Que una persona, esté donde esté, grite a los cuatro vientos ¡que se jodan! cuando siente que ha ganado o, peor aún, cuando ve que otras personas pierden me da, la verdad, bastante asco. Me produce repugnancia que haya gente, más cuando hablamos de un representante público, que se alegre del mal ajeno y me da igual si el ajeno es el contribuyente o un contrincante político. Me asquea y me indigna. El personaje en cuestión, hija de un “destacado” político español, después de proferir esas palabras se excusó diciendo que se refería a los que se sientan en la bancada contraria; pero, insisto, lo mismo me da que estuviera aludiendo a los diputados del PSOE o a los millones de parados que viven ya en España y a los que ahora parece que todo el mundo criminaliza. ¡Pedazo de vagos!, es lo que falta que empiecen a decir algunos (mucho me temo que ya han empezado).
Repito: Me da igual a quién se refería, creo que no son formas y que este tipo de exabruptos no hacen más que ejemplificar la altura de la clase política que, por desgracia, nos está tocando sufrir.