Por Eduardo Montagut
El revanchismo es un
término que procede, como bien sabemos, de revancha, es decir, la actitud o el
espíritu de venganza o desquite que se genera por una ofensa. En este artículo
estudiamos el origen y desarrollo del revanchismo en la época contemporánea,
una fuerza poco articulada pero muy potente con importantes consecuencias.
El concepto de revanchismo
comenzó a plantearse en 1870-71 en un contexto determinado: la derrota francesa
en Sedán (Guerra franco-prusiana) frente a la Prusia de Bismarck, en el último
escalón del proceso unificador alemán, con la consiguiente pérdida de
Alsacia-Lorena por parte de Francia.
Eso no quiere decir que no podamos
rastrear el revanchismo en el pasado en muchos conflictos desde la Edad Antigua,
pero, ciertamente, la derrota francesa incorporó este fenómeno al debate
político de la contemporaneidad. El revanchismo impregnó la vida política de la
III República francesa en su política exterior. Francia tenía que recuperarse de
la humillación padecida por el flamante nuevo Imperio alemán y desquitarse. El
principal objetivo sería recuperar los territorios perdidos. Esa fuerza debe
tenerse en cuenta a la hora de entender los aspectos vinculados con las
mentalidades en la época de la paz armada y en el estallido y desarrollo de la
Gran Guerra.
El revanchismo puede
asociarse con el irredentismo, es decir, con la reivindicación de territorios
ocupados por otros Estados, y que se consideran como propios, siendo el caso
más notorio el de Italia y sus reivindicaciones de territorios ocupados por
Austria y que no se habían incorporado en el proceso de unificación.
El revanchismo se asocia,
pues, con el nacionalismo triunfante desde la segunda mitad del siglo XIX, y
puede tener ciertas connotaciones reaccionarias, como con el chauvinismo. El
culmen del revanchismo llegaría con el armisticio que puso fin a la Primera
Guerra Mundial. Las leoninas condiciones impuestas a Alemania en Versalles,
especialmente las derivadas de las reparaciones de guerra, además de la pérdida
de territorios y las restricciones militares, generaron un intenso sentimiento
revanchista en amplias capas sociales alemanas. Este sentimiento de humillación
fue aprovechado por el nazismo para la construcción de su discurso político y
exhaustivamente empleado en su propaganda con excelentes réditos.
El
revanchismo estuvo muy arraigado también en Italia, en este mismo contexto
histórico, al no ver satisfechas sus reivindicaciones territoriales. El
anterior irredentismo se acentuó. Así se explica la aventura del Fiume y una
parte sustancial del discurso fascista de Mussolini.
El revanchismo no
desapareció de la vida política después de la Segunda Guerra Mundial. En
Estados Unidos se detectan dos fenómenos particulares asociados al concepto de
revanchismo, uno en relación con sus vecinos del sur y otro en clave interna.
Por un lado, determinados sectores radicales, ante la llegada de inmigrantes
latinos, pregonan la idea de que México pretende reconquistar los territorios,
especialmente Texas, perdidos en 1848. La otra forma de revanchismo se puede
relacionar con el conocido fenómeno de la gentrificación, un proceso por el que
las clases económicamente poderosas norteamericanas reaccionan ante los grupos
humildes y desclasados en las ciudades expulsándoles de sus barrios degradados,
a través de los mecanismos del mercado. El fin sería convertir esos barrios en
áreas renovadas de moda para ser habitadas por esos sectores acomodados.
Por fin, en España la
derecha considera que en la izquierda y en el movimiento memoralista anida un
sentimiento de revancha con su defensa de la memoria histórica de este país, y
que ese revanchismo lo que pretendería sería ganar la guerra civil en el
presente. La izquierda y los grupos de memoria histórica consideran que esto no
es así, sino que lo que se pretende es a través de la ley y su posible reforma
y ampliación la exhumación de fosas, la búsqueda de la verdad, la justicia y la
reparación de las víctimas de la guerra y de la dictadura franquista.