Este sacrificio, que en otras épocas era prácticamente la regla general entre las mujeres, hoy es cada vez menos común. Y es que la mujer ha descubierto que puede hacer muchas tareas fuera del hogar, que puede tener un empleo, una carrera, un título, un cargo público, éxito laboral, académico, profesional, social y económico.
Pero que pasa con aquéllas mujeres que por considerar lo mejor para sus hijos en un momento dado de su crecimiento, deciden poner en pausa toda su vida expuesta, renunciar a su identidad social, resignarse a la dependencia económica y dedicarse a trabajar exclusivamente puertas adentro?Sé, por haberlo oído en muchas circunstancias diferentes, que muchos opinan que estas mujeres son una especie de "vagas mantenidas"... casi no puedo escribirlo por lo agresiva y degradante que me resulta la expresión.También escuché sentencias del tipo "es una tonta", "tanto sacrificio haber estudiado para que al final no haga nada", "el esposo la tiene encerrada, no la deja trabajar"...Pocas veces (o ninguna) se reconoce que renunciar a la propia vida es un esfuerzo y un sacrificio que se hace en pos de la familia. No digo que sea la mejor decisión ni la única posible, pero es tan respetable como cualquier otra que tiene en miras el bienestar familiar. Y por supuesto que las decisiones que tomemos siempre dependen de nuestras propias circunstancias y de nuestro propio entorno, por lo tanto es normal que esas decisiones varíen de una persona a otra. En definitiva lo que vale es el propósito que se tiene en miras al momento de decidir semejante cuestión. Y sinceramente no creo que haya nada de cómodo en quedarse en la casa cuidando del hogar y de los hijos mientras el mundo sigue girando. Ni de vagancia.En fin, el grave problema se sucede cuando los niños crecen, cuando nos damos cuenta que pasamos la mitad de la vida entre cuatro paredes, en reuniones escolares, cocinando, lavando y planchando, cambiando pañales, enseñando a leer y escribir. El problema se sucede cuando esos niños abren sus alas y dejan (aunque sea parcialmente) el nido, cuando descubren su al menos cuasi independencia, cuando inician sus propias actividades, el trabajo en casa es cada vez menos, y nos vemos a nosotras mismas en una isla desierta, olvidada.En ese punto crucial de nuestras vidas resurgen nuestras olvidadas ambiciones, los proyectos postergados, las ilusiones de hacernos visibles en el mundo real, el que solo podíamos ver en el camino a la escuela o a las clases de inglés.Volvemos a soñar, volvemos a creer, volvemos a sentir esas ganas de ser libres que durante tanto tiempo habíamos acallado. Intentamos llenarnos de fuerza, de autoestima, de valor para volver a enfrentarnos con toda esa gente que jamás dejo de progresar. Nos decimos a nosotras mismas que SÍ podemos, que SÍ debemos, que SÍ SEREMOS CAPACES.Y salimos, otra vez vestidas con ropa "socialmente aceptada", con los tacos que teníamos guardados y la carpetita del Curriculum bajo el brazo. Pero del otro lado solo hay desdén y desprecio, incapacidad de comprender la grandeza de esas mujeres que fueron capaces de dar todo y más para regalarle a sus hijos una firme plataforma de despegue. Muchas mamás, al llegar a su momento de "re- ilusionamiento laboral" (perdón por inventar palabras), ya sabiendo lo que les espera, renuncian antes de intentarlo, se prohíben a sí mismas retomar su camino, y se resignan a una vida entera de silencio y oscuridad. Esta falta de oportunidades para madres que suspendieron su vida laboral para criar a sus hijos es lo que nos lleva a despreciar la maternidad como actividad principal. Cuántas no decidieron seguir trabajando en esta etapa, a pesar de las dificultades que eso implica o de la no-necesidad económica, solo por pensar que lo contrario implicaría renunciar de por vida a trabajar? Cuánto sufrieron nuestras madres, que jamás volvieron a tener la oportunidad de ser visibles a los ojos de la sociedad?Cuánto sufren nuestros hijos, que deben desapegarse de sus madres, antes incluso de haber logrado el apego, porque ellas no quieren quedar definitivamente excluidas del mercado laboral?
La maternidad es un trabajo honesto, digno y muy meritorio. La maternidad requiere esfuerzo, aprendizaje, sacrificio, resignación, eficiencia, paciencia, dedicación, capacitación. La maternidad merece y necesita ser visible, ser respetada, valorada y realzada. La maternidad es un plus. Haber sido mamá a tiempo completo debería poder incluirse en nuestro currículum como algo que sume, y no que reste puntos, debería poder ser contado con orgullo en vez de ocultado con vergüenza. De esto y más habla este vídeo. Los invito a verlo y a pensarlo.