Que el Rey emérito Juan Carlos I haya estado hace unos días en Arabia Saudita presuntamente para ultimar la venta de cinco corbetas construidas por Navantia, señala que España, aparte de beneficiarse con ese contrato, apoya la intención del príncipe heredero Mohammed bin Salman bin Abdulaziz al Saud (MBS) de neutralizar el creciente poderío marítimo y territorial de Irán, su rival estratégico y religioso.
MBS, de 32 años, licenciado en Derecho, buen conocedor del mundo exterior, y todavía ministro de Defensa, fue nombrado heredero por su padre el rey Salman en junio de 2017, y su primera medida fue detener a 201 príncipes y altos cargos políticos acusándolos de corrupción.
Encerrados en un hotel, los liberó cuatro meses después de que hubieran entregado a las arcas del Estado 86.000 millones de euros, fruto de esa presunta corrupción.
Paralelamente comenzó a liberalizar algunas costumbres, como levantar la prohibición de conducir las mujeres, y la obligación del uso del niqab, que tapa la cara menos los ojos.
Hábitos a los que les niega el origen religioso frente a la ira de los ulemas más cerrados del wahabismo, la secta sunita dominante; sus cercanos temen por su vida, pues los complots de palacio son comunes en el país, y más si están avalados por los fanáticos religiosos.
En su reciente visita a Donald Trump advirtió que el yihadismo –cuyo principal impulsor es el wahabismo-- es consecuencia de la guerra fría, como cuando para frenar la influencia soviética en Afganistán Ronald Reagan y occidente apoyaron a islamistas como los talibanes.
Además de reunirse en EE.UU. con líderes cristianos y tres rabinos, advirtió que Israel tiene derecho a defenderse y permitió estos días por primera vez que los aviones de pasajeros israelíes o de otros países con escalas en Tel Aviv sobrevuelen su territorio.
Fruto de esta radical reforma modernizadora del sistema político saudí que parece iniciarse está la noticia de que no ha habido una reacción virulenta ante Trump por su proyecto de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén.
MBS ha dejado claro que su principal enemigo es el Irán chiita, que está ganando la guerra de Siria y domina Libia, algo que le acerca al Israel que han jurado volatilizar los ayatolás.
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SALAS
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