DOMINGO:
“UN DÍA AL QUE MUCHA GENTE DEFINE COMO “DEPRESIVO”…”
¿Puede de un día decirse “depresivo”?, cuando en realidad es una característica, un rasgo, un estado o una patología subjetiva.
Es un día que suele ser para frenar, para encontrarse con uno/a misma. Descansar, y por supuesto, esperar otro comienzo de semana.
El optimismo, el preparar con ganas los días de semana, el organizar la casa, para que esté en condiciones para el ajetreo de la semana, vienen bien. Todas las cosas que se puedan ordenar, cada cosa en su lugar, reparar, preparar, organizar,… ¿qué puede haber en ello de “depresivo”?, al contrario, comenzar con otras actitudes y aptitudes, con otra predisposición un lunes, es lo más bello que nos pueda ocurrir, porque, como dice Freud en “El Malestar de la Cultura”, en una nota a pié de página, con respecto al trabajo, no se trata tan sólo del trabajo o del trabajar en el sentido capitalista y mercantilista del término, sino en el sentido marxista, en eso que tiene que ver con la producción, por supuesto que sería mejor contando con esa “plusvalía” propia y que no se la quede otro.
El trabajo implica realización, expansión, lazo social, entrar en las reglas del mercado, producir, crear, tomarlo como un desafío cada día. Implica estar con otros, prestar bienes o servicios, estar en marcha, no frenarse, aunque es bueno tomar pausas.
¿Tendremos temores de encontrarnos con nuestras cosas?, ¿con la carga de libido que cada cosa tiene?, ¿por eso es tan difícil ordenar, organizar, qué dejar, qué dar, qué tirar?….
Las cosas se cargan con la energía que ponemos en ellas, tienen recuerdos adosados, condensan libido, rememoraciones, nos llevan hacia atrás, y esto no siempre nos trae algo bueno, sino más bien nostalgia, más allá que muchas de ellas nos traen alegrías, risas,…. Motivaciones…
Para qué quedarnos con restos que deben ser tirados, arrojados a la basura, desechos, desperdicios, hacer vacío, y rodearlo, como cuando se construye una vasija de barro. De la nada, con el material y el movimiento envolvente, se logra armar algo, una vasija, un recipiente, que nace de la nada, que contiene… nada, como una cosa más. La nada como cosa, como objeto privilegiado, pulsional, al igual que el objeto voz para la pulsión invocante, como la mirada para la puldión escópica, como las heces y toda la serie simbólica, de ecuaciones, pene, falo, (que no son lo mismo), brillo fálico, estiércol, dinero, hijo, etc… Y como todos los objetos posibles para la pulsión oral y bocal.
La genitalidad ya es más compleja, porque no coincide exactamente con la etapa fálica, de falicismo, a lo que se le otorga a todo una medida, una valoración, un brillo, y que así como lo tiene, lo puede perder…. Como se pierde el resto del objeto voz, la mirada y sus objetos
condensadores de goce, lo bello, por ejemplo, los cuadros, y en lo anal y lo oral, múltiples ejemplos porque cualquier objeto puede ser un objeto pulsional, lo que no significa que para cada uno pueda ser “cualquiera”, ya que tiene que reunir ciertas condiciones eróticas, erogeneizadas, y contar con la complicidad del cuerpo puesto en juego, no sólo el intelecto. No todo es significante, no todo es interpretable, ni interminable, existen huesos duros de roer, cuestiones inanalizables, como por ejemplo las ideologías, como dice Jorge Alemán. Y otros nudos, que no son precisamente el Nudo Borromeo.
Aún no es domingo y ya estoy escribiendo, pensando en que mañana, domingo, también escribiré. Además de realizar otras cosas.
PATRICIA INÉS BERRA. 9 DE JULIO. ABRIL 2019. REVISTA LITERARIA “ESTACIONES”. N°2.
MES: ABRIL. AÑO: 2019