por la danza, y especialmente por el trabajo de Chevi, con el que ha trabajado en varios cursos y talleres. Subir a un escenario para bailar era, solo, cuestión de tiempo.
En mi crítica en ABC he escrito: «El deseo ha derivado en realidad en «Return», un trabajo híbrido entre danza y teatro (tiene tres recitados, unos bellos y sencillos textos de Pablo Messiez), en que la danza aporta una cantidad significativamente mayor a la dote del matrimonio. Las relaciones de pareja, ese complejo e inabarcable universo, son el hilo conductor de esta pieza, que pasa del alborozo a la angustia, del desprecio a la esperanza, en un lienzo lleno de colores, de sentimientos, de expresiones.
»El espectáculo lleva el sello de calidad habitual de los trabajos de Chevi Muraday y Losdedae, su compañía. Con muy escasos elementos escenográficos -una mesa, la vajilla de una cena-, la sugerente iluminación se basta para dibujar ambientes y sentimientos. Especialmente bello es el momento en que un minúsculo hilo de luz baña la figura de Marta.
»Chevi Muraday ha tratado con mucho mimo a su pareja (como coreógrafo y como partenaire, siempre atento a que ella se luzca), pero no ha sido compasivo, porque el baile de Marta Etura es exigente, y ella lo ataca con valentía y sin reservas. No separa a la actriz de la bailarina, y logra momentos conmovedores y de gran belleza y altura expresiva. También él brilla con ese movimiento tan personal, un baile quebrado y abstracto que es el santo y seña de un extraordinario bailarín. La música original de Ricardo Miluy y Mariano Marín crean el ambiente necesario para desarrollar esta historia de amor en la que la danza es más teatral que nunca y la palabra se funde con el movimiento».
Reitero mi admiración por Marta Etura, no tanto por los resultados logrados (que también) como por su actitud decidida. Una actriz de su prestigio y reputación no tiene necesidad de experimentos, y ella demuestra arrojo e inquietud artística, amén de amor por el escenario y por su profesión. Su trabajo en «Return» no deja de ser una extensión de su trabajo de actriz, y quizás en el futuro otras compañeras suyas sigan su ejemplo. Eso enriquecería a la danza y a la escena, sin duda.