El libro digital se está vendiendo mediáticamente como la revolución salvadora que sacará al sistema educativo del ostracismo decimonónico en el que se haya inmerso. Sin embargo, pese todos los pros que queramos presentar, hay una serie de contras muy importantes y que pueden hacer que todas las ventajas queden asfixiadas antes de poner en marcha los programas de escuela digital.
El e-book aporta un ahorro considerable en papel y en logística editorial. Además, da más libertad al docente para buscar recursos y ponerlos a disposición de su alumnado en un formato ágil. Ya sea a través de notebooks o de ebook-readers, el alumno dispondría de toda la información y material localizada en un único dispositivo, evitando arrastrar kilos de libro cada día. El concepto es, por lo tanto, rentable a corto plazo: más información, más actualizada, más completa, más multimedia, más compromiso con el medio ambiente y, paradójicamente, menos coste. Hay datos que no cambian, pero la noticia, la innovación y la novedad podrían entrar en el aula y, al mismo tiempo, el aula podría salir, virtualmente, a la calle, resolviendo así uno de los principales problemas del sistema educativo: su obsesión por ver el mundo desde detrás de los muros, generado una caverna platoniana. Por lo tanto, a priori, un cúmulo de ventajas ¿cuáles son los problemas?
Se critica que, adoptando este sistema, habría más consumo eléctrico, que podría llegar a perjudicar la visión de los estudiantes y que dificultaría el aprendizaje de la escritura y de otras habilidades motrices. Pero quizá el problema más grave está en los lobbies editoriales que ya comienzan a frotarse las manos, y atan cabos para que el futuro de la educación siga en sus manos. A través de la creación de plataformas digitales cerradas, se amordaza la creatividad y la posibilidad de ir más allá. Es decir, que lejos de potenciar una educación abierta y global, como presentábamos en el párrafo anterior, se camina ya, antes de una experiencia previa que sirva para sacar conclusiones, fortalezas o debilidades, hacia un nuevo sistema cerrado. Por lo tanto, nos encontramos ante un mero cambio de soporte, depreciando las potencialidades de estas nuevas tecnologías. Porque, lejos de atender a razones técnicas o pedagógicas, estamos a punto de sucumbir a razones comerciales. Las editoriales convencionales ofrecen ya metodologías completas con un coste superior a las anteriores sobre papel, por más incompresible que parezca. El precio de las licencias de uso anual de un ebook se aproxima al de un libro en papel, a pesar de desaparecer los costes de impresión y distribución.
Por otra parte, y con una perspectiva externa al propio sistema educativo, es difícil comprender la razón por la que las familias deberán seguir pagando libros de textos -aunque ahora sean en formato digital- si los alumnos van provistos de dispositivos con acceso a toda la información habida y por haber, incluidos portales libres que se ajustan a los currículum de los diferentes niveles. Además, también es difícil de justificar por qué el maestro debe orientar en el uso de sistemas propietarios. Tampoco tiene respuesta sencilla el por qué seleccionar un dispositivo u otro o un formato u otro. ¿Imponemos uno en perjuicio de otro? ¿Android o Mac? ¿Podrá atender el sistema a aquellos alumnos que acudan con un dispositivo diferente o se acordara en junta marca y modelo? ¿Se puede explicar por qué los impuestos y las legislaciones correspondientes servirán para enriquecer a algunas empresas en lugar de revertir en la economía social?
Como conclusión, podemos reflexionar si la entrada del ebook será realmente un revulsivo o se quedará en una oportunidad perdida donde el beneficio será meramente económico para algunos sectores.
Alberto Ledo https://twitter.com/albertoledodiaz
Alfonso Vázquez www.alfonsovazquez.com