Con la sorprendente aparición de Vox en las elecciones andaluzas prácticamente todos los demás partidos, políticos y los periodistas califican su ideología de fascista y ultraderechista.
Adjetivos que deben someterse a revisión porque sólo es un partido nacionalista español liberal en lo económico y socialmente conservador bajo la influencia del catolicismo tradicional.
Desde una postura liberal progresista podría considerarse derechista reaccionario, como le llamaba el liberalismo alemán al CDU, el partido cristianodemócrata bávaro, hoy en el gobierno Merkel.
En casi ningún punto de los cien que presenta como programa electoral este partido fundado en 2013 por su presidente, Santiago Abascal, tras dejar dejó el PP, aparecen muchos puntos que lo identifiquen con el fascismo.
Cuyas características fundamentales, el racismo –aunque se le acuse de ello Vox no es racista--, el nacionalismo, el totalitarismo, el empleo del terror, el liderazgo carismático, el autoritarismo, el militarismo, la propaganda con eslóganes de fácil asimilación, y, económicamente, el antiliberalismo, el anticapitalismo y el corporativismo o comunitarismo.
El fascismo también es antimarxista: su emblema, el fascio, haz de varas imposible de romper, simboliza la unidad del pueblo obviando sus clases sociales, lo que choca con la lucha de clases de Marx, pero también con el individualismo liberal.
Todos los partidos tienen alguna de estas características, pero sólo acaparan el conjunto los fascistas, los comunistas –menos el antimarxismo-- y los populistas o fascistas de izquierdas, según Jürgen Habermas; por otra parte, el antimarxismo de Vox es también el de los partidos de derechas, de centro y hasta socialdemócratas.
En España hay un partido fascista, la Falange, fundada en 1933, cuya ideología coincide en gran medida con la de la izquierda radical, y cuya casi única diferencia es su catolicismo y su sentido de España como antiguo imperio.
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SALAS