JUEVES:
“DÍA DE TEATRO”
Como todos los jueves, tengo teatro. Aprendo mucho en estas clases. Tienen un efecto reparador, sanador, además de resultar divertido volver a disfrutar de espacios lúdicos como cuando pequeña. Como dice Donald Winnicott, el gran pediatra y psicoanalista inglés, son esos espacios y fenómenos transicionales entre la realidad y la fantasía en los que, en el mundo adulto, se nos permite jugar, crear, recrear, inventar, apropiarse de personajes, de escenas, de escenario, de la complicidad amena y sana que se da entre actores y con el director.
Además de ensayar y jugar diversos papeles de actriz, de actuación, puedo hacer dramaturgia, que es un género literario difícil y sorprendente. Cada vez que una obra de teatro se pone en escena, cobra vida, la obra, su autor, los personajes, los actores, la escenografía, la ambientación. Y cada vez es cada vez, literal. No hay dos momentos iguales por más veces que se estrene y re-estrene una obra. Nunca es lo mismo, como decía Thales de Mileto: “Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, aunque el río sea el mismo, el agua que correrá, cada gota, ya no será idéntica a la anterior ni a la posterior”.
El teatro es denuncia, denuncia social, lazo social. Se produce una sensación especial en el ambiente del teatro, tanto delante como detrás de escena, también en el público, una identificación sana, en masa, en el momento, como un hilo que auna, hace sentir la compañía del otro.
El teatro es catarsis, sublimación, producción, tanto para quien lo ejecuta como para quien lo recibe; emisor y receptor, dado de manera directa, recíproca, un ida y vuelta. Un espacio a habitar Y PARA HABILITARSE.
Ir al teatro es como un ritual. No es lo mismo que ir al cine o a cualquier otro evento. Implica prepararse, tratar de llegar a horario, vestirse de determinada manera, ir solos o acompañados, encontrarse casi siempre con la misma gente, habitués, amantes de las tablas.
Otra experiencia maravillosa es la adaptación de obras, como así también asumir la dirección de una obra. La dirección implica conocer a fondo la obra, elegir el elenco, tener una idea de qué producto se quiere lograr, la escenografía, el vestuario, la ambientación, cada personaje, el conversarlo con cada actor, ver cómo cada actor y cada actriz va armando su personaje, creyéndoselo, transformándose en él. Cómo se dirá la letra, el tono, consensuándolo con cada uno.
Que se entienda el corazón de la obra, el esqueleto, la carne, el cuerpo, el sentido, la orientación. A qué se dará prioridad, por ello existen tantas versiones de una misma obra como directores, actores, público, etc, haya.
Por algo muchos psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas tienen mucha relación con el teatro, porque si bien es ficción, tiene mucho contacto con la vida, y con la pulsión de vida, con el hemisferio izquierdo que es el de la creatividad, como dicen los neurólogos, para utilizar un basamento hasta fisiológico.
La libertad de movimientos es fundamental en la vida, el poder desenvolverse en diferentes situaciones, el poder quedarse reflexionando acerca de alguna cuestión, algún tema; emocionarse, tener en cuenta a los sentimientos que se despiertan, llorar, reír. Dejarse envolver por la calidez de un ambiente amigo y amigable, contenedor, grupal, comunitaria, social y que siempre responde a la época. Más allá o más acá de que las obras no tengan fecha de vencimiento, y muchas, de siglos atrás, pueden ser traídas a lo actual.
Hay dos proyectos teatrales que me convocan en este momento: una es “Antígona”, de Sófocles, que he adaptado a los tiempos actuales, siempre respetando la pluma de Sófocles, sólo algunos recortes, dada la extensión de la misma, pensemos que los griegos estaban tres horas o todo un día en el Partenón, viendo una obra, y donde los actores utilizaban máscaras por dos motivos fundamentales, además del estético: uno, para que sus voces se amplificaran, retumbaran, tuvieran como un efecto de ampliación y amplitud, pudieran modular y hacer un efecto de eco, y por otro lado, porque eran todos ciudadanos que se veían a diario, y la profesión de actor no estaba muy bien vista, entonces les permitía no darse a conocer sus identidades.
También porque más de una obra era una tragedia y una denuncia muy fuerte, a veces, al poder de turno.
Este proyecto sigue en marcha, nos hemos tomado una pausa, dada la intensidad de la obra y la necesidad de tiempo para elaborarla y estrenarla, con el respeto que merece semejante obra, su autor, los actores, personajes, dirección, adaptación, y el público.
Otro de los proyectos aún no lo quiero dar a conocer, pero ya lo haré en su momento, y se trata de algo muy bello, como un homenaje a un gran escritor argentino.
Como es muy reciente el proyecto, más allá de que ya se ha puesto en marcha, quiero dejar para más adelante su promoción, cuando sea el momento adecuado.
Los tiempos del teatro son otros que los de cualquier otra actividad: tiene un comienzo muy lento, pausado, donde se lleva a cabo la lectura del libreto; otro momento en que ya a la lectura se le van agregando los tonos y matices de cada párrafo, de cada personaje; otro, en el que comienzan los movimientos en el escenario, su recorrido, su ambientación; otro tiene que ver con los ensayos no sólo en la hora de ensayo, sino también con los ensayos personales, cada uno con la responsabilidad de aprender la letra y la de los compañeros, el poder darse los pies necesarios para que cada uno diga su parlamento. Sin pisarse.
Hay otro momento en que cada actor debe conseguir el vestuario típico del personaje que realizará, el rol que debe hacer. (Rol viene de rollo, enrollar y desenrollar un papel). Desarrollarlo, actuarlo, jugarlo, ponerlo en juego, en acto.
También en esto, como en todo, existe el estilo. De los directores, de los actores, de los personajes, de las obras…
La dramaturgia es diálogo, o monólogo, y las aclaraciones que va haciendo el dramaturgo de su obra. Lo demás corre por cuenta de las acciones que se desarrollen, de las diversas cuestiones que surjan, eventualmente. Las contingencias. El azar, lo esperado, lo esperable y la sorpresa, el efecto sorpresa, que es una de las cuestiones fundamentales y más bellas que tiene el teatro: lo nuevo, lo novedoso, lo genuino, lo espontáneo, las circunstancias que se pueden prever y las que no.
La inspiración, la creación, la invención, la improvisación, la complicidad, el encuentro, el enterarse que hay un lugar desde el cual disfrutar una composición, así como un concertista presenta su concierto.