El niño va al jardín zoológico de la mano de sus padres. Entra. Recorre con curiosidad las diversas jaulas y los diversos ámbitos donde están o yacen los diversos animales. Y camina por los múltiples senderos. Y cerca de la puerta de salida – es la primera vez que está en el zoológico – dice a sus padres con extraña voz “esos animales” – señala a los paseantes – “se han escapado de sus jaulas”. El niño que hasta ese momento no parecía haber visto las cosas así, se asusta, se ha asustado; el niño súbitamente tiene miedo, y llora.
Para protegerlo y calmarlo, los padres lo abrazan, pero el niño siente, ahora, después, un horror profundo, un vacío sin fin, y mira en derredor, y ya no cesa de llorar.
[Horacio de Azevedo]